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Vosotros sois la luz del mundo.

Que el amor, la gracia y la sabiduría de nuestro Salvador y amado Señor Jesucristo estén con ustedes en su espíritu; rebosantes además de su paz perfecta y gratuita: bendición de lo Alto para nosotros, sus ovejas, amén.

Ahora en Mateo 5:14-16, se da otra cita que nos da una definición espiritual de quiénes somos para Dios. Luz.

Dios es luz, menciona Juan por el Espíritu. Pero antes, el Señor Jesús declara por la autoridad que el Padre le dio para hablar en su nombre que nosotros, sus ovejas, somos la luz del mundo. Es decir, la capacidad de que el ojo del hombre pueda ver su ubicación en el plano espiritual y de esta manera, si es prudente, aspirará a ser lumbrera y no un torpe ente ciego.

¿Por qué somos luz en el mundo? Porque tenemos conciencia y vista, tenemos amor, fe y poder que implican energía y movimiento direccionados al buen quehacer del hombre en esta vida.

Así, por medio del Espíritu somos conductores del calor de Dios a las frías almas que no conocen todavía a Su Creador como Padre; somos señalizaciones vivas hacia donde los extraviados pueden ser encontrados por nuestro amado Señor Jesucristo; somos entes imposibles de no verse o percibirse entre el montón. Energía lumínica y calorífica espiritual, de vida, de movimiento con dirección y sentido que llegan a los muertos por medio de los hijos y perciben el poder del Espíritu Santo.

Como embajadores de Dios, buenas obras habremos de hacer para honrar Su Santo Nombre, siempre dando testimonio de que creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios resucitado al tercer día. Esta creencia expresada en palabras y demostrada en hechos es lo que los hombres ven: esto es la luz que emitimos: Cristo emanando de nosotros.

No podemos estar ocultos, discretos o guardados. No, sino que en el día y hora pactadas, dar testimonio como debe ser en señal de obediencia y lealtad a nuestro Salvador y Maestro.

Nunca tengas miedo de dar testimonio, no dejemos que el miedo a confesarnos como parte de los hijos de Dios ante los demás y procuremos que nuestros actos también hablen por nosotros en cuanto al ejercicio de la fe en Cristo, no solamente la palabra. Así, somos luz, seremos una ciudad asentada sobre un monte y la vela puesta sobre un candelero.

Que el amor, gracia y sabiduría de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes, en su interior, amén.




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