top of page
Foto del escritorCuerpo Editorial

Pero sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores

La paz, gracia y amor del Señor Jesucristo sea en su espíritu amados, amén. Esperamos que en estos tiempos se guarden de toda contaminación del mundo, esperando y anhelando tanto como nosotros la venida de nuestro Señor Jesucristo. Desde México, hasta sus lugares, les amamos y rogamos por ustedes queridos lectores, hermanos y esperamos en fe ustedes hagan lo mismo por nosotros, amén.

Hoy toca leer la última parte del capítulo primero de la carta escrita por el Espíritu Santo a través del apóstol Santiago a los hermanos creyentes cuyo origen es Israel. Pudiera parecer algo cansado leer de continuo esta especificación, más me es necesario saber y recordar a quién(es) está dirigida la carta en primer lugar. Nuestra edificación es seguir el consejo como gentiles, pero la obligación es hacia estos hermanos de Israel, los de aquel tiempo y los actuales, obviamente. Seguiré especificándolo porque ante el Señor la responsabilidad es mucha y no quiero perder mi galardón por alguna omisión. Dicho lo anterior, continúo.

Inicia la lectura en el versículo 19, donde el apóstol exhorta a los creyentes hacer tres cosas:

a) Prontos para oír

b) Tardos para hablar

c) Tardo para airarse

¿Por qué? Porque la naturaleza del judío es ser celoso de su nación, origen, familia, alcurnia, apellido, cualquier idea, doctrina o tradición que considere importante y no suelen ser empáticos, mansos, afables o amables, sino más bien de carácter fuerte, arrojados y algunas veces petulantes. Pero esto no quiere el Espíritu de ellos.

Si algo caracterizó al Señor Jesús fue su mansedumbre, el oír siempre las perfidias de sus enemigos, pero no mostrar su ira al instante por cualquier entorno negativo al que se enfrentasen. Esto constituye un gran reto para nuestros amados hermanos, por eso el apóstol Santiago lo escribe en detalle. Siempre el pasado, el origen, la fama salen a relucir “somos el pueblo de Dios”, “de los judíos es la salvación”, “Jesús fue judío”, etcétera.

Luego el 20 explica perfectamente por qué este orgullo o ira individual para Dios es nada. La ira o justicia de Dios es más que suficiente para expresarse por sí misma. Si Dios llegase a mostrar ira o expresar justicia es porque en sus términos se ha colmado el plato y ya no hay espacio para misericordia o perdón. El hombre, limitado en todo, tiene la mecha corta y nuestros estándares de paz, paciencia, soporte y perdón son por ende muchísimo más limitados… ¿Imaginamos un mundo o Tierra en la cual Dios usase nuestra ira para obrar justicia? Desde hace mucho no existiéramos y no por Dios, sino por nuestra ira, que unos exterminarían a otros. Así que, enojarse nos hace perdedores ante Dios y los hombres. Si Cristo, el Hijo del Hombre, nunca usó este sentimiento para evangelizar, salvar o convencer ¿por qué ahora sí algunos pretenden eso?

El versículo 21 todavía confirma más lo anterior solicitando, además, otro par de cosas: inmundicia y abundancia de malicia. El problema de la ira en sí es, aparte que no aporta poder espiritual alguno de parte de Dios, que abre el corazón para cosas malévolas, perversas y oscuras. La inmundicia puede definirse como la mancha o marca que un creyente tiene en virtud de tener un contacto físico, constante y en aumento con alguna práctica, doctrina o ideal cuyo origen es el mundo del príncipe enemigo de Dios.

De manera que, su luz no resplandece con el mismo fulgor que si estuviera limpia su lámpara. Es la antítesis de la limpieza que otorga la sangre de Cristo. Por tanto, quien niega la eficacia de la sangre de Cristo se llena de inmundicia. Y quien no se renueva constantemente en Cristo corre el riesgo de comenzar a mancharse del mundo.

En cuanto a la abundancia de malicia, bueno, es obvio que el hombre, en su enojo natural siempre está el riesgo latente de desear el mal, la muerte, lo peor al agresor. Es por eso que, amados hermanos de Israel, la ira tiene que desaparecer, pero sí que rapidísimo de su actuar. La impaciencia, el orgullo y la petulancia tampoco tienen cabida en Cristo Jesús.

Muy por el contrario, pide el apóstol a ustedes eliminar aquello para dar lugar a mejores cofres, llamado uno de los principales la mansedumbre. Recordemos que al ser humanos tenemos muchas limitaciones, entre ellas el espacio en nuestro corazón, razón por la cual tenemos que desechar lo antiguo para dar espacio a lo nuevo por cuanto nuestra capacidad de bagaje es limitada. Guardando esta palabra dentro del baúl de la mansedumbre, activa en ella su capacidad de salvar almas.

Haré una pausa para explicar el contexto lingüístico del verbo poder en este versículo 21.

