Que el amor, la gracia y la paz de lo Alto sea en ustedes, por gracia de nuestro Señor Jesucristo amados hermanos, en su espíritu, amén. Desde México enviamos un abrazo fraternal.
Mateo 8:23-27 nos enseña el poder de Jesucristo, quien aun siendo carne no perdió su privilegio (en este caso siendo auxiliado por el Espíritu Santo) de tener bajo su dominio a la naturaleza, propiedad de Su Padre. Pero el copista se centra en la acción y no en el trasfondo del hecho de poder. Mas pongámonos en contexto y leamos el pasaje antes mencionado:
23 Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25 Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26 Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?
Cuando se empieza en el ministerio, es necesario tener hechos de poder, para convencimiento de incrédulos y el establecimiento de los siervos de Dios en su entorno contemporáneo. Siendo el mar de Galilea no tan grande cuerpo de agua se menciona que la tormenta desatada era algo por demás inusual que provocó el terror en los discípulos quienes, acotando, no tenían el Espíritu Santo y dependían totalmente de su Maestro. En este tenor interrumpen el dormitar y sueño del Señor Jesús, quien sabía lo que tenía qué hacer y tras despertar realiza su obra poderosa. Parte de la enseñanza es que desde el reposo y la paz han de actuar los siervos de Jesucristo, nunca desde la emoción, cualquiera que sea esta. La impetuosidad no es de Dios, sino la firmeza.
El Señor les enseña mediante una llamada de atención de que no deben tener miedo, a que su carne debe ser controlada y guarden compostura ante eventos magnos aparentemente peligrosos o mortales.
La paz y la fe unen fuerzas.
El poder y el dominio propio son necesarios en este tipo de operaciones.
El Espíritu Santo es quien somete o doblega entornos funestos y contrarios porque son las obras marcadas para que la esencia y presencia de Dios se manifiesten ante los testigos, los cuales, unos serán para ser salvos y otros para ser comunicadores de tales acontecimientos. Nosotros somos el instrumento por el cual la Deidad actúa diciendo. “YO ESTOY PRESENTE AQUÍ”.
¿Y cuáles palabras expresó Jesucristo para reprender tales vientos? Esas son privativas de aquel tiempo, porque todas las cosas en él son hechas nuevas y ahora en su nombre habremos de reprender tales situaciones, palabras dadas por el Espíritu Santo.
También se puede analizar que el Señor Jesús es el Señor de la Creación, él tiene la misma potestad del Padre de cambiar cosas en nuestro entorno natural, ya sea desatando lluvias o bien atándolas, vientos frescos o cálidos, siempre y cuando no contravenga el devenir ya establecido, o sea, sustituir el verano por el invierno o viceversa y cosas por el estilo porque eso tentaría a Dios. Poderoso es nuestro Salvador que rogando al Padre nos concede alguna bonanza estacional o climática. Y testimonio hay al respecto. Hemos pedido lluvias para nuestra región con ahínco, esperanza, paciencia y fe y nuestro Señor nos ha provisto de tal bendición. Agradecemos al Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y a nuestro Señor Jesucristo por esta misericordia, a lo cual, gozosos decimos: “¡Alabado sea a quien los vientos y la mar le obedecen!”
Para finalizar señalar que el propósito es el mismo: causar terror entre los perversos, sorpresa y perplejidad a los incrédulos y esperanza a los que han de ser salvos.
Que el amor, la gracia y sabiduría de Cristo Jesús, Señor nuestro sea en ustedes amados, en su espíritu, amén.
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