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Y respondiendo a Jesús dijeron: “no sabemos”

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

Hoy toca leer un texto muy importante porque devela la sabiduría, el poder y la presencia de nuestro amado Señor Jesucristo, Todopoderoso Hijo de Dios en su carne para salir de paso al constante asedio del perverso sanedrín.

En Mateo 21:23-27, se lee:

23 Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad? 24 Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. 25 El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? 26 Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. 27 Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

La cita relata cuando Jesús, purificando el templo al predicar la palabra que Dios le dio que hablase a la multitud y no solamente con lo anterior de los cambistas, es interrumpido por estos visitadores incómodos y nadie se les podía poner en contra.

Total, que captan su atención tras después de hacer notar su presencia y le distraen provocándole para que en sus urdas, nuestro Señor Jesús pudiese caer en mentira, contradicción, negación o blasfemia y así tener algún elemento de juicio contra él.

Y de manera por demás agresiva, falta de tacto, grosera y llena de mala entraña es que le cuestionan sobre quién en la Tierra le mandó decir eso y qué osadía de enseñar palabras de escándalo a la gente, pues captaban su atención y muchos se convertían, dejando a la religión sin su minita de oro.

En esto conocemos que ellos no amaban la verdad: interrumpen su fluir y cuestionan a quien la pregona, pues rompe con su orden estatuario de no salirse de un guión y no guardan apariencias al estar queriendo mantener su feudo de manutención mal habido. Si lo hicieron con el Hijo de Dios, qué no lo harán con hombres designados y asignados para ser salvos.

Pero esto de ninguna manera es para disuadirnos de que no hablemos, sino muy por el contrario: es para alentarnos a dejarnos guiar por el Espíritu Santo y no permitir nos callen o silencien, pues la obra es de quienes mostramos la Luz al mundo, es decir, Jesucristo en nosotros.

Y claro, la magistral respuesta de nuestro Señor Jesucristo no se hizo esperar: a fin de mostrar su verdadera autoridad no lo hizo en los términos de ellos -contestar pasivamente la pregunta-, más bien, en sus términos proponiéndoles un acertijo muy poderoso no tanto en dificultad, sino en astucia y poder.

La pregunta en cuestión: su enemigo Juan el Bautista, ya muerto por Herodes, aquel que vestía con pieles de animales que predicó y bautizó a muchos antes de que Jesús se manifestase, era obra celestial o de su propio afán.

Jesucristo en esa misma pregunta les lanzó una réplica tan poderosa que tras deliberar decidieran hacer creer que no eran estudiosos, cuando sí lo eran.

Pues las dos posibles respuestas, si era de Dios o de los hombres, los acusaban. Primero si decían que era del cielo, serían reconvenidos fuertemente por Jesucristo y ellos afirmaban que habían suplantado a Juan, aunque ahora eran una camarilla de ladrones de justicia.

Por otro lado, si decían que él era un charlatán más antes de proponer la deliberación, podrían hasta ser linchados, pues Juan estaría ahí para allanar el camino y por eso el pueblo lo consideraba un profeta.

De manera que, pecando al mentir, declaran que no sabrían responder a esta pregunta. Y Jesús, muy firme, estableció que tampoco tenían ellos que saber su autoridad, cómo o por qué satisfacer a los intereses de aquellos perversos por cuanto su pecado, no tiene límites. No porque les tuviera algún miedo, si no que no podía alabarse a sí mismo para su solo esparcimiento y tampoco caer en vanidad, egocentrismo y soberbia como ellos.

Les cierra la boca y se alejan una vez más, con el añadido que los conspiradores no cambian su postura y su repulsión era mutua, permitiéndole al Señor Jesús continuar con su discurso, amados hermanos.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.

 


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