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Libro de la vida

El libro de la vida, amados lectores es el libro por excelencia donde el Señor Jesucristo es quien da la orden a quien escribe sobre ese libro que se anote el nombre del alma sabia y redimida. ¿Por qué existe este libro? Para dar legalidad a la Palabra y Promesa que Dios hizo de salvar y redimir al hombre del pecado. No que Su palabra no baste, sino que ante el acusador no exista pretexto de robar almas que ya pertenecen al Padre al ser compradas a precio de sangre.

Digamos que es el libro contable donde están las facturas de la compra de todas las almas redimidas, aquellas que en efecto aceptaron de buena gana el evangelio reconciliador de nuestro Señor Jesucristo. El Autor de este libro es el Señor Jesús con la anuencia del Padre, debido a que es el Autor y consumador de nuestra fe, la que nos salva, como lo testifica Hebreos 12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

Así que, del mismo modo en que los tiempos de Israel Dios mandó tener registro de los pertenecientes al pueblo por tribu para control de Sus escogidos; así ahora Jesucristo inscribe en este libro por medio de su sangre a quienes deseamos estar con él tras haber creído y confesado que él es el Hijo de Dios.

Lo que se dice al respecto en la escritura es:

Lucas 10:20: Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. En esta escritura el Señor Jesús declara que solo los que hagan lo que él pide (creer en él y oír a Dios a través de él) es lo que se necesita para ser inscritos una sola vez y para siempre.

Filipenses 4:3: Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a estas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. En esta cita, el apóstol Pablo también es revelado y confirma su existencia, donde solamente quienes llevan el camino de oprobio y sufrimiento del Señor Jesús a causa del mundo estarán inscritos.

Apocalipsis 3:5: El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. Promesa que hace el Señor Jesús a los vencedores en el Espíritu de Sardis, donde confirma que estos pocos vencedores serán nombrados por el mismo Señor Jesús como fieles colaboradores suyos ante el Padre y los ángeles.

Apocalipsis 17:3: Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo. No puede alguien adorar a la bestia o al mundo y al mismo tiempo adorar a Dios, es decir, no se puede estar salvado y al mismo tiempo condenado. Se es o no se es. De manera que, en esos días automáticamente quien niegue a Jesucisto se inclinará a la bestia.

Apocalipsis 17:8: La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será. La fe en Jesucristo previene este fatal destino (de inclinarse a la bestia). Pero el carecer de esta fe condena. Está en ellos el querer como el hacer y decidieron el perecer.

Apocalipsis 20:12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Como ya se vio en el anterior blog, esto es un hecho por acontecer y no hay distingo alguno que excepcione ser condenado, solamente el estar inscrito en el libro de la vida por orden de Jesucristo, por eso se lee más adelante en Apocalipsis 20:15: Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

Este libro no se usará para los salvos, sino para quienes serán condenados. Este libro será el último en ser revisado por el mismo Dios para comprobar la sentencia. El único que podría haberlos salvado sería nuestro Señor Jesús al ordenar inscribirlos, más como nunca dio la orden de inscribir sus nombre en tal libro que sirva como indulto, pues procede la sentencia: ser arrojados al lago de fuego y azufre.

Amados, por eso es muy importante no perder más tiempo en filosofías huecas, en vanidades y mundanidades. Es imperioso que ustedes oren sin cesar por sus autoridades, porque sean fundamentados más en la sana doctrina, porque no se enfríe el amor fraternal, porque no sean tentados y se guarden en santidad, etcétera, para que el Señor mande obreros dignos y lleven el evangelio a toda criatura.

Esta revelación no es para el mundo, sino para la iglesia.

Lo que es para el mundo es que crean y confiesen que Jesucristo es el Hijo de Dios y que Dios le levantó de los muertos. Otra cosa fuera de esto es masa leudada y no pan de vida.

Esperamos en el Señor Jesús que hallen enseñanza, gozo y meditación en esto que se ha escrito. Hasta aquí los anexos del capítulo 20 y se comenzará en la siguiente entrega el capítulo 21. Que el amor, la gracia y el poder del Señor Jesús sea en ustedes, amados hermanos, amén.

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