Amados hermanos: que el amor, la paz, la gracia, la fe y la sabiduría espiritual en el conocimiento del Padre a través de Cristo sea en ustedes abundante, amén.
Amados hermanos, en este número se concluye una carta preciosísima cuyo contenido es para pocos destinatarios, los verdaderos creyentes del Señor Jesús. En la última sección de este capítulo la dirige sólo a las ovejas del Señor Jesús. Esta es la voz que oímos, la que nos exhorta a no dejar de creer en él y por tanto, a que el amor se enfríe.
Informa el Espíritu por medio de Juan:
a) Que tenemos vida eterna asegurada, mientras que;
b) Creamos en el nombre del Hijo de Dios.
Luego, por efecto de prueba evidente señala que, si pedimos cosa alguna conforme a su voluntad, él nos oye.
¿Qué, cuál, quién?
¿Qué cosas podemos pedir? Las que nos ayuden a perfeccionar nuestra relación con Dios, las que nos ayuden a oír mejor a Cristo y las que promuevan el fortalecimiento del Espíritu Santo. ¿Pensó acaso en riquezas, fama, poder terrenal, poderes humanos? No, nada de eso.
¿Cuál voluntad? La de Dios Padre, porque en esto se agrada Él que usemos el nombre de Su Hijo como contraseña secreta de tener acceso directo a Él.
¿Quién nos oye? El Hijo, quien intercede por nosotros en las cosas tocantes al Padre y él mismo en las cosas que le competen a él, nos las brinda, por saber usar su nombre como conviene.
Pero entonces, ¿nada en la tierra podemos pedir entonces? ¡Oh sí! Ciertamente sí, pero las que necesitemos para no vivir en desnudez, miseria y lástima. Bendiciones materiales podremos recibir, siempre y cuando estemos listos para recibirlas y repartirlas y no retenerlas.
Además, podremos pedir por los hermanos que cometan pecados por su debilidad sean atraídos de nuevo al amor y sujeción por el Espíritu, mientras no sea de muerte.
Hay pecado de muerte, sobre el que el Espíritu no sugiere que se pida. ¿Cuáles son estos? La traición, la apostasía, la soberbia, la ofensa al Espíritu Santo y el odio, puesto que quienes practican estas acciones ya básicamente hicieron su decisión de no ser salvos y regresar. En el caso expreso de la ofensa al Espíritu Santo, ocurrió en el tiempo en que el Señor Jesús estuvo aquí.
Luego menciona que toda injusticia es pecado, o sea, no darle a cada quien lo que merece, en especial no darle a Dios lo que es de Dios para dárselo a César. En esto se fundamenta el pecado, en no darle a Dios lo que a Él le toca, y el de muerte también, el que niega al Hijo en obras, pero además en el corazón.
Por esto mismo, que los nacidos en Dios no practicamos el pecado porque el pecado es dirigirse al punto más opuesto a Dios; aunque erramos y nos equivocamos, somos rescatados, levantados y limpiados las veces que sean necesarias hasta que aprendamos a oír, creer y obedecer. El maligno no nos toca porque viviendo Cristo en nosotros él no tiene parte ni suerte con el príncipe de este mundo.
Además, el mundo y Dios son puntos opuestos, el diablo está en la dirección del mundo y Dios en el punto de vida eterna.
Lo que el diablo pregona es la mentira; es decir todo argumento o doctrina que niegue Jesucristo como la verdad; toda palabra que minimice o desvíe el torrente de la fe hacia ente, cosa o persona que no es Jesucristo.
Al verdadero Dios le ha placido darle esa potestad al Hijo, Jesucristo: ser la verdad que salva a los hombres, porque al Único y sabio Dios determinó que solamente por él se aspire a la vida eterna. No significa que Jesucristo sea Dios, como muchos podrían malinterpretar, sino que el Verdadero es Dios y Su Verdad es Jesucristo. Cualquier otro es satanás disfrazado de ángel de luz. Además, no es persona, figura, efigie, busto o retrato, sino es Espíritu. No hay otro Dios, sino el Padre; la verdadera forma de Jesucristo está velada a nuestros sentidos; así, no hay modo de decir “esto es Cristo” sino viles ídolos de materia corruptible.
Con esto se termina la primera carta de nuestro amado hermano Juan. Dejamos 1ª Juan 5: 13-20 para su lectura meditabunda en el Espíritu.
La paz, gracia amor y sabiduría del Señor Jesucristo sea en todos ustedes amados hermanos, en su espíritu, amén.
13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. 14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. 15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. 16 Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. 17 Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte. 18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca. 19 Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno. 20 Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna. 21 Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén
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