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Más de 5,000 alimentados por Jesucristo

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 9 mar 2024
  • 4 Min. de lectura

Que la gracia, la sabiduría, la paz y el amor de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

El Señor Jesucristo fue grande y poderoso en su andar aquí en forma humana cuando entre el pueblo de Dios llevaba el mensaje a los que serían salvos y también resistió a los obradores de maldad. En la entrega de hoy, Mateo 14:13-21, veremos un acto inopinado para la Humanidad, pero para la Deidad, un acto de amor y misericordia. Leamos:

13 Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades. 14 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos. 15 Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer. 16 Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer. 17 Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. 18 Él les dijo: Traédmelos acá. 19 Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. 20 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. 21 Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

La noticia de la muerte de Juan el Bautista no cayó bien en la humanidad de Cristo, pues él fue su primo, por decirlo así. El Señor debió apartarse y estar en comunión con el Padre y reflexionar sobre el sentimiento natural de pérdida, la tristeza de que alguien se haya ido para siempre de esta dimensión y entender por qué sentimos esto en tales situaciones de fallecimientos. El Señor supo que había que partir porque era su momento y Juan ya había acabado su misión, pero la carne tenía que ser dominada.

En ese momento de meditación y apartamiento, la multitud, al ver perdido a Juan buscan a Jesús, el otro profeta. Recordemos que el pueblo en general era iletrado, conociendo más que la Ley, mandamientos de hombres, mitos y fábulas y en Jesús encontraban más que eso. Y claro, muchos solo lo buscaban para satisfacer algún tipo de interés particular y no tanto para oír y creer en las buenas nuevas.

Sea como fuere, salieron de las poblaciones donde pertenecían a hallarlo, esforzándose en caminar para encontrar a Jesús, quien, terminado su momento de estar a solas para recibir fortaleza y consuelo, salió a su encuentro y su impacto de ver a miles buscándolo sintió compasión por ellos. No se puso a pensar quienes eran fieles buscadores y cuáles eran los convenencieros, a todos les propició misericordia.

Mucha parte del día atendió en milagros a la multitud sanando a sus enfermos, lo cual explica que lo seguían. Trabajó, pues, el Señor Jesús haciendo misericordia entre los de su pueblo y los discípulos le sugieren al caer la tarde que termine su labor porque había que comer y ellos podrían ir de regreso a satisfacer su vientre.

Más el plan integral del Señor era otro: no solo la misericordia, el milagro, sino también la llenura del vientre para esta multitud que cumplió la condición especial de Dios: salir de su lugar de origen, como Abram.

Por esto tuvo compasión el Señor, porque dejaron todo por buscarle. No podía quedarse así de brazos cruzados y con el poder del Espíritu les responde que no hay necesidad de regresar una vez venidos a él. El ministerio de los discípulos fue ahora alimentarlos, ellos trajeron lo poco que tenían, cinco panes y dos peces y el Señor Jesucristo, miró al cielo, al Padre. Bendijo en Su nombre tales alimentos y comenzaron a repartir.

Previamente la multitud recibió la instrucción de recostarse sobre la hierba, en reposo y espera absolutos y fueron saciados todos. Nadie quedó con hambre y sin gastar un solo dracma o blanca, el pago de su esfuerzo fue dado con creces. El amor de Jesucristo fue más allá de la gratitud o necedad de los beneficiados. Predicó pues, con el hecho.

Doce cestas quedaron llenas, lo que restó. 5,000 alimentados, sin contar mujeres y niños. No olvidemos la siguiente evidencia:

a)     Jesús era pobre, hijo de carpintero y entregado completamente al ministerio

b)     Los discípulos habían dejado todo para forjarse en su misión de apostolado y no trabajaban más que para conseguir alimentos en los momentos donde reposaban

c)     La bolsa en custodia de Iscariote no tenía capacidad de albergar el dinero para alimentar tal cantidad de personas

d)     El lugar era desierto y el momento fue tarde-noche del día, por tanto, la logística de conseguir alimentos más que imposible

e)     Cinco panes y dos peces fue lo que tenían para repartir en un inicio

El aprendizaje esperado de esta lección es este: Una vez salido a buscar a Jesucristo con fe, a él llegarás, tendrá compasión de ti, te dará su mensaje -especialmente confeccionado para tu alma-, él pedirá que te recuestes y descanses, hará el milagro de levantarte de entre los muertos espirituales y algún otro favor que necesites y saciará tu alma del agua y pan de vida. Si en él recibes todo eso sin pagar una sola unidad monetaria ¿para qué querer regresar? ¡Quédate y síguelo, porque te llevará a la eternidad en una vida llena de gozo eterno!

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.

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