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Los dos testigos

Que el amor, la gracia y la misericordia de nuestro Señor Jesucristo sea en ustedes, amados hermanos en la fe.

Hoy iniciamos el capítulo 11 de Apocalipsis, versículos 1 al 14, con los cuales veremos un periodo intermedio entre la sexta y séptima trompetas. En el blog anterior, por el Espíritu vimos y aprendimos acerca de cómo es que un ángel en representación de Dios jura que el pecado habrá de pagarse con la vida de todos quienes sigan obstinándose en ser rebeldes y luchar contra Dios y contra Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Además, la señal del librito.

Ahora, veremos cómo antes de la séptima trompeta sucede por espacio de 1,260 días el testimonio de los dos testigos. Lean, a continuación:

11 Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él.

2 Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses.

En este texto, se aprecia la descripción de un templo, el cual el Espíritu dice que es de Dios y el altar, además de quienes adoran en él. He oído decir que algunos piensan es Jerusalén y su nuevo templo reconstruido, más la verdad es que ese templo no es de Dios (el que reconstruirán) porque será donde la bestia, el anticristo y el falso profeta cometerán la abominación desoladora (el inicio de sacrificios de machos cabríos en la ciudad donde fue crucificado nuestro Salvador hace más de 2,000 años para entonces).

Por hollar el patio del templo de Dios por los gentiles en 42 meses, se refiere a una permisión celestial que lo hagan. Hollar es profanar, pisotear, maltratar un lugar, de modo que esos sacrificios hechos por estos seres del mal son la parte de despreciar la sangre del Cordero al derramar sangre de animales corruptibles.

La lectura sigue:

3 Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.

4 Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra.

5 Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera.

6 Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.


Mucho se ha hablado de estos dos testigos, quienes darán su testimonio por 1,260 días. El Espíritu los define como los dos olivos (el silvestre y el natural, o sea, los gentiles y los israelitas) y los dos candeleros que están delante de Dios en la Tierra son las dos dispensaciones que Él tuvo: la primera, antes de Cristo, con Su Ley que por fe fue cumplida por muchos de Sus siervos y después de Cristo con el evangelio: aquellos que fueron llamados hijos de Dios. Cada candelero es el Testimonio de que Dios existe y es la luz: el Padre y el Hijo. Mas ahora esta luz que alumbra la Tierra no es para alumbrar y dar salvación, sino para deshacer las tinieblas y oscuridad y dejar exhibida toda podredumbre que Su creación ha hecho con Su palabra, con Sus santos y el cese de la adoración a Él para el justo juicio. Así nadie podrá excusarse ni esconderse, así como Adán y Eva se escondieron cuando descubrieron su desnudez y se avergonzaron.

El poder de estos dos testigos es dar dolores como de parto a todos sus oyentes, por cuanto se quedaron sordos a toda voz de exhortación y reconciliación, ahora solo oyen juicios, castigos, señales de calamidades y adversidades, de la misma manera que sus ancestros persiguieron, torturaron y mataron a todos los enviados de Dios, incluyendo a Su Hijo.

No tendrán piedad y no darán mensaje de amor, paz o prosperidad. En sus manos segarán la vida de quienes quieran eliminarlos. Se dice que son Enoc y Elías, sin embargo, al día de hoy no tengo tal certeza, pues en el caso de Elías vino en los días de Juan el Bautista, según refirió el mismo Cristo. Uno de ellos simboliza la palabra de Dios y el otro el evangelio del Hijo, por cuanto tanto el Padre como el Hijo han declarado que sus palabras juzgarán a los hombres.


7 Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará.

8 Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado.


Dura palabra, que se refiere a que, cuando el periodo de misericordia cese, ellos matarán la palabra de Dios en su corazón, la conciencia de que Dios es el Creador la sacarán de su mente y también todo anuncio referente al Cordero les vendrá como balde de agua fría.

La bestia les derrotará por permisión de Dios, pues de esta manera, ascuas amontonan sobre su cabeza provocando que la copa del cáliz de la ira de Dios se llene nuevamente y en muchísima mayor velocidad, pues estos sobrevivientes harán guerra contra la palabra de vida en boca de los testigos.