El verbo poder, aunque más precisamente su conjugación en tiempo presente simple en tercera persona del singular -puede- se interpreta como: posee la potestad de salvar si y sólo si se realiza la acción totalmente (en este caso, guardar con mansedumbre la palabra implantada); NO se refiere a que solamente haya una probabilidad de ser salvos, a pesar de cumplir con dicho requisito (en este mismo caso, guardar con mansedumbre la palabra implantada. Y es que el diablo está en los detalles. La palabra de Dios es clara, pero las tergiversaciones son obra del enemigo de Dios. De manera que, amados hermanos, al leer la escritura háganlo con fe, también con el entendimiento y si no queda algo claro, pida sabiduría a Dios, como ya se leyó. Ahora bien, ¿A qué se refiere con “si y sólo si”? Bueno, que la salvación se logra después de hacer la acción, no antes. Y esa acción es continua, no es de una sola vez, porque la andanza por el camino de Cristo durante el instante de tiempo que llamamos vida implica deban practicar esto durante todo este instante de tiempo suyo. Haciéndolo son salvos. No haciéndolo, hay probabilidad de que se extravíen.

Cierro el paréntesis para dar entrada al versículo 22. Éste es consecuente del anterior: ser hacedores y no solamente oidores. Es decir, obedecer la palabra, ser tardos para airarse y hablar y prontos para oír, además de guardar con mansedumbre la palabra implantada son prácticas, no ideales. Los mismos verbos sentencian lo anterior. ¿Qué pasa si no los practican? Pues se auto engañan, cayendo luego en la petulancia, arrogancia, ira, inmundicia y malicia.

Los versículos 23 y 24 son explicación acerca de esto. Mirarse a un espejo y olvidar su imagen vista después: todas las acciones fuera de lo pedido por el Espíritu que llevan a nada. Fútil y perdedor de tiempo valioso.

¿Y si se lleva a cabo, qué pasa? Pues el versículo 25 nos clarifica esto: se es bienaventurado, por Cristo. Por tanto, quien oye y no olvida entonces recuerda y hace esto constantemente es quien practica la libertad a la que Cristo nos llamó, cuyos mandamientos obedecidos constituyen ahora la nueva ley que debemos observar todos, sin excepción alguna. Sin embargo, hay que perseverar, es decir, nunca dejar de hacerlo para que esta promesa se mantenga vigente.

Terminamos con los versículos que muchos confunden llamando a nuestra fe “religión”. El 26 es muy claro:

26 Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.

¿Qué interpretación da el Espíritu Santo acerca de este versículo? Muy sencillo. Muchos hermanos (sobre todo los mesiánicos y denominacionales) creen y confunden torpemente somos “otra religión más”, “otra manera de cómo servir a Dios” -esto es, el demoníaco espíritu ecuménico contra el cual soy férreo opositor- y se creen comisionados a imponerse o imponer votos a diestra y siniestra. Dichos votos, mandamientos, comandos, órdenes son la religión de la que habla Santiago. Acciones que Dios o Cristo nunca demandan, pero la sensualidad perversa del hombre natural de querer agradar a Dios en sus propios términos más que por la fe en contubernio con el diablo, siembra en ellos esa necesidad de “hacer esto” o “no hacer esto” porque “le agrada a Dios o bien “Dios se enoja y me condena”. Sea lo que sea, el motivo por el cual se inspiren, si no refrena su lengua, es decir, deshonra a Dios o a Cristo, contrista al Espíritu Santo por dichos insensatos, fatuos o impropios, sentencia el texto que lo haga de nada sirve.

Por tanto, toda acción autoimpuesta, todo voto dado a Dios de manera estulta e impulsivamente están condenadas al fracaso de “agradar a Dios” porque es la buena obra por fe, el amor fraternal otorgado y la esperanza de llegar a ser como Cristo lo que agrada, en efecto, a Dios, nuestro Padre.

Y si de obras se trata, lo que Dios al hombre natural si demanda, a quien diga que le sirve como religión es: visitar a los huérfanos y viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha en este mundo. Muy pocos lo hacen, porque es costoso, implica mucho tiempo y además requiere dejes de ser tú para atender a todos estos, quienes siempre existirán.

Y quienes hagan esto con valor, humildad, secrecía y convicción, son y serán salvos, por cuanto obedecieron y, sin saberlo, siguieron el camino y testimonio del Señor Jesucristo, cumpliendo cabalmente como parte de su ministerio.

A manera de conclusión, amados hermanos, el capítulo primero presenta muchas acciones a los hermanos de Israel que deben hacer. Someterse solamente a Jesucristo, guardándose en la fe a pesar de pruebas, ser pacientes y solicitar sabiduría a Dios, no ver a las riquezas como fuente de poder. Además, mantenernos en la luz de Cristo, no renegar de Dios así como practicar estos conceptos más lo leído hoy. Mucho trabajo, poco tiempo, pero en el Señor nada es imposible.

Dejamos el contenido expresado en Santiago 1:19-27 para su lectura y meditación.

La paz del Señor Jesucristo está en todos ustedes, amados hermanos, amén.

19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. 22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. 23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. 24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. 25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. 26 Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. 27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.


תגובות


bottom of page