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Sed pues, sobrios y velad en oración.

Amados hermanos del Señor Jesucristo, la paz, gracia y sabiduría, además del amor fraternal les sea otorgado en abundancia y sea en su espíritu, amén.

Iniciamos el capítulo 4 de la primera carta del hermano Pedro -apóstol de Jesucristo quien escribió a los hermanos hebreos dispersos- en donde el Espíritu le revela muchas funciones que nosotros, como creyentes de los últimos tiempos, debemos poner en práctica más temprano que tarde, a fin de ser hallados perfectos en los asuntos de nuestro Padre y ministerios de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

En los primeros dos versículos no hay mucho que ampliar, pues todo es muy claro: es simplemente mirarse al espejo y decirse a uno mismo: “A ver tú ¿ya estás en camino de ser como Jesucristo?” Es decir, realizar el examen de conciencia para entender que venimos a ser testimonio y a padecer por causa de ser luz y sal, como él en su tiempo. Insta a complacer a nuestro Padre, haciendo su voluntad.

A cierto tiempo, andando por el Espíritu ya deberíamos tener hastío de hacer el mal, asco a contaminarnos, una auténtica resistencia a pecar y aversión a ser débiles espirituales. No podemos ya darnos el lujo de actuar como paganos, idólatras, mundanos y extraviados mencionando el nombre de Jesús como cualquier cosa. No más, amados hermanos, porque entonces ¿cuándo será tiempo de dar testimonio?

Ahora bien, si decidimos seguir a Cristo, pensar como él en padecer en la carne para que el Espíritu sea vencedor es cuando el mundo, sus engañados y el diablo notarán aún más nuestra presencia y se sentirán incómodos, no porque les hagamos algo, sino porque en nuestra imagen se ve a Dios y a Cristo, y el resplandor del Espíritu Santo les agobia, por eso es que procuran apagar la luz con sus insidias, molestias y ataques.

Mas esto no nos debe importar en lo absoluto sino por el contrario, gozarnos por dos razones:

a) Seremos liberados de ese temporal por el poder del Espíritu en victoria, tan solo es resistir y no caer en sus estratagemas, dando el testimonio de Cristo anunciándoles que la visitación ha llegado a ellos y no le recibieron sino le rechazaron.

b) Los que se presten a formar parte de esos ataques en contra nuestra, sea quien sea, habrá de dar cuentas de ese ultraje y alevoso proceder ante el Juez Justo, si no se hubiesen arrepentido de sus malas obras.

Parte del evangelio es actuar con sobriedad, es decir, no actuar por impulsos, anhelos huecos o sentimentalismos, sino por guía del Espíritu Santo. En otras palabras, actuar con propiedad, sabiendo que tenemos alcurnia espiritual que preservar y exhibir. Y por esto cuando no estábamos en Cristo estuvimos muertos, pues la muerte se paga estando en la carne. Por consecuencia, quienes no crean siguen estando muertos, pues no han pasado a vida, la espiritual que otorga Cristo y por medio del Espíritu Santo es el modo en cómo Dios nos vivifica.

La oración es parte de la sobriedad: ocupando el tiempo en practicar el amor realizando plegarias de todo tipo a nuestro Padre en el nombre de Cristo, redimimos el tiempo. ¿Por qué? Porque ese tiempo lo dedicamos a Él y no a nadie más. Por tanto, aumenta nuestra inversión espiritual y nos hacemos más pobres y menos deseables al mundo: nos acercamos más a lo verdadero y dejamos la imagen falsa de paz, bienestar, alegría y posesión.

También el amor fraternal es otro momento de sobriedad pues al estar ocupados en dispersarlo, dejamos de tener tiempo para vanidades, actividades insulsas y mundanidades. Recordemos: no podemos vivir dos vidas al mismo tiempo y eventualmente seremos llevados a la perfección, siempre y cuando nos renunciemos, tomemos nuestra cruz y sigamos los pasos de nuestro Maestro. Además, la promesa de nuestro Cristo es que compartiendo el amor unos a otros de manera sincera y fraternal, muchos de nuestros pecados son perdonados, expiados y olvidados.

También, dentro del marco de la sobriedad espiritual es hospedar sin murmurar, porque no sabemos las causas por las cuales a veces habrá que alimentar, apoyar y curar a los siervos de Jesucristo en necesidad o simplemente pasen. En amor, fe, esperanza y gozo, solventemos a nuestros consiervos porque “el que ayuda al pobre al Señor le presta”.

También hermanos, hay que ser solícitos en los dones espirituales para brindarlos a nuestros hermanos, pues las riquezas espirituales que poseamos no podemos retenerlas dado que si no invertimos no obtendremos réditos. El dinero espiritual no es tampoco para acumularse, sino repartirse con liberalidad. Y entre nosotros quienes ejerzan los ministerios, háganlo para el Señor, pues el Padre es glorificado cuando obedecemos a nuestro Señor Jesucristo en sus mandamientos.

Así pues, hermanos, vemos que hay mucho por hacer como para seguirnos entreteniendo en los asuntos del mundo. No me refiero a que dejemos de hacer las cosas del mundo, pero no dediquemos todo el tiempo a eso, pues el Padre sabe que tenemos que trabajar o estudiar. Somos libres, pero usemos esa libertad para agradarle a Él antes que a los hombres o a nosotros mismos exclusivamente.

Dejamos la escritura a su consideración en 1ª Pedro 4:1-11.

La paz, gracia y amor del Señor Jesús es ustedes, amén.


4 Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, 2 para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. 3 Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías. 4 A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan; 5 pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. 6 Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios. 7 Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. 8 Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. 9 Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. 10 Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 11 Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.


Tags: Oración, Amor, Sobriedad, Dones, Espíritu Santo, Amor fraternal, Renunciación

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