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No podéis servir a Dios y a las riquezas.

Amados hermanos y coherederos de la gracia de nuestro Señor Jesucristo por gracia de Dios Padre: que el amor, gracia, poder y sabiduría del Señor Jesús sea en ustedes amados hermanos, amén.

Mateo 6:24 es en sí mismo un versículo de poder. El Señor Jesús, lleno del Espíritu Santo declaró con todo el propósito informativo de declarar una de tantas palabras que no habrán de pasar hasta que todo esto acontezca. Sabedor como humano que el Hombre no es fuente sino receptor de amor, por su franca rebeldía al Hacedor busca alguna otra forma de tener amor que no sea de su Creador. El pueblo de Israel tampoco pudo mantenerse fiel y sucumbió presa de su apego a lo material. Si bien Dios les prometió una tierra donde se establecerían tras ser peregrinos y forasteros, el pueblo se equivocó al pensarse heredero de toda la tierra. Hubiese sido así si permaneciesen fieles y cuando viniera el Mesías le habrían recibido como tal en su tiempo y solo así hubieran recibido la Tierra en heredad por gracia del Hijo.

Pero les ganó más la ambición.

No contentos con la tierra dada, buscaron aumentar más las fronteras, y si bien tuvieron muchos enemigos el Señor les habría de librar. Pero gradualmente se sintieron los dueños de la situación y confiaron en sus fuerzas y en su riqueza más que en el Dios de sus padres. Se olvidaron de la justicia, el amor y la misericordia y se enfocaron en el oro, las piedras preciosas y la ganancia de los botines de guerra.

El Señor Jesús decreta algo inapelable: “ninguno puede servir a dos señores…” y a lo largo de la historia se demuestra que es imposible pretender contradecir esta verdad. ¿Por qué? Porque ambos señores son dos entes, conceptos o personas que son mutuamente excluyentes y por tanto no tendrán armonía entre ellos, sino oposición; en virtud de lo cual será mucho más pronto que tarde que ambas oposiciones manifiesten su voluntad simultánea e impostergable y quien esté en medio deberá elegir cuál cumplir y cuál dejar atrás. Aplica para todo ámbito y en el contexto espiritual también.

Y el Señor Jesús explica: “porque aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro.” El libre albedrío es lo que juega aquí. ¿Cuál amo y cuál aborrezco? ¿A cuál estimo y a cuál menosprecio? Entonces todos alguna vez hemos tenido que tomar una decisión y dejar un camino por recorrer otro, ante la obvia imposibilidad de recorrerlos simultáneamente. Así el Señor Jesús acota el pensamiento y no permite que pueda decir lo contrario.

Y luego concluye magistralmente: “no podéis servir a Dios y a las riquezas”.

Entonces en donde abunda la riqueza no está Dios. Consideren la religión judía de aquel tiempo: su interés eran las ofrendas y no el sacrificio y mucho menos el valor espiritual. Les interesaba el comercio derivado de los insumos que conformaban el rito. Valía más la cantidad de sacrificios que el número de los redimidos. Comparen con las religiones y sectas de hoy en día ¿no es el mismo modus operandi?

Y por eso la vigencia de este versículo. El hombre pierde su fe cuando se enfoca más en lo metálico. Pierde su amor a Dios cuando ama más un estatus terrenal. Desecha su esperanza cuando su esperanza es acaparar poder o dominio: en pocas palabras, pierde su vida cuando la encuentra aquí.

Un hombre que ame las riquezas no puede servir a Dios porque las riquezas lo mantendrán ocupado toda su vida al luchar por mantener su estatus.

Un hombre que ama a Dios no puede servir a las riquezas porque el Señor le demuestra y éste se entera que Dios es ETERNO y las riquezas no; además no necesitará de ellas porque Dios es su Proveedor.

Entonces amados nuestros, es necesario comprender el contexto de este versículo, pues también está escrito que Dios hace al rico y al pobre, pero éstos son seres ya preparados para obras y los ricos deben siempre evitar ser atrapados por el amor a la riqueza y el pobre debe aprender a no codiciar o envidiar lo que al Señor no le place darle todavía.

Que la paz, la gracia y el amor de nuestro Señor Jesucristo sea en ustedes amados hermanos, amén.


24 Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

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