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La restauración de las cosas: la cena de las Bodas.

Que el amor, la paz y gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.

Hermanos y coherederos de la gracia juntamente con nosotros: nuestra fiesta y la verdadera celebración no será aquí, en esta realidad, sino cuando seamos parte de los invitados a las bodas del Cordero, de nuestro Señor Fuerte e invencible: Jesucristo, el Hijo de Dios.

Y dentro de esta tan añorada realidad, tenemos que albergar en nuestro corazón este conocimiento espiritual para que sea el combustible que nuestra esperanza de gloria utilice cuando nos veamos confrontados, probados, enfermos, perseguidos, denostados por el mal. Un poco de sufrimiento vale el esfuerzo si con ellos tenemos a cambio una dichosa eternidad de gozo.

En Apocalipsis podremos leer en los siguientes versículos, noveno y décimo varios mensajes poderosos que deben llenar nuestro corazón de júbilo.

En primer lugar menciona el ángel que solicita al apóstol Juan el mensaje para nosotros: Bienaventurados, en otras palabras, los que tomaron la correcta decisión -por gracia del Padre y los valientes que arrebataron el reino- de creer en el Hijo. Es una obra de bien, son un hecho y una acción benditos y es bueno haberlo hecho -son conceptos distintos, no es redundancia-.

Luego describe el hecho sobre cual cae la bienaventuranza: los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Es decir que, creyendo en Jesucristo y siendo fieles a él automáticamente tenemos la invitación a estas bodas. ¡Amén! ¡Gloria aleluya! No solamente la gracia en la Tierra de ser salvos, la resucitación primera para hallar vida, ser librados del pecado en la eternidad, sino que además, tendremos acceso a una fiesta celestial. Esto es algo muy importante que tenemos que enseñar a los más pequeños, porque este es el destino que ellos tienen que saber para que su fe no sea mal encauzada a falsas enseñanzas.

Después, el ángel menciona que las anteriores palabras son verdades de Dios. O sea, que no hay trampa o condición, es un compromiso de Él, concedernos a nosotros proclamar el señorío de Su Hijo y a su vez el Señor Jesús se goce con sus amigos la victoria sobre el mal y su boda con la novia. Es un hecho porvenir que estaremos presentes en tan magno evento reservado solo para quienes el mismo Dios expida su invitación personal.

El hermano y apóstol Juan se postra para adorar al ángel, pues semejante palabra de aliento derritió su corazón, mas él apercibe que solo Dios es merecedor de toda alabanza y él solo es un consiervo de él. El ángel reconoce el grado de importancia del apostolado que Jesús creó al seleccionar a sus doce enviados, y no solamente ellos, sino el resto, los demás apóstoles que habrían de seguir surgiendo y que retienen el testimonio de Jesús, el Enviado de Dios.

Dicho de otro modo, que todo aquel apóstol firme en el evangelio y palabra de Cristo goza de gracia ante el Padre y los propios ángeles, sabedores que triunfan en su lucha contra múltiples enemigos por el poder del Espíritu Santo pleno en ellos.

El ángel da una instrucción precisa: adora a Dios.

Significa que ningún apóstol puede adorar a otro ente o ser que no sean Dios y Su Cristo. En general, ningún creyente debe practicar idolatría de ningún tipo, pero menciona que el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía. ¿Cómo interpretar esto? Sencillo: el testimonio de Jesús -nacer, renunciarse, obedecer, padecer, ser fiel, confesar y morir- es lo que hará que toda verdad o plan de Dios sea manifiesto a quien lo diga en toda la regla.

La profecía es la anunciación del cumplimiento de todas las promesas que Dios ha hecho desde que fundó al mundo y habló al hombre. De modo que, siendo fieles a este testimonio es como veremos el qué, cómo y cuándo Dios hará esto y cumplirá Su palabra. No existe manera de que, fuera de esto se llegue a tal conocimiento o sabiduría celestial. Por eso nuestro amado Cristo Jesús dijo: “Fuera de mí, nada podéis hacer”.

A pesar de avanzar solamente dos versículos en la lectura en orden vemos cómo el Señor nos tiene muchos misterios y conocimientos espirituales que confortan nuestra alma, nos hacen querer seguir caminando con más ahínco esta vida espiritual guardados y fundamentados en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Por eso debemos disciplinarnos en leer en el Espíritu libro por libro, capítulo por capítulo, versículo por versículo.

La cena del Cordero es lo que tenemos que anunciar a todas las iglesias, no al mundo. Cuando visitemos a los hermanos, leamos estos pasajes, pues es nuestro gozo y fiesta que estamos desde ya invitados. Ponemos Apocalipsis 19:9-10 para testimonio de que lo que escribimos se fundamenta en la verdad.

Que el amor, la paz y la gracia del Señor Jesús, además de su gozo, rebose en su espíritu, queridos hermanos, amén.

9 Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. 10 Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.

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