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Las dos bestias. Parte uno

Que el amor, la gracia y la paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu hermanos, amén. Los que estamos en México, les enviamos nuestro más sincero saludo y ósculo santo en señal de fraternidad sincera conforme a lo que nuestro Salvador nos pide: seamos uno y hablemos de una misma cosa.

En general, el libro de Apocalipsis presenta una serie de revelaciones y designios que el Señor Jesús, con el gran amor y profunda confianza nos tiene, desvela de los planes que el Padre y él harán cada vez más pronto. En el número anterior, vimos cómo el apóstol Juan dejó en calidad de pendiente el juicio contra el planeta por causa de sus moradores para ahora enfocarse en revelarnos a nosotros, los escogidos de Dios, sobre lo que nos espera en forma de analogía por el simple hecho de ser testigos y representantes de la resurrección de Cristo e hijos de Dios, como reyes, sacerdotes y embajadores de paz y amor de lo Alto, con nuestra insignia que es la fe en Jesucristo como el Hijo de Dios. Apocalipsis 13 describe cuál es el mover del mundo: las bestias que refiere el relato escrito por el apóstol -inspirado por el Espíritu Santo- de sobrepasar la muerte, el espacio y el tiempo para ser testigo ocular del porvenir, son las abominaciones con vida permitida por Dios. Dividiré el tema en dos partes, viendo en el presente a la primera bestia (versículos 1 al 10) y el segundo tema a la otra bestia porque así conviene al Espíritu, dedicar su espacio y no abarcar indebidamente estos temas tan cruciales.

Muchos hermanos piensan de estas señales como si fueran seres vivientes, otros más como agentes extraterrestres y en el lado de los perversos incrédulos el enemigo hace fiesta con sus mentes muertas y los hace pensar cosas indecibles y, en resumidas cuentas, completamente torcidas en cuanto a la verdad se refiere.

Sin embargo, recordemos que la profecía de Jesucristo tiene sello para que el diablo no tenga acceso al plan de salvación y redención, además de juicio contra éste por oponerse activamente a que las masas populares accedan a esta gracia eterna de amor divino. Jesucristo ciertamente no tiene parte ni suerte con el adversario suyo y de su Padre y, por tanto, así como la serpiente antigua se opuso con todo contra la manifestación de Dios hecha carne, haciéndola morir azuzándola con los instrumentos de poder terrenal que le fueron arrendados desde arriba; ahora el Cordero hace lo propio: cerrándole la puerta a los tesoros del futuro escondidos de toda la Creación, con excepción de los que a él le plazca revelarlos y darlos por medio del Espíritu Santo.

Los hijos de Dios por la fe en Jesucristo somos esa excepción, a nosotros se nos es dada demasiada información útil en espera de ser comprendida para que sirva como herramienta de ventaja decisiva estratégica en los asuntos del reino. ¿Qué ventaja estratégica es esa? Ser santos como Dios y así poder verle mientras aún continuemos nuestra estadía aquí, sin importar el tiempo en que vivamos y antes de que nuestro Rey Redentor venga por nosotros. Esta promesa es la lleva del verdadero y único éxito delante del Padre: poder verle con ojos espirituales cómo tiene todavía amor, paciencia y espera que todos procedan al arrepentimiento.

Ofrezco una disculpa por extenderme tanto, no obstante, es necesario especificar que estos tesoros proféticos de Cristo no son ocultismo ni adivinaciones estultas porque ¿qué bando en estado de guerra revela sus estrategias de batalla al rival? ¿No así lo enseña el mismo Dios cuando el hombre -Su imagen y semejanza en inteligencia y astucia- en su propia sabiduría al batallar contra sus enemigos terrenales no le tiende sino celadas y trampas en los que espera que caiga? Así también Cristo ahora, mandó escribir en analogías para que los sabios y entendidos del mal perezcan en sus propias tropelías y sinrazones, mientras que sus ovejas son dotadas del verdadero poder del bien y del mal espirituales para que busquen el primero negándose a lo segundo.

Sin más dilación, veamos qué vianda suculenta y nutritiva nos ofrece el Espíritu Santo:

1 Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo.

2 Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad.

3 Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia,

4 y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?

5 También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses.

6 Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo.

7 Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.

8 Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.

9 Si alguno tiene oído, oiga.

10 Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.

Amados de nuestro Señor Jesús, el mensaje es fuerte en este capítulo, aunque es necesario conocer la verdad para ser salvos por ella.

De nuevo, muchos yerran en interpretar lo que son las bestias, pues son dos. Pero como ha dicho el Espíritu, el que tiene oído oiga. Ciertamente el cómo se tiene a la bestia primera la ponen como un ser vivo (una especie de creación de Dios, como si fuera un monstruo o ser mitológico) lo cual es evidentemente falso. Esta bestia es creación del hombre, instigada por el adversario y a quien Dios le permite que no muera porque le sirve como instrumento de selección natural entre Sus hijos y los malditos.

¿Quiénes son los malditos? Todo aquel a quien le acomode la descripción de Juan 3: 18-20 dicha por nuestro Señor Jesucristo un par de milenios antes:

18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.

20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.

De modo que, desde que estuvo en su carne ya nos profetizó al respecto, sobre quienes serán los condenados, esos que adoran a la bestia.

