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Misericordia quiero y no sacrificio.

Que el amor, la gracia y la paz de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo, Hijo de Dios, sea en todos ustedes amados lectores y creyentes, en su espíritu, amén.

Amados, sabemos cómo el mundo, los religiosos y los enemigos de la fe pululan y tratan de apagar mediante críticas, amenazas y comentarios dolosos a quienes tratamos de llevar una vida saludable espiritual en torno a los mandamientos del Señor Jesucristo. No es raro que siempre instiguen de una u otra forma para incordiar y hacernos caer en respuestas de la carne y perder los estribos cayendo en sus lazos de impiedad.

Sin embargo, ya no somos niños y tenemos que entender y comprender que la paz dada por el Señor Jesucristo es invaluable y como tesoro escondido quieren estos seres de maldad robárnoslo. Por tanto, tenemos que ser sobrios y mesurados para no ser presas de sus maquinaciones impertinentes.

No podemos caer en el dogma religioso de las obras, porque estas son por fe y operación del Padre en nosotros. O sea, que de nosotros solo se necesitan la fe, la confianza y la obediencia; NADA MÁS. Intelecto, dinero, fuerza, ganas, motivación, capricho o autoestima NO SIRVEN. Porque de hacer estas últimas cosas vendríamos a ser peores que ellos pues de ellos es su naturaleza ser así al ser lo único que tienen, más nosotros daríamos por válida tal conducta impropia. Las obras en la carne o las percepciones terrenales o físicas acompañadas de una teología, moralidad y locura disfrazada de perfección no son la verdad ni lo que quiere Dios que nos fijemos obsesivamente, pues implicaría encarcelarnos por voluntad propia nuevamente.

Dicho lo anterior, leamos lo que dice Mateo 12:1-8, a continuación:

En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en un día de reposo; y sus discípulos tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer. 2 Viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo. 3 Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; 4 cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? 5 ¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa? 6 Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. 7 Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes; 8 porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.

En el versículo 1, relata por el Espíritu el apóstol Mateo que Jesús y ellos iban un sábado caminando entre sembradíos de trigo, cuando tuvieron hambre y echaron mano de tales espigas y comieron de eso.

Ya en este punto hay sabiduría. Cuando andamos en la libertad del Señor Jesús no estamos sujetos a ley hipócrita disfrazada de moral o bondad alguna y el mismo Señor nos provee de situaciones que nos ayuden a fortalecer nuestra fe. No tenemos cargos de conciencia cuando rogamos y tomamos ventaja de situaciones provistas por nuestro Padre en eventos terrenales o espirituales. Entonces nos armamos de fe, valor y actuamos por el poder del Espíritu para solventar necesidades o situaciones nuestras.

Pero llegan estas personas y constantemente cuestionan, critican, prejuzgan, condenan y sentencian nuestros actos o palabras porque van en contra de sus estatutos, creencias, reglas, tradiciones y costumbres que nada tienen que ver con hacer el bien ni con Dios. Entonces alegan y pregonan buscando exhibirnos para tratar de hacernos quedar mal, lo cual por supuesto el Señor Jesús no lo permite y en nuestro caso nos proveerá lo que habría que decirse o hacerse.

En el texto, el Señor majestuosamente de nueva cuenta les asesta un poderoso mensaje que los mandó acallar de rabia, vergüenza y frustración al no poder rebatirle. Les hace mención de su paladín favorito, David que él mismo usó la astucia para hacerse del pan de la proposición para él y para los que le acompañaban. Le habló con verdad al sacerdote a cargo respecto a sus preguntas, mas no le contó el propósito de su visita ni la causa de su hambre.

Dios no le imputó pecado aun cuando comió del pan que estaba consagrado a Él porque el Padre mismo prefirió la misericordia para su siervo antes que la justicia para el infractor astuto. ¿Por qué? Porque así mismo David no vio por su propio vientre, sino que actuó con inteligencia para ver por sus camaradas y acompañantes en esta huida. David era peregrino errante pues Saúl le perseguía, así como ahora los apóstoles y evangelistas son perseguidos por los enemigos de Dios.

En ese momento también el mismo Jesús actuó con amor y misericordia para sus discípulos pues andaban como él andaba sin cuestionar y los protegió con este recordatorio. Pues también Jesús anduvo peregrinando en su ministerio sin un lugar o destino fijo, más bien iba a donde tenía que ir para que su misión fuese completada.

Acto seguido, recriminó la falta de prudencia y humildad de los fariseos pues no tomaron en cuenta que los primeros infractores eran los propios sacerdotes cuando oficiaban el servicio en el templo en sábados pero que eran sin culpa. Es decir, no midieron con la misma vara ambas situaciones. No quisieron ver que si los discípulos “rompían” la ley era para su supervivencia y no por rebeldía caprichosa. Condenaron lo que debía ser un acto de misericordia como un acto de pecado y maldad.

No contento con eso, el mismo Cristo luego les declara en su cara que él es mayor que el templo físico, lo cual por supuesto contrarió a los fariseos y finalmente los silenció cuando les recordó el texto de Oseas 6:6 (Título de este número) y aparte lo interpretó para ellos mismos, dejándolos exhibidos como mutiladores del cuerpo, mentirosos, odiadores y soberbios.

Los describe como condenadores de inocentes, porque en primera instancia despreciaron el acto de evangelizar de buscar lo que se había perdido por misericordia del Dios Vivo y en segundo lugar porque vieron congéneres del pueblo como ellos (los discípulos) en necesidad y en lugar de bendecirlos y apoyarlos como lo hizo el sacerdote con David los exhibieron culpándolos de ser infractores de una regla y por si eso fuera poco les confirmó que el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo, dicho de otro modo, él está por encima de esa ley porque él es Poderoso y porque el Dios Padre lo protegía, así como a David, a él.

Preciosos de Dios Vivo, recordemos que la misericordia es un acto de amor que tenemos que practicar por encima del de observar con lupa para encontrar defectos, que a eso no somos llamados. Por eso, “misericordia quiero y no sacrificio” es un deber ser en nosotros como luz el cual hay que hacerlo siempre que sea posible y no dar de bibliazos a la gente ni a los hermanos solo porque pecan o cometen errores.

Que el amor de Jesucristo sea en ustedes, amados hermanos nuestros, en su espíritu, amén.




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