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  • Foto del escritorCuerpo Editorial

Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor.

Amados hermanos, lectores y creyentes del Señor Jesús: bendiciones de lo Alto, el amor no mengüe, la paz sea esparcida y la esperanza brille como sol de verano para que el mundo atestigüe que nuestro vivir es Cristo, amén.

En este número culminamos un año más, el 2020, lleno de pruebas al mundo, pero a nosotros nos dan lecciones de amor y fidelidad de parte de Cristo, haciendo cumplir sus promesas de guardarnos. Es necesario que esto acontezca para que sea revelado él como el Salvador de los hombres, así se llega al número de los redimidos y así él pueda venir.

También terminamos la carta de Santiago, llena de mandamientos, reprensiones y alertas para que no cejemos ni dejemos ir nuestro galardón eterno por atender cosas vanas, pecaminosas e inútiles termina aquí. Esperamos en el Señor que, hermanos, su comunión sea para celebrar la muerte de Cristo, pedir por su venida y que nos guarde en amor fraternal. No dejaremos de insistir que el único predicado sea Jesucristo, el Hijo del Dios Vivo, quien murió y fue resucitado al tercer día, sí, amén.

Aquí el apóstol Santiago, en el capítulo 5 versículos 7 y posteriores, baja el tono de su fuerte palabra y ahora como a un hermano mayor aconseja a sus hermanos menores evitar la maldad a toda costa, es reflejo de su amor.

Suave y apacible, enseña a los hermanos la hermosa lección de la paciencia con una analogía, la de un labrador que espera las lluvias. Ciertamente, éste tipo de trabajador hace la mitad de la encomienda: preparar la tierra, siembra, cuidar su parcela de plagas, malezas e inclemencias del tiempo y espera la otra mitad: la bendición de una lluvia que no depende de él, pero al saber el tiempo calcula cuándo debe sembrarse y esto, en correlación perfecta con el reloj biológico de la planta que siembra, sabrá que recibirá su cosecha que le permitirá no solo alimentarse, sino lucrar con el resto para atender el resto de las necesidades. Esta es nuestra función: trabajar como este jornalero para recibir la bendición de nuestro Dios, en lo secular, sí; pero más en lo espiritual, en el testimonio del amor de Cristo en nosotros. Ciertamente las primeras riquezas son para nosotros mismos, pero las demás es para darlas con liberalidad, de acuerdo con los versículos 7 y 8.

La recompensa comienza con la venida del Señor Jesús, porque seremos arrebatados, llamados a cobrar nuestro salario, según hayamos trabajado y producido en su parcela.

Vuelve en el versículo 9 a no ser quejumbrosos ni criticones, porque tras Cristo viene el principio del juicio. Y si somos hallados faltos, el Señor Jesús nos lo reclamará en el Tribunal suyo que se celebrará con los salvos por él.

Pide el apóstol que no tengamos miedo a la aflicción, ni tampoco huyamos de la paciencia, porque, para ellos pone de ejemplo a los profetas y Job, en quienes al principio hubo dolores de parto en todos ellos, al final dieron a luz esperanza y victoria pues fueron fieles en lo poco y serán recompensados en lo mucho. En cuanto a nosotros, tenemos al propio Señor Jesucristo; luego a los doce apóstoles (no el Iscariote, por supuesto); posteriormente todos los hermanos descritos en el nuevo pacto, incluyendo a otro servidores de Cristo como Pablo, Silas, Bernabé, Timoteo, Filemón, Tito, Aquila y Priscila y Apolos, entre muchos más; y finalmente a quienes cronológicamente fueron siendo testimonio a cada época hasta los que hoy, quincena de diciembre 2020 en que se escribe este blog, más quienes habrán de terminar con su misión y partan hasta su venida, estaremos siendo parte de esta promesa. ¡Todos veremos el Día del Señor, pero solamente los que creímos en Jesucristo como el Hijo de Dios sin claudicar y negarle tendremos una consolación, un regalo y una recompensa! ¡Amén, sí Señor: amén! ¡Nuestro Padre siempre ha sido misericordioso y compasivo!

Recuerda otra vez la advertencia del Espíritu, no juremos insensatamente y sobre esto simplemente no jurar, someternos a la regla del Señor Jesús: sea vuestro hablar sí o no, pues tanto entre nosotros como con el mundo, no podemos dejar como fiador a nuestro Señor y Dios, dueño de todo lo que somos y vemos. Además, evitar que seamos condenados (no al infierno) por nuestra falta y seamos remitidos a la justicia por incumplidos.

