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Rogad, pues al Señor de la mies que envíe obreros a su mies

Que la gracia, el amor, la paz y la sabiduría del Señor Jesucristo sea en ustedes amados hermanos, amén.

El copista nuevamente descontextualiza el verdadero mensaje de este texto. Pero en esta ocasión ponemos sin más preámbulos el pasaje de este número, Mateo 9:35-38:

35 Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. 38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.

Menciona por el Espíritu Santo Mateo que Jesús estaba activo en su recorrer por la nación de Israel en ciudades y aldeas, porque el tiempo le apremiaba y debía cumplir con su cometido de terminar el recorrido ya preestablecido por Dios.

Jesús hacía tres cosas como su ministerio:

a) Enseñando en las sinagogas de ellos: Escudriñad las escrituras, hacía cumplir esta palabra en su pueblo para que por medio de la propia palabra enviaba a ellos se dieran cuenta que el Dios de ellos había cumplido Su promesa y tenían tan solo que dar por válido y convencerse para creer.

b) Predicando el evangelio del reino: Anunciar el nuevo pacto con el propósito de hacer más fácil y a través suyo a las próximas generaciones de sus hermanos, al pueblo todavía del Señor y al resto del mundo, la tan anhelada reconciliación con Dios.

c) Sanando toda enfermedad y toda dolencia del pueblo: cumple otra profecía dada siglos antes donde Dios dijo que por la llaga del Cordero sería sanado el pueblo. Los milagros de Cristo señalan misericordia, amor, empatía y fraternidad para con los suyos.

Y, de hecho, señala la propia escritura que nuestro amado Jesús sintió en su alma compasión por su pueblo, pues sabía que su condición espiritual era la de ovejas descarriadas sin pastor porque desde hace tiempo Dios les había dejado de hablar por su rebeldía y su necio capricho de ser uno con el mundo y no con Él. Sintió eso porque, además, su estadía era muy poca y él solo no podría alcanzar todos los rincones de la Tierra, pues su propósito era solamente para con el remanente escogido de las doce tribus. El vio a toda la Humanidad: pasada, presente y futura y supo que solamente el poder de lo Alto podría hacer esto: recoger toda la mies antes de la siega.

Por eso solicita a los discípulos, luego apóstoles y después a nosotros: Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

Sí, la mies es mucha. Sí, los obreros dispuestos son pocos. Pero Poderoso Dios es el Padre y nos encomienda a que según la época en que vivamos roguemos al Señor de la Mies, nuestro Padre celestial, provea enviados suyos que cumplan con la tarea de recoger la mies que lleven el nombre de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, a toda alma viviente para que aspire a ser creyente. Y eso habrá de suceder de generación en generación hasta que él venga… Después de ahí se acaba la vigencia y entrará ya de lleno el verdadero poder justiciero del Cordero Inmolado.

Esto -ruego al Señor de la mies- es lo importante. Roguemos hermanos todos juntos en la congregación de cada quien, en un solo corazón y a una sola voz -que en la ciudad, región, provincia, estado, departamento, región y país en donde habitemos- que el Padre no cese de enviar enviados suyos a hablar de Cristo y que el número de redimidos sea completado.

Este es el verdadero mensaje y no lo otro.

Leamos el texto y no los títulos, porque lo esencial son los versículos. Por eso instamos a que leamos libro por libro, capítulo por capítulo y versículo por versículo con la mente de Cristo y la revelación del Espíritu Santo para encontrar los tesoros del conocimiento de Dios. Que el amor, la gracia y la paz del Señor Jesucristo sea en ustedes en su espíritu hermanos, amén.

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