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Sed pues, vosotros perfectos

Que el amor, la gracia y la paz del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, en su espíritu, amén.

Amados, nuestra relación con Dios no solamente es mediante la invocación y la lectura, sino más bien en la práctica. En los anteriores temas vimos cómo el Señor Jesús nos enseña doctrina, nos da ejemplos y otorga mandamientos a observar. También da razón.

Ahora, en su poder de Maestro -quien conoce la voluntad de Dios a la perfección- nos explica lo fatuo de las obras humanas simples, lo nada útil de hacer lo terrenalmente obvio y lógico.

En Mateo 5:46-48 se lee:

46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

En el versículo 46 señala que amar a los que nos aman no implica recompensa porque precisamente la mutualidad del sentimiento es la recompensa. Valor agregado no tiene, pues el mundo es capaz de hacerlo y he aquí que somos entes vivos por la sangre de Cristo. Por eso Jesús ahora en su evangelio determina que el amor hacia los que amamos es lo mínimo requerido, amar a los enemigos es el estándar de actividad espiritual esperado por la Deidad. Obviamente solo puede llegarse a esta práctica del amor con el poder del Espíritu Santo, lo que prueba la tesis dada anteriormente.

En el versículo 47 plantea otra situación: la salutación, es decir la convivencia. Menciona el Señor que no basta que entre los hermanos convivamos, como si fuésemos comunidades cerradas, hurañas y antisociales. ¡No! Por el contrario, hay que convivir con los de afuera, con los del mundo para que ellos vean, perciban y sientan del amor de Dios a través nuestro, si no ¿cómo? Es cuestión de dar testimonio, no ser partícipes de sus pecados, lujurias, concupiscencias, malas obras, etc. y ése es nuestro valor agregado: andar en el mundo sin contaminarnos de éste.

Se llega, pues, a la conclusión: ser perfectos como nuestro Padre en los cielos es perfecto. Es decir, el Padre interactúa con los incrédulos en su papel de Dios y con nosotros como Padre y no se contamina de nuestra Humanidad. No se arrepiente, no cambia las reglas a capricho y es fiel. Entonces el Señor Jesús nos enseña que haciendo las cosas que él nos dice que hagamos, obedecemos y emulamos la acción del Padre y esa obediencia constante nos hace ser perfectos como Él, pues actuando en el mundo con los inconversos, teniendo comunicación y relación con ellos no nos contaminamos y brillamos, somos sal, tierra, sufrimos, padecemos, amamos, oramos, bendecimos y nos guardamos en el Espíritu. Esa es la perfección en los términos de Dios.

Esperamos que este tema les sea de gran bendición. Que les ayude a ser fieles y aspirar a servir a nuestro Señor Jesucristo con mucho ahínco.

El amor, gracia y paz del Señor Jesucristo es con ustedes, amados hermanos, amén.

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