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Un denario al día, la cuota del jornal

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

Iniciamos por gracia del Espíritu Santo el capítulo 20 de Mateo, que nos trae envión de sabiduría espiritual invaluable. El Señor Jesús sigue platicando con sus discípulos al referirles una alegoría de lo que es el poder de Dios aquí en la tierra, tras la realidad que la riqueza empobrece a sus poseedores espiritualmente y la gracia justa del Señor hace que todos tengamos la misma medida de misericordia y verdad.

Mateo 20:1-16 señala lo siguiente:

20 Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. 2 Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 3 Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; 4 y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. 5 Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. 6 Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? 7 Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. 8 Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. 9 Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. 10 Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11 Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, 12 diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. 13 Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? 14 Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. 15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? 16 Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.

Que Dios es PADRE amoroso. 

Que tiene una viña -la Tierra- y ha empleado a hombres que guarden Su palabra y juicio en cada generación humana. Estos hombres: siervos, profetas, enviados y predicadores, van y al ser enviados a los diferentes puntos de la viña a dar fruto de ella, convienen en un salario de un denario.

Este hombre padre de familia considera que el tesoro que es el fruto maduro listo para ser recogido es lo prioritario y a cada cierto lapso de horas contrata más personal para que su cosecha no se pierda. Los primeros con quienes se inicia el contrato se llega al acuerdo de percibir por un denario al día. Se les contrata temprano en la mañana por esta tarifa y van realizan su labor. El trabajo es mucho y los obreros no son suficientes. El calor del día arrecia y hay mucho fruto maduro por recoger y no es sabio dejarlo perder. Por esto el padre de familia sigue buscando por donde hay y no hay con el propósito de guardar su riqueza en sus graneros y silos. En cada generación encuentra obreros dispuestos y con todos conviene en un denario al día, lo justo para ambas partes.

Se llega la última hora y los remanentes del fruto por cosechar, los más difíciles de conseguir por su lejanía, lo oscuro del día y lo alto de su posición son obtenidos por estos obreros a quienes también se les contrató por un denario al día, la tarea justa definida desde un principio.

Al llegar el día y hora del pago del jornal, a todos se les da un denario al día. Y aparte, se comienza desde los que trabajaron menos horas hasta quienes trabajaron desde primera hora de la mañana.

Estos se enojan y se sienten robados, pues no se les consideró su tiempo de labor y según ellos es malo e injusto. 

Pero recordemos una cosa: para el padre de familia la cosecha es lo que le dará el dinero que cubra los costos de salario de los obreros y no el tiempo ni la obra de los jornaleros. Por eso convino en un denario al día, porque sabe que es lo justo por la faena, no el tiempo. Es decir, sin considerar el tiempo laborado todos hicieron exactamente la misma obra: recoger el fruto. Unos dirán que los primeros deberían ganar más; sin embargo, se olvida el detalle que tuvieron todo el fruto fácil a su disposición y no batallaron porque tenían plena luz del día y estaban en el mejor horario laboral.

En ese sentido fueron privilegiados y sin demeritar su trabajo cuando llegaron los últimos, los frutos por recoger estuvieron dispersos, alejados de la superficie, lo que nadie de los anteriores quiso recoger, en las condiciones más difíciles de visión y ubicación. También por esto recibieron el mismo índice de salario.

Entonces el padre cuestiona a quienes murmuran contra él por su criterio y les dice que su justicia es verdadera porque el precio era por día, no por hora. Porque el día le pertenece y es su voluntad decidir. Un denario al día es la cantidad de poder que cada siervo necesita para completar la obra que le fue encomendada y no necesita el Señor dar más porque no aceleraría su trabajo.

Menciona el Señor Jesús que es bueno el padre de familia porque vio porque todos fueran pagados en la misma tarifa y consideró que los últimos, a pesar de que trabajaron menos horas, fue mucho más difícil completar la faena y los primeros, al tener todo a su disposición lo hicieron igual de bien que los otros.

No hay agravio ni engaño. No hay embuste o fraude. Todo fue convenido en presencia de cada quien y cada quien recibió por lo que se le contrató, no por la apariencia o criterios fuera de quien paga.

Y otra vez, los primeros serán postreros y viceversa porque es más difícil en estos días creer en Jesucristo, pues demanda más fe, mejor testimonio y la lucha contra el mal y el malo es más ardua. También porque quienes recibieron el primer testimonio no lo cuidaron y terminaron desechando a quien resultó ser la Profecía cumplida.

Bendito sea el Padre celestial porque Su justicia es perfecta y Su bondad manifiesta en todas las épocas, siendo nosotros los jornaleros de las últimas jornadas.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.

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