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No juréis en ninguna manera

Que la gracia, paz, amor y sabiduría de nuestro Señor Jesucristo estén en ustedes, amén.

En estas últimas semanas del mes de diciembre resulta normal esperar cierta festividad en la cual millones de indoctos hacen justamente lo opuesto a esta ordenanza de nuestro Señor Jesucristo.

Y claro, no debe ser motivo de cruzadas morales para aleccionarlos ¡no!, porque la ordenanza es para nosotros: los escogidos, las ovejas, los hijos y herederos.

El mundo sigue otra dinámica, pero para entrar en contexto leamos lo que se escribió en Mateo 5:33-37 al respecto.

33 Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. 37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.

El mandato anterior era que no se perjurase, es decir, no prometer de más ni jurar en falso delante del Señor porque es pecado y debe honrarse la palabra. Los judíos, como cualquier otro grupo humano incrédulo, son mentirosos, soberbios y vanos. Ya al final de su tiempo y más en la época de Cristo maximizaron su actitud impostora, soberbia y falsa ante su Dios y contra su Cristo.

Precisamente por esto tomó oportunidad nuestro Salvador para desmarcarse una vez más de esa religión sediciosa y malévola.

Para su iglesia ya no tolera solamente la perjuria (hablar en falso) sino además el hecho de prometer algo a la Deidad, nosotros nada tenemos nuestro, solo el alma y nuestra palabra, pues ni la vida nos pertenece. Que esté concesionada junto con otras cosas es más cuestión de misericordia que derecho propio. Entonces, si nada es nuestro ¿sobre qué empeñamos nuestra palabra? ¿Qué damos a cambio en caso de no cumplir con lo prometido? Y nuestra palabra no tiene valor alguno porque al ser esencia de pecado en nada fuera de lo común se puede cumplir.

¿Es correcto dar por empeño al defraudado su propia propiedad? ¿Es bueno dar como reparación de un daño lo que no es de nosotros?

Por eso el Señor Jesús nos prohíbe expresamente ser peores que los judíos en este asunto. Nada en esta dimensión es nuestro permanentemente, ni nuestro cuerpo. Por tanto nos insta a que seamos francos, directos, concisos y precisos sobre qué debemos o queremos decidir.

, cuando en efecto es nuestra voluntad, está en nuestra potestad comprometerse a algo con alguien pues hay manera de cumplir con nuestra palabra, dando buen testimonio con ello.

NO, caso contrario. No es nuestra voluntad, o bien, no está en nuestro poder el cumplimiento de un compromiso. Lo más sabio es declinar porque alguna de las dos condiciones -o las dos- se cumple(n). La honestidad es bien apreciada por Dios.

Otras respuestas fuera del sí (afirmación) y no (negación) proceden del mal debido a su ambigüedad; falta de compromiso de decisión; irresponsabilidad con el prójimo y nula voluntad de prestar atención a la solicitud dada.

Sabio es nuestro Señor que previno que en la iglesia caigamos en el mismo error que Israel. Claro, este mal proceder vendrá ya en los ulteriores tiempos ya cuando se cumpla la frase “¿hallará fe en la Tierra?”.

Que el amor, la paz y gracia de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes amados, amén.

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