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Para no ofenderles, ve al mar 

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

Bendito sea el Padre de toda misericordia que nos concede lluvia, agua de los cielos y reverdece nuestro panorama y espíritu de júbilo y gozo en una región azotada por la sequía en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Es de nuestro agrado alabar el Santo Nombre del Dios Creador y que quede constancia en el tiempo y espacio de esta grata bendición de llover en tierra seca para que nunca olvidemos que Él es nuestro bien. El Señor Jesús defiende nuestra causa y he aquí el resultado: saciar la sed. ¡Aleluya!

Ahora, pasamos a continuar con la parte final del capítulo 17 de Mateo, es decir, Mateo 17:24-27. Leamos primero.

24 Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? 25 Él dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? 26 Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. 27 Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero;[a] tómalo, y dáselo por mí y por ti.

Este es un ejemplo verdadero sobre cómo el espíritu religioso, mundano y nicolaíta se meten en los asuntos espirituales de Dios en la actualidad. Ya desde aquellos años, el pueblo de Israel cambió la fe, el amor y la obediencia en oro, plata y especias. Los conceptos de tributo se volvieron rígidos y ásperos y la muestra de misericordia y piedad las dejaron fuera.

El propósito de las dos dracmas era para hacer entender que la salvación y formar parte de la congregación del Señor venía con un precio de sangre: el sacrificio por parte de Dios en favor de sus escogidos. Las dos dracmas eran un medio físico de dar ese testimonio. Pero con el tiempo, el simbolismo pasó a rito y luego a obligación tributaria.

El mundo siempre hará lo mismo: procurar lo suyo. Fueron pues los cobradores y realizaron su trabajo, Pedro en su carne asiente (cosa que no se le reprocha, pues no era revelado y el Señor Jesús le iba a enseñar, pues Pedro era un ferviente judío) y entonces Jesús se le acerca. Acto seguido le pregunta el propósito del impuesto. Pedro en su mente contesta con el sentido común lo cual Jesús ratifica su respuesta. Los impuestos no son para los hijos, sino para los extraños.

Pero claro, si tales cobradores hubiesen ido con Jesús, habría denunciado la hipocresía de tal cobro, pues ellos tasaban a todo humano y no solamente a quienes no formaban pacto del todavía vigente pacto mosaico. Es decir, la recaudación avara.

Luego nuestro Señor menciona que para no ofenderlos (no porque le pudiera su opinión, sino porque era aprendizaje espiritual y no denuncia) hiciera lo que sabe hacer: trabajar para dar el tributo. Es decir, el Señor no le iba a bajar del cielo dinero, aparecerlo como por arte de magia o borrar la mente de los cobradores sobre el cobro, sino que le enseña y nos enseña que para nosotros el único modo de percibir ingreso es mediante el uso de la obra de nuestras manos, o sea, trabajar honradamente.

Aquí se desprenden tres conceptos espirituales muy importantes: cuando por testimonio tengamos que dar un aporte económico, es necesario trabajar para tal efecto, no pedir prestado. El Señor siempre nos auxiliará, pero tales situaciones serán muy contadas pues como se sostiene es para testimonio. El segundo es, que el trabajo es la fuente de nuestra riqueza. Pedro era pescador y obedeció realizando su oficio. Así nuestro quehacer, trabajar en lo que sea nuestra carrera, profesión u oficio para dar honra y gloria a Dios y no ofender a quienes cobran. Tercero, en la iglesia no existen tales cobros a manera de dispensas, misericordias, privilegios, espacios en el cielo, diezmos de manera recurrente. Solamente una vez se paga el precio de ser hijo y eso con la sangre del Cordero.

A causa de esto es peligroso relacionar la salvación con dinero. ¿Desde cuándo el Señor Jesús impuso aduana, taquilla o caja para pagar por su sacrificio? Él es el pago de las dos dracmas, las dos dracmas son él para que podamos entrar al pueblo del Padre. Y solamente se paga una vez.

Por eso esos que pregonan de los hermanos de 50, 100, 200, 500 o mil unidades monetarias son viles cobradores de impuestos que cobran a los hijos, aunque nunca han sido autorizados a cobrar a los extraños, porque Jesucristo ya pagó por adelantado por toda la Humanidad.

Entonces las dos dracmas son Jesucristo, no se deben realizar cobros o pagos por ejercicios espirituales y nuestro Señor Jesucristo es el pago para nuestra familiaridad con el Padre.

No caigamos en las trampas de ser esclavos de perversos, no despreciemos el valor de la sangre derramada, trabajemos siempre para tener sustento y dar testimonio cuando tengamos que tributar algo por obediencia y humildad y no por sumisión ingenua. Este pasaje es muy ilustrativo y por eso también tributamos nuestra alabanza al Padre y a nuestro Señor porque nos regocija Su cuidado y Su Presencia en sus actos de bondad para con nosotros. Por eso amamos a Dios, porque Él nos amó primero.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.

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