Amados de nuestro Padre, hijos espirituales y coherederos junto con nosotros de las riquezas espirituales de Cristo, nuestro Señor, Salvador y Maestro: paz, gracia y sabiduría sean plenos en su espíritu, amén.
Nuestro amado Señor Jesucristo vivió en carne propia los desajustes de la ley que fue promulgada hace varios miles de años por Moisés y que en sus días era completamente tergiversada para interés y beneficio de una élite sagaz, contumaz y rebelde. No podía el Mesías nuestro soportar lo horrendo que era vivir una vida así, tan alejada de Dios, de sus mandamientos, en contra de Su voluntad y amadora de lo perverso del mundo.
Incluso, mandamientos tan claros los habían reinterpretado para hacerlos vagos, incongruentes y con sus añadidos terminaran siendo dictaduras humanas religiosas. En esta ocasión, el Señor Jesús, con la autoridad dada por el Padre de reescribir el mandamiento ya dado (si el hombre lo hizo, él con más razón, pero no para agradar al ojo humano; sino para que, por el contrario, manifestase la ayuda de lo Alto de manera total. Es decir, deshacerte de todo intento material y carnal de obrar para “agradar” a Dios.
En Mateo 5:38-42 leemos:
38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
El mandamiento era, procurarse la justicia por propia mano cuando hubiese un acto de injusticia y Dios aprobase tal búsqueda de justicia. Sin embargo, el diablo y la carne destruyeron el sentido de justicia y lo sustituyeron por venganza y crueldad, instigados por el odio.
Cuando el Señor procura justicia, lo hace en tiempo, forma, cantidad y calidad. El Hombre, en cambio, da rienda suelta al mal. Nada hace bien y no busca la reconciliación, sino la retaliación. No busca concordia, sino la discordia. Por eso el Señor Jesús dijo con todo el poder conferido por el Padre: “no resistáis al que es malo…” ¿Por qué lo dijo?
Porque el malo ni el mal pueden ser resistidos con nuestra estructura natural: sin la investidura del Espíritu Santo no podríamos evitar ser tentados por el mal y proceder de igual o peor manera “en búsqueda de la justicia”. En el siguiente número, abordamos a detalle según revelación por el Espíritu sobre cómo los dichos de nuestro Señor Jesús en sus nuevas ordenanzas tienen el impacto espiritual que el primer mandamiento a la letra no alcanzaba, pues eran obras con fe lo requerido y se tergiversó en una simple meritocracia moral.
Que el amor, la gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes en su corazón, amén.
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