Posteriormente nos da una puerta de escape cuando la aflicción nos embargue nuestro corazón y robe la paz: orar. ¿Por qué? ¿No oró el mismo Jesús cuando justo antes de ser entregado no durmió, sino que oró y oró porque su carne le embargó con aflicción que su muerte y sufrimiento estaba cerca? ¿No así todos hemos enfrentado situaciones, personas, enfermedades, pruebas, tentaciones, fines de ciclo que turban nuestra alma? La oración pues, es el botón de pánico nuestro para que nuestro Padre nos auxilie, el Señor Jesús nos conforte y el Espíritu Santo nos muestre el camino a seguir.

Dado que los hebreos tienen por cultura entonar cantos a Dios, luego resulta que también en la libertad de Cristo, podemos entonar cantos que honren el Santo nombre de Dios; ¡claro!, mientras las letras sean reveladas por el Espíritu Santo o inspiradas en la escritura y no sinsentidos humanos.

En caso de enfermedad, pide que los ancianos rueguen por estos enfermos como acto de amor, sacrificio y ofrenda de fe al Altísimo Dios. La oración como vimos, resuelve y echa fuera toda angustia y aflicción, también el dolor y todo espíritu de enfermedad. En caso de pecados, le serían perdonados, porque a veces, hay fuerte disciplina a modo de detener como freno de mano que Dios tiene, la perdición de sus almas por la incapacidad de ciertos hermanos de refrenar su instinto de pecar y no se renuncian.

Además, aconseja que no ocultemos nada unos de otros, sino que hablemos todo y seamos transparentes; para que nuestro corazón y alma estén sanos de la podredumbre del odio y los rencores. Recuerda a Elías Tisbita, como un hombre que se enojaba demasiado y se frustraba al extremo, porque en sus días la necedad del pueblo de Israel era tal que solamente unos cuantos profetas y pueblo estaban apartados de las fechorías de los reyes con los cuales él tuvo contacto. No lo juzga, sino que al contrario, Dios le concedió esa libertad de expresarse porque era su genuino celo ante las cosas del Señor y cómo los estatutos de Jehová eran mancillados y esto se lo tomó no como pecado sino como acto de fe y justicia, tanto así le fue fiel Elías que Dios lo arrebató para sí, no dejándolo probar la muerte, sino hasta después. Demostró que la fe de Elías es un grado alto para Dios, cosa que nosotros debemos aspirar, aunque el Señor Jesús define la fe empieza en una medida pequeña y crece con el tiempo.

Finalmente, el hermano apóstol Santiago termina diciendo que, si alguien por alguna causa pierde el rumbo y se sale del camino del Señor, se extravía (no se pierde porque es temporal) y otro hermano va y le hace volver al camino la verdad y la vida que es Cristo Jesús nuevamente en su corazón, declara por el Espíritu Santo que salvará de la muerte esa alma y para sí le serán perdonados multitud de pecados. Por tanto, procuremos nunca ser de los que se apartan del camino que es Cristo y sí procuremos ser de los que traen hermanos extraviados al redil del Señor.

La despedida no existe, porque seguramente el apóstol continuó comunicándose con ellos. Esta carta no tiene fin porque siguen y siguen las recomendaciones del Espíritu, ahora en el 2020, las vigentes a nuestra época, y seguramente habrá más después de nosotros, hasta que el Señor Jesucristo venga y restaure todas las cosas, como lo prometió.

Creemos y nos mantenemos, decimos nosotros a ustedes amados lectores y hermanos que estamos en la carrera de la fe: No decaigamos, no cedamos ante sutilezas, debilidades, manifestaciones del viejo hombre.

Cerramos un año más según los hombres, cerramos un libro más para honra y gloria del Señor. En estas épocas de vacaciones mundanas, absténganse amados hermanos de meter en las iglesias paganismos propios de este fin de mes de diciembre. No aflojen su esfuerzo en las oraciones para que haya un avivamiento, sobre todo no olviden rogar por la venida del Señor Jesús. El año nuevo vendrá cuando el Señor venga y durará mil años, luego una eternidad.

En cuanto a nosotros seguiremos escribiendo hasta que nuestro Señor Jesús nos releve como a Pablo. Mientras ese día llegue aquí seguiremos. Pondremos la escritura en Santiago 5:7-20 como fundamento de este tema. La paz, gracia, sabiduría y unidad en amor fraternal en Cristo Jesús, Señor y Salvador nuestro, amén. ¡Gracias por tu muerte Cristo amado! ¡Ven Señor Jesús, amén!

7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. 8 Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. 9 Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta. 10 Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. 11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo. 12 Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación. 13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. 14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. 16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Y otra vez oró, y el cielo dió lluvia, y la tierra produjo su fruto. 19 Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, 20 sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.

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