Los primeros 10 versículos denotan la creación del hombre instigada por el diablo: la religión en todas sus formas es la bestia para Dios. Bestia por cuanto creación Suya no es y bestia por cuanto es un engendro creado por el ser humano con tal de no adorar culto ni ser obedientes al Creador.

Sale del mar porque en el mar es la interpretación de muchas corrientes mentales y del alma (agua caliente y agua fría que dan como resultado agua tibia mortal; agua mansa traicionera y agua agitada tempestuosa; agua salada tóxica y agua dulce venenosa; agua que emula al agua viva -Jesucristo- siendo copia barata y perecedera).

Como Jesucristo es quien calma las tempestades (mentales y del alma al ser el Príncipe de Paz) y tiene control sobre la naturaleza, el hombre busca acceder a ese control y lo hace mediante artilugios tales como la psicología, psiquiatría, meditación, religiones, doctrinas humanas “buena ondita” de estar bien con todos en cuanto a obras de la carne se refiere para ser vistos por todos, lo que en una primera vista resulta ser mucho más cómodo hacer y más “redituable” a corto plazo. Lamentablemente, la paz que el mundo ofrece es ínfima, parcial y efímera por lo cual, cuando se niega a Cristo estarán estos cabritos locos yendo de aquí para allá buscando esa fuente de paz que en el mundo no hallarán y ahí se les irá la vida buscando infructuosamente tener una propia (Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará, Marcos 8:35, cita que elegí porque es la que mejor explica este concepto de Apocalipsis).

La religión, pues, es esta bestia herida de muerte que fue sanada por el dragón: las religiones antiguas politeístas de oriente y occidente, como las de los pueblos originarios en el resto del planeta estaban en crisis, pues los acontecimientos políticos de guerras entre civilizaciones debilitaban hasta los más duros crédulos y la fe en Jesucristo surgió como bocanada de aire puro verdadero de vida.

El dragón, pues le dio vida y sanó sus heridas creando nuevas religiones, argucias y pensamientos: revivió el ateísmo, ajustó las religiones griega y romana en la vaticana; instrumentó el fortalecimiento del espíritu judaizante por medio de sus sinagogas, descritas en la advertencia a Filadelfia; en el oriente engañó a los primos árabes y los tiene todavía sujetos en esa cadena ideológica que ha matado a millones; China, India y Japón han establecido un triángulo perverso en esa región de conocimientos totalmente ajenos a Dios. América, África del Sur y Oceanía también fueron alcanzadas: las religiones antes de Cristo han sido sustituidas por religiones y doctrinas perversas después de Cristo.

Esta bestia hace guerra contra los siervos de Cristo y eventualmente los mata. ¿La gran tribulación? Es una forma de engañar a los escogidos, porque aunque ciertamente se sufre por el evangelio, lo cierto es que esta primera bestia está desde que se sobornó a los guardias romanos por parte del clero judaico. Entonces ¿vivimos en la época de la bestia primera? Sí, porque desde hace mucho toda lengua, nación y tribu están sometidas de alguna forma a alguna religión poderosa, como parte de un gobierno o una élite aristocrática. Por tanto, tiene sentido espiritual y por eso, leyendo profundamente el nuevo pacto, si algo nos advierte el Espíritu Santo es a no convivir, comulgar o escuchar palabras extrañas que no sean de nuestro Pastor: el Señor Jesucristo.

Millones se han perdido por haber escuchado ese canto mortal de doctrina seductora de Jezabel, de la adúltera religión judía y las demás bailarinas con sus propios nombres de maldad en cada región. Este dragón es quien las sostiene, así que misterio no hay más que la sabiduría de alejarse corriendo de sus encantos que provocan desviación.

Termino esta primera parte con los versículos 9 y 10:

9 Si alguno tiene oído, oiga.

10 Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.


Amados: es necesario que algunos de nosotros seamos como esclavizados, para ser liberados y otros muertos para ser recompensados. ¿Por qué? Lucas 23:31 no deja ningún lugar a dudas:

Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?

Por último, para quienes desdeñen este mensaje diciendo que es falso porque no es de acuerdo a lo que se dice en canales de redes sociales, iglesias, “enviados” y no es congruente con el argot “cristiano” de evangelios caóticos, condenatorios y esclavizantes es que el amor del Señor Jesucristo no está en esos detractores, así como denostaron a Juan el Bautista, es necesario decir la verdad, para que oigan (lean) y decidan: si creer o no creer. Mi función como un colaborador más del Señor Jesucristo es ser una pluma que escribe, con la honra que me da el Espíritu Santo de haber sido elegido para tal propósito. En mis palabras no hay teología ni religión: solo la libertad del Espíritu y lo que el mismo Señor Jesús me otorga para darlo en amor frugal a quien desea ser sabio en su salvación.

Por la extensión de este tema, en el siguiente número veremos el resto del capítulo 13, más espero en el Señor que estas palabras les comuniquen fe y esperanza, guardados en el amor del Señor Jesucristo. No teman a las persecuciones, al descrédito, a la burla, al señalamiento, a la hipocresía y falso amor con los incrédulos, así como el desengaño con los que se dicen ser hermanos; pues esta copa es necesario que también la bebamos, así como nuestro amado Señor, pues también con él nos gozaremos al ser resucitados, premiados y restaurados cien veces más, como escrito está.

Que la paz, el amor, la gracia y el poder del Señor Jesucristo esté en todos ustedes amados lectores, en su espíritu, amén.

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