Que el amor, la gracia y sabiduría de lo Alto, por medio de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
Pues bien, viendo el valor y el precio del sacrificio de Jesucristo y que eso implicaba que no podría ser visto por ellos, provocó un enorme sentimiento de debilidad en los discípulos y el amado hermano Pedro, siempre tan franco y entusiasta, le reconvino.
Leamos lo que dice al respecto Mateo 16:22-23:
22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. 23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
¿Por qué le reconvino Pedro, como haciéndole reflexionar si su muerte servía de algo? ¿No era mejor que siguiera vivo y predicar y predicar? Pues en su ignorancia y el diablo tomando ocasión de ello manipuló el sentir de Pedro y le habló como cualquier mundano buscaría: tener todo a cambio de nada. Pedro, luego habla y es por eso que el Señor Jesús le dijo: “Quítate delante de mí, Satanás” no que Pedro estuviera endemoniado, sino que fue seducido a tentar a Jesús.
La voluntad de Dios es: hay que morir para redimir; y el diablo propuso: cuida tu vida y no mueras, en clara rebeldía al plan del Creador.
Viene entonces la poderosa respuesta del Hijo de Dios, título de este número.
Con esto, se derrota al enemigo y Jesús emerge victorioso aún sin su poder total, pero con la investidura del Espíritu Santo. Es deber de todo creyente poner la mirada y corazón en las cosas de Dios, es decir, en lo que promueva el evangelio de salvación de Cristo a los humanos que viven en el mismo territorio que nosotros.
No es correcto poner la mirada en las cosas de los hombres, lo que a uno beneficie, lo que uno quiere, ambiciona y añora, lo que signifique estar en paz con mentirosos, corruptos e hipócritas. No es bueno diluir el poder del evangelio, no es apropiado tener distancia con la Deidad y mucho menos andar por emociones y arrebatos.
Por eso el Señor Jesús reprendió la impetuosidad de Pedro, y así nosotros también somos redargüidos cuando queremos las cosas a nuestra manera, ya sea por comodidad o vergüenza, flojera o miedo, inseguridad o soberbia, porque eso atenta contra las chances de que almas extraviadas hallen la puerta.
Entre más renunciados y alejados de las corrientes del mundo, así como Jesús, mejor. En el número siguiente veremos la respuesta y enseñanza dados a nosotros a raíz de esta situación “normal”.
Que el amor, la gracia y sabiduría del Señor Jesús sea en su espíritu, amados hermanos, amén.
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