Ovejas, hijos espirituales y creyentes en la fe: que el amor, la misericordia y la paz del Señor Jesucristo esté en ustedes en esta hora, en su espíritu rebosen estas bendiciones espirituales con las cuales los bendecimos en el amor espiritual de Dios hacia ustedes, amén.
Se llega al final de la muy amplia carta de Judas en cuanto a exhortación, más que doctrina. El apóstol Judas, sabiendo del peligro de la propagación de falsos evangelios por hombres perversos, además de la aborrecible manía de pretender judaizar el testimonio de Jesucristo, escribió por inspiración del Espíritu Santo dentro de él este mensaje duro, para mantenernos despiertos. Como ya se mencionó, se tienen los distintos tiempos las mismas advertencias de herejías pues, aunque los tópicos y personajes sean distintos el fin malévolo de desvirtuar el camino hacia la salvación; enfriar al amor de Dios presente en Sus hijos; apagar y robar la fe en el Señor Jesucristo; robar la esperanza de gloria y robotizar a las congregaciones en sectas y religiones que manchan la pureza del evangelio es el mismo.
Un mismo adversario espiritual ha acechado a la Iglesia del Señor Jesucristo. Entre infiltrados y desviados ha querido destruir la obra salvadora de Cristo Jesús, pero no lo logrará, porque el número de redimidos se alcanzará y rogamos en oración continua al Padre se agreguen más y que existan valientes que arrebaten el reino de los cielos.
Basándose en lo escrito en la carta, consta en el versículo 16 que debemos siempre recordar lo que los apóstoles del Señor Jesucristo (los antiguos discípulos ya fortalecidos con el poder del Espíritu Santo) decían continuamente: que habrá burladores que andarán según sus malvados deseos. Es decir, en su mismo corazón cavilan causar daño, por tanto, no pueden disculparse o justificarse diciendo con almas confusas, sino mentes pervertidoras del bien. Y continúa: Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu. El mismo Espíritu Santo de Dios atestigua contra ellos. Pero ¿por qué muchas congregaciones los aceptan, oyen, siguen, aman, toleran, respetan e incluso los defienden? Porque renuncian a la fe, el amor, la esperanza y al Camino por dar placer a sus oídos con mensajes lisonjeros; con adulaciones para acallar su conciencia del error. Estos malvados hablan sensualidades, es decir: de un amor puro como iglesia se debería tener a Jesucristo lo tratan de corrompen para ser prostituidos y amar doctrinas huecas, vacías, blasfemas contra Dios y contra Jesucristo. Este es el verdadero grado de desgracia espiritual en la que caen quienes creen, apoyan y soportan a estos operadores del mal: adúlteros, sucios, impuros, mentirosos y doble cara. La sensualidad entra como un mensaje sutil, casi imperceptible y mancilla la perfección de lo hecho por Cristo en el alma de los que oyen y caen en esa sutileza. Oyen y caen porque su fe no está sustentada sobre la ROCA DE SALVACIÓN, es decir, el Señor Jesucristo mismo, sino que la sustentan en figuras idolátricas como el pastor, la iglesia, la biblia (el libro impreso), la congregación, la parafernalia de la convivencia social entre muchas otras cosas.
Sin embargo, la solución de esta caída funesta está al alcance de todos: edificandonos basados en una fe pura hacia Jesucristo, describiendola como santísima refiriéndose a estar al extremo apartada de toda corriente filosófica, demoníaca y humana, por medio de oración inspirada por el Espíritu Santo (NO LA CARNE, pues serían palabrerías vanas e insulsas), conservándonos en el amor de Dios (es decir, lo ya dicho por el mismo Jesús cuando estuvo en la carne, además del mensaje escrito y revelado por el apóstol Pablo, más lo integrado por lo dicho por el apóstol Juan), esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna, es decir sabedores que seremos salvados, perfectos y eternos junto con él a partir de que venga por segunda vez; cosa nada pequeña y sin embargo, raramente predicada y creída.
Y trabajo hay mucho para hacer. El estar dentro de esas redes de maldad, adulterio y derrota no implica más que estar de nuevo atados a lo que Jesucristo ya una vez hizo: dar libertad, sanidad, santidad, limpieza y vida eterna con su sacrificio mediante el derramamiento de su sangre. Para los que dentro tienen posibilidades de salir de esas cárceles espirituales, pues dudan de esas corrientes, convenciéndoles al darles instrucción de lo que es correcto delante de nuestro Señor Jesucristo y, ahora sí, sean de oído dócil para creer. A quienes estén más dentro, pero aún así el Espíritu nos revele hay propósito de arrebatarlos del fuego, habrá que ser valientes y hacerlo con una fuerte reprensión, luego con un mensaje directo del Espíritu que los haga reaccionar y luego ya, pasado el momento álgido de la confrontación, dar palabra de amor, consuelo y restauración. De los últimos, tener solamente misericordia, atenderlos con lo máximo de sana distancia, precaución y alerta (temor), pues escrito está que aun su ropa está contaminada de su herejía doctrinal y blasfemia en hechos, es decir, no el ropaje o prendas que vista, sino su testimonio, su palabra y su manera de conducirse. Dicho en otras palabras, su desnudez la cubren con andrajos y no con las vestiduras que el Señor Jesús nos dio cuando creímos en él.
El apóstol, luego de dar semejante mensaje de advertencia, se despide con un mensaje lleno de verdad espiritual, con autoridad -la misma autoridad dada de los cielos a Jesús de Nazaret para dar testimonio- y poder de bendición dados solamente por el Espíritu Santo a quienes, al leer nos maravillamos y gozamos de leer semejante ola de palabras llenas de vida, poder y consuelo. Para quienes anden en la carne, tal vez signifique muchas palabras bonitas o una “doxología” como una forma retórica -teológica- ajena a los mortales de concluir un discurso más. No queda más que colocar dichas palabras de manera literal y resaltado en letra grande, pues impacta a todo creyente y nos inyecta amor, fe, esperanza, misericordia, paz y consuelo.
24 Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría,
25 al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.
Cerramos pues con el tema y carta escrita en este tema de Judas. La paz, el amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes amados hermanos y lectores, amén.
17 Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; 18 los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. 19 Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu. 20 Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, 21 conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. 22 A algunos que dudan, convencedlos. 23 A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne. 24 Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, 25 al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.
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