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Volver y ser como niños 

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

Mateo 18:1-5 es el marco de referencia para meditar en esta semana. Iniciamos este capítulo con una temática muy interesante porque el Señor Jesús se toma el tiempo para mostrarnos el alto valor de la humildad para Dios. Leamos primero.

1 En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? 2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.

El Hombre siempre quiere jerarquizar todo. Al menos, Dios le encomendó administrar la Creación y en parte, esta actitud de decir o determinar quién es mayor (más importante, más prioritario, más redituable, más conveniente, etc.) no es tan descabellada, si no lo hiciese con envidia, malicia y soberbia.

Pero como el hubiera no existe y la esencia material del Hombre es pecaminosa entonces siempre habrá pugnas para decir quién es el número uno, emulando la esencia primordial de Dios. El ÚNICO. La competitividad existe por esta continua pregunta de quién es mayor. Lo cuantitativo de la vida, el mayor de estatura, fuerza, tamaño, inteligencia, vigor, riqueza, etc., nos distrae de lo mejor: el amor, el servicio y la fraterna unidad.

Este tóxico proceder de comparar para juzgar y sentenciar no le toca al Hombre porque no sabe administrarlo, así solo le corresponde a la Deidad esta virtud porque Él no es tentado por el mal ni Él tienta a nadie.

Pero los discípulos ya tenían estos imprudentes debates de dirimir lo que no sabían y tuvo que venir el Señor Jesús a imponer orden y sentar cabezas.

Trajo a un niño y lo puso delante de ellos.

La pregunta fue sobre quién podría ser mayor en el reino de los cielos.

El Señor Jesús no responde la pregunta directamente, sino que con analogía la responde para que en términos de los conceptos dados por sentido común figuraran el mensaje aleccionador.

El niño es un ser humano en formación. Es un ser sin malicia desarrollada, que obra con total liberalidad y confía en su Padre. Obedece y oye sin rechistar. Cree en el mensaje que le da su Padre porque confía que le encaminará por su bienestar. Así pues, un niño que confía, ama y obedece a sus padres es el mayor en el reino de los cielos, es decir, quienes harán el mejor uso del poder que nos da el Espíritu Santo.

Y promesa hay para quien se renuncie a sí mismo y procure imitar la esencia de un niño. Será mayor para Dios y además, recibe al Señor Jesús y este niño será recibido a su vez por otros quienes recibirán la esencia pura de Cristo: el amor.

Por humillar no se refiere a demeritar o hacer menos, sino de ser humilde, es decir, no permitir que la soberbia eche a perder este valor espiritual de modo ominoso.

Así que hermanos, a buscar ser como niños en esencia, obedientes a todo lo que Cristo dice en sus mandamientos. Nuestro Señor y Salvador lo apreciará y seremos grandes en lo espiritual, por cuanto actuamos con fe y amor y no conforme al mundo y a la vista.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.

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