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Promesas hermosas

Que el amor, la gracia y la paz del Señor Jesús sea en todos ustedes amados, en su espíritu, Los hermanos acá en México les enviamos un fraternal saludo amoroso, instándoles a no negar el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Salvador y Maestro.

El capítulo 10 culmina de una forma maravillosa y consoladora al hablarnos del destino espiritual de quienes aporten o ayuden genuinamente a los hermanos, enviados y colaboradores de Dios en el evangelio. Leamos lo que está en Mateo 10:40-42:

40 El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. 41 El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. 42 Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.

El Señor reconoce que hay almas piadosas que están en el momento justo para auxiliar a los enviados de Cristo en momentos de apremio, necesidad y angustia en territorios hostiles donde aún no hay iglesias. No se requiere mucho más que amor, misericordia y buena voluntad de servir.

Y señaliza nuestro amado Salvador que quien reciba a los enviados, recibe a Jesucristo mismo, pues estos siervos son de Cristo y son sus heraldos.

Y quien recibe a Cristo, recibe al Padre mismo también, pues Él lo envió y por tanto, acepta el mensaje con oído dócil y voluntad dispuesta.

Menciona a dos tipos de enviados: profetas y justos. Los profetas son los que pregonan señales y verdades venideras en el entorno local y los justos son los hermanos que tienen un testimonio de prueba de fe y que son auxiliados por almas nobles y dignas de recibir la vida eterna.

Estos seres humanos son inconversos, pero están llamados a ser parte de la familia espiritual de Dios puesto que al apoyar al esparcimiento de la escritura en la región donde se encuentran se hacen dignos de recibir recompensas. Y no hace falta que hagan mucho: solo tener corazón, conciencia y valor de suplir una necesidad, atender una llaga, enfermedad o prisión, etcétera. Algo tan simple como dar agua fría ya es merecedor de recompensa.

Así pues, no temamos porque más almas se agregarán y no nos afanemos porque el Señor tiene una multiforme gracia y sabiduría de encontrar a las ovejas perdidas.

Que el amor, la paz, la gracia, el amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.



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