La ciudad a la que se cita en este versículo es Jerusalén (ciudad desechada y dejada por Dios), llamada ahora Sodoma y Egipto. ¿Por qué? Porque será la ciudad impostora de la verdadera, la que descenderá del cielo más adelante. La bestia, el anticristo y el falso profeta engañarán a la Humanidad restante de que Jerusalén es la ciudad santa, cuando ahora es Sodoma (o sea, fornicarán con las obras del diablo pensando que sirven a Dios, torcerán la naturaleza de la Humanidad a cosas indecibles dándose placeres innombrables de atentar contra todo lo que Dios dejó escrito en Su Ley, contra todo lo que dijo nuestro Señor Jesús llamando a todo lo malo bueno y a todo lo bueno, malo) y por tanto, merecedora del juicio justo y castigo divino como la original de la cual toma el Espíritu como comparación.

Egipto es, porque será capital de idolatría, el mundo en su máxima expresión de pecado, maldad y rebeldía. Sí, la ciudad que hoy visitan muchos creyendo es “tierra santa” ya son parte de esa mentira abominable. ¿Quién piensa que la tumba de un fallecido es santo? ¡Nadie! Ni Dios. ¿Cómo podría Dios decir que es santo donde le mataron a Su Hijo, desangrándolo? A la verdad, así estuvo previsto, pero ¿no es doloroso para un padre ver morir a su hijo? ¿No un padre evitará dar honra al lugar donde su hijo murió, por respeto a la memoria de su hijo? ¿Cuánto más Dios? Por eso, quien vaya a esa tierra creyendo que sirve a Dios, al contrario, le afrenta y denuesta al Hijo, por cuanto por su dureza de corazón van allá con el espíritu de incredulidad e hipocresía.


9 Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados.

10 Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra.


Cuando sean muertos y exhibidos los cadáveres de estos dos testigos, todos quienes se encuentren en contra de Dios harán fiesta, debido a que la causa de sus pesares habrá fenecido. Pensarán habrán vencido, pero Dios les concede esa tregua, pues así como ellos mataron a los dos testigos Suyos de su palabra, con eso firmaron su sentencia de muerte.

Desecharon a Su Dios, matando su palabra; rechazaron al Abogado fiel, destruyendo la eficacia de su evangelio. Esta palabra que los juzgaba, asediaba, eliminaba y enjuiciada fue desoída por ellos.


11 Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron.

12 Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron.


¡Oh no! Pensarían ellos, que verían la corrupción de los dos testigos. Exhibiendo sus cadáveres creyeron podrían asegurarse que esos seres indeseables para ellos serían vueltos al polvo, pero como dijera nuestro Señor Jesús: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” y Dios cuya palabra es vida, no podrían ver muerte. Por eso reciben vida, y reviven, son restaurados y todos quienes atestigüen este poder de resucitar de sus enemigos tendrán un auténtico terror.

Suben al cielo en una nube, como Jesús, estos testigos cuyos nombres al día de hoy no tengo revelados, pero simbolizan los dos mensajes dados al hombre, antes de Cristo y después de Cristo.

Esto quiere decir que no volverán a sufrir el evangelio por cuanto lo que se les avecina será peor.


13 En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo.

14 El segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto.


Justo cuando hubieron subido ocurre un terremoto, así como cuando Jesús descendió a los muertos y ocurre en Jerusalén destruyendo la décima parte de la ciudad. Por tal cataclismo mueren 7,000 hombres quedando los sobrevivientes a esto asombrados y anonadados. Dieron la gloria al Dios del cielo, pero como dijo el mismo Cristo: “gloria de hombres no recibo”, dado que no lo confiesan con fe, sino con horror y terror. Sin fe, es imposible agradar a Dios, también está escrito.

El primer ay fueron las langostas, el segundo ay, los dos testigos, el tercer ay está por venir.

Que la paz, el amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea en ustedes amados hermanos, amén.

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