Que el amor, la gracia y la paz del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados, hermanos, en su espíritu, amén.
Iniciamos el capítulo 7 de Mateo, donde se comparte más conocimiento espiritual por parte de nuestro Señor Jesucristo al pueblo para enterarlo que tiempo nuevo se viene y que el reino de Dios está entre ellos y que la visitación prometida había llegado.
Toda esta palabra es refrescante, nueva, poderosa y demoledora de viejas prácticas pecaminosas disfrazadas de ritos a Dios. No obstante, quienes escuchaban, aunque maravillados todos, no todos creían y no todos aceptaban el mensaje del Enviado de Dios. Sus enemigos le aborrecían y se burlaban, juzgándole dura y soezmente.
Al respecto y conociendo el corazón de tales detractores suyos, el Señor Jesús por el Espíritu Santo declamó esta palabra, encontrada en Mateo 7:1-5:
7 No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. 3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? 5 ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Prohíbe expresamente nuestro Señor tomar atribuciones que no nos corresponden (en este caso, juzgar) pues no somos jueces. No tenemos el poder ni la autoridad de dar sentencia al decir o quehacer de las personas meramente por tener la prerrogativa de tener mente y boca. ¿Por qué? Porque carecemos de la omnipresencia, omnipotencia y la sabiduría y ciencia completas para, ahora sí, juzgar y sentenciar. El Padre es el Único con estas atribuciones y sólo Él puede hacerlo (nótese que ni siquiera el Hijo del Hombre en ese tiempo tomó tal atribución). Ahora, sentado a la diestra del Padre, nuestro amado Señor Jesucristo tiene toda la autoridad y poder de juzgar.
Y el Señor declara con poder la consecuencia de tomarse atribuciones indebidamente: si juzgas, serás juzgado. Si mides, serás medido.
Por si fuera poco, ejemplifica y explica cómo ve Dios este despropósito de juzgar a los demás: quien juzga tiene una viga (soberbia) que le impide ver bien toda la escena y contexto y atisba a una paja (algún error) tomándola como algo grave. Es decir, no hay equilibrio y paridad entre quien juzga y quien es juzgado. Después da la solución imposible: quita tu viga para que puedas sacar la paja. ¿Es la autocrítica un valor general entre los hermanos? ¿Y en el mundo?
Por tanto, lo sabio es dejar esta prerrogativa al Único con esta facultad y limitarnos a realizar lo que nos compete. Hay que resistir ponernos el traje de jueces, pues consecuencia hay si el dominio propio no existe y la soberbia actúa erróneamente.
Que el amor, la gracia y sabiduría de nuestro Señor Jesucristo sea en ustedes, amados hermanos, amén.
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