Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.
En el anterior número vimos cómo la carne es seducida por el diablo para estorbar la obra de Dios, en este caso, el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. Ahora, en Mateo 16:24-28 podremos encontrar tesoros de promesas sobre lo que se obtendrá si un alma lee, cree, confiesa a Jesucristo como el Hijo de Dios y lo valora como el mejor tesoro siendo además obediente.
Leamos el texto:
24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. 25 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. 26 Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? 27 Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. 28 De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.
Jesucristo pide y establece que para seguirlo uno tiene que negarse a sí mismo, porque uno tiene que confiar en que Jesucristo nos llevará al Padre y a la Eternidad. ¿Por qué tenemos qué negarnos a nosotros mismos? ¿cómo se hace eso? ¿Para qué debo hacerlo?
Las respuestas son: porque la carne y sangre no tienen parte ni suerte con lo espiritual y eterno, además, porque no tienen conocimiento alguno de Dios, por tanto, no pueden hacer frutos dignos de sacrificio a Él. En la segunda pregunta, es confesando que Jesucristo es el Hijo de Dios y que Dios le levantó de entre los muertos, entendiendo que uno no tiene más poder que el de decidir seguir a Cristo sin cuestionar su palabra o evangelio, Además de obedecer estas y muchas otras más ordenanzas y mandamientos hallados en el nuevo pacto. Sobre el tercer cuestionamiento, comentar que se hace voluntariamente para agradar al Padre y conceder que Su forma de ver la vida sea como Dios la ve y no como el mundo quiere ver la realidad.
Es decir, que negándonos a nosotros mismos, somos capaces de percibir todo esto desde la perspectiva del Creador, el Altísimo, nuestro Padre aun en esta dimensión que nos limita, por medio del Espíritu Santo.
Seguir a Jesús implica dejar todo lo que antes nos caracterizó atrás. Todo lo que éramos, lo que queríamos, lo que envidiamos e incluso por lo que estuviéramos dispuestos a sufrir o morir para ver que lo que él ofrece es total, perfecto y completo al final del camino; y el durante es la renunciación del “yo”. El diablo, la religión y mundo dicen que esto es un abandono, una pérdida de tiempo y un craso error psicológico; pero en realidad, es el encuentro con el verdadero “yo”, el espiritual que conoce a Dios y es de naturaleza eterna y dialoga con Él, así como el primer Adán lo hiciese antes de su desastrosa caída por oír una voz ajena al Creador.
Y el Señor Jesús lo explica así: el que quiera salvar su vida la perderá. Esto es: decidir quedarse en esta realidad mundana y perecedera con el ciclo de la vida y la transformación de la masa y la materia quedando ese reflejo en nada y nadie al término de su tiempo aquí. Siguiendo a Jesucristo abandonamos esta terrible situación: somos gradualmente transformados en el nuevo ser que habrá de trascender y permanecer para siempre cuando estos días acaben aquí. Aquí muere el pellejo: la grasa y enzimas ahora forman parte de otro ente, pero la esencia del alma recupera su forma cuando venga nuestro Rey, el Hijo de Dios por segunda vez y no habrá jamás entropía en aquel cuerpo.
Pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Con esto, se declara lo anterior, si dejamos lo viejo y perecedero: nuestra vida mundana, nuestros deseos pecaminosos, nuestra soberbia, necedad y envidia; y el tiempo que Dios nos da en esta Tierra lo usamos para caminar en Cristo siguiéndolo sin dudar, el Señor nos lo regresará. Lo que sea que vivamos en tiempo, dediquémoslo a creer, seguir y obedecer fielmente a Jesucristo.
El mundo le dice perder la vida, porque “se desaprovecha en vivirla” con desenfrenos, perversiones, caprichos, vanidades, concupiscencias, rebeldías, excesos, adoración extrema al “yo” como esas corrientes existencialistas perversas pregonan: YOLO “you only live once” sólo se vive una vez, la vida es una, vivir haciendo cosas efímeras como bailar, cantar, etcétera.
Engaños que el cine, la filosofía, el capitalismo, la religión, el consumismo, la cultura, el ateísmo, el falso evangelio de la prosperidad, la prensa, la televisión, internet y falsos maestros se desgargantan con tal de ser oídos por los incautos e hijos de perdición.
Para ellos lo único que importa es que no se oiga la voz de los enviados de Jesucristo Señor nuestro para que no le crean y lo sigan.
Precisamente por eso reflexiona y dicta el versículo 26, que en otras palabras les dice a los incrédulos: “¿tiene algo de bueno el desoírme? ¿Es provechoso para ustedes ignorarme? ¿acaso creen que, con voltearme la espalda, cierren su oído y su corazón se desactiva mi palabra? ¿Están seguros de esto que hacen para su propio mal? ¿tan empeñados están en no vivir en la eternidad por caprichos demoníacos?” Dura realidad, pero es la verdad. Eso dice el Señor Jesús en palabras actuales.
Y sentencia nuestro amado Cordero Inmolado para nosotros: él de cualquier forma vendrá. Crean o no, le confiesen o no, vivan o no, le esperen o no, le obedezcan o no y le sigan o no.
Y los que hayan hecho esto y hagan en aquel tiempo esto: creer, confesarle, vivir en él, esperándole, obedeciéndole y siguiéndole, recibirán como pago todas las promesas, privilegios, vida eterna nueva y plena libre de pecado y maldad, réditos, nombre nuevo y trato directo con el Padre.
Quienes no, tienen su fatal destino sellado.
Cierra incluso diciendo que de entre los discípulos, a manera de señal y profecía, algunos no gustarían la muerte, hasta verlo regresar en su reino. Se refería al amado apóstol Juan, quien en su longeva vida recibió el mandato de escribir el Apocalipsis. Él viajó al futuro en tiempo presente y Jesucristo trajo el futuro al presente para que Juan -en su línea de tiempo prefijada por Dios- no gustase la muerte. Así de poderoso nuestro Señor Jesús, Señor Todopoderoso Soberano del Tiempo y el Espacio. Juan ya murió, pero su legado quedó para demostrar que nuestro Cristo cumplió su palabra y lo preservó para que este libro maravilloso y profético lo leamos y sigamos al pie de la letra. Y digo su legado porqué así lo distinguió el señor Jesús y si se fijan al día de hoy se habla de ellos, por tanto siguen vivos hasta este momento, año 2024, mes de mayo, siendo las 6:53 pm con 24 segundos y contando en algún punto del noreste mexicano y así más testigos después de este momento hasta que él venga, porque Dios no es Dios de muertos, sino de Vivos.
Nosotros creemos y sabemos que Jesucristo fue, es y será Eterno y a partir de su resurrección es el Rey Victorioso en funciones: Hijo Todopoderoso de Dios y quien así no lo confiese o lo niegue que se aparte de nosotros.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.
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