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Tú eres el Cristo: El Hijo del Dios Viviente. 

Tú eres el Cristo: El Hijo del Dios Viviente.

 

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

El Señor Jesús, luego de explicar esta malinterpretación de la levadura, pasó a Cesarea de Filipo a continuar con su ministerio. En Mateo 16:13-20 tenemos el siguiente hecho importante que da título a esta entrega. Leamos:

13 Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? 14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. 15 Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? 16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. 20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.

En este lugar Jesús inquiere con sus discípulos lo que la gente piensa de él. A decir y testimonio de ellos, que unos pensaban que era Juan el Bautista reencarnado de algún modo. Otros, según la profecía que era Elías, y otros más algún profeta, pero no el mencionado en Deuteronomio. Es decir, el pueblo no ignoraba del todo la ley, pero tampoco eran avezados en ella y por tanto, tenían diversas opiniones.

Luego Jesús pregunta a sus discípulos quién es él en su opinión.

Pedro, inspirado por el Espíritu Santo dice la frase con la cual todo hombre al confesarlo de labios y con todo el corazón, mente y fuerzas declara:

Tú eres el Cristo, el HIJO del Dios Viviente.

El Señor Jesús se gozó al extremo.

Porque no fue su discípulo, sino que el Padre le reconoce como tal delante de los hombres y por eso pone en sus labios esta frase de fe para salvación.

En seguida, el Señor Jesús profetiza hechos poderosos en tiempo presente y futuro.

Primero, bendice a Pedro, llamándolo bienaventurado al ser instrumento de Dios para confesar la Única verdad absoluta. En segundo lugar, le confirmó su esencia: piedra viva usada para clamar a Dios ante los hombres.

Luego habla sobre sí mismo quién es la Roca sobre la cual edificará su iglesia. No Pedro, piedra, sino Jesucristo, Roca. Luego a Pedro le daría después las llaves del reino de los cielos, o sea, el poder operante del Espíritu Santo para realizar los milagros que sucederían más tarde en Hechos y la inspiración para redactar sus cartas. Obvio a los demás discípulos por igual, pero como Pedro fue quien confesó sería el instrumento para más enseñanzas. Le enseñó en ese momento cómo se usa el poder del Espíritu Santo: atar en la tierra para desatar en los cielos; desatar en la tierra para desatar en los cielos. Ese poder no cualquiera lo tiene. En aquel entonces solo ellos tendrían momentáneamente tal poder cuarenta días después de la ascensión de Jesús al cielo y prontamente con la iglesia expandiéndose se diversificó.

Ahora nosotros, si permanecemos fuertes y fieles en fe, oración y santidad, podremos tenerlo activo y operante. Deseémoslo si queremos servir al Señor como aquellos apóstoles de poder espiritual. Nada nos detiene, es cuestión de solicitarlo con fe y esperar la anuencia de nuestro Señor Jesucristo.

Finalmente, les pide a los discípulos no confesar tal verdad, porque no era el tiempo y esto debía ser por un acto de fe, no de propaganda. El mundo no estaba todavía listo porque él aún no resucitaba. Tendría que resucitar para que la frase tuviera el sentido espiritual de salvación que ahora tiene y seguirá teniendo.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.

 


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