Que el amor, la paz y gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
En el anterior tema vimos la promesa de nuestro Dios y Padre hecha compromiso y Voluntad expresa de invitarnos a las bodas que prepara para Su Cordero, siendo bienaventurados por ello.
Ahora, somos las ovejas que seremos defendidas y vengadas por nuestro Rey de reyes y Señor de señores, el Hijo de Dios en otra faceta y característica suya: ser el Verbo de Dios.
Apocalipsis 19 nos sorprende con pura palabra de poder y aliciente inconmensurable para nosotros los elegidos de nuestro Padre, hechos hijos por Su gracia, salvos por la sangre de nuestro Salvador Jesús el Cristo y refinados por el Espíritu Santo al hacernos obedientes y santos como Dios es santo.
Este pasaje inicia en el versículo 11, donde el apóstol revela que el cielo fue abierto para dar lugar a la manifestación más esperada del Cordero, del Hijo, del Heredero: el ser Justiciero. Monta un caballo blanco, es decir toma una figura visible para realizar la Acción de Dios: “mía es la venganza, yo pagaré” dice el Señor. Este Señor es Jesucristo, muchos piensan que es el Padre pero no, quién pondrá fin a las fechorías de estos malvados es el Hijo.
Lo menciona nuestro hermano Juan como un ser de nombre Fiel y Verdadero, describiéndolo en el Espíritu de que pelea y juzga con justicia.
Fiel, por cuanto obedeció al Padre en todo y así ahora Él ha mostrado a Jesucristo en la sustantivación perfecta en todo idioma. En ese sentido, toda obra de Justicia la hará al pie de la letra, tal como Dios ya lo previó.
Verdadero, por cuanto él siempre ha existido desde antes de la fundación del mundo. En él, se manifiesta la existencia de Dios que muchos niegan. Jesucristo es el único ser capacitado para hablar la Verdad, la palabra, y sólo él existe, siendo nosotros reflejos de él, quien nos da la esencia de vida. Los enemigos de él son sombras de rebeldía. Figuras débiles llenas de soberbia, efímeros depositarios de maldad que pronto dejarán de ser.
Pelea y juzga con justicia, porque no será en un juzgado, sino en un campo de batalla donde dictará sentencia a esta creación maldecida al no creer en él y creer que le podrán vencer. Pelea porque ya no es tiempo de hablar ni convencer. No hay más tiempo para hacer milagros, no es más aquél humilde carpintero sino el Hijo de Dios y es la hora de demostrar su real poder. Juzga porque como él vino a dar la palabra de salvación y gracia sabe de qué manera ellos han transgredido sus mandamientos, rechazado su palabra de reconciliación y tratado de ocultar su evangelio a toda costa. Por esto, viene a saldar cuentas y darles con justicia divina el pago de sus malas obras. Por eso tiene esta potestad del Padre, para vengar el menosprecio a él y a sus hermanos y amigos muertos por causa suya injustamente.
Menciona el pasaje además que sus ojos eran como llama de fuego: fulgurantes, brillosos y ciertamente nada amistosos, pues son enemigos a quienes observará y luego derrotará esta manifestación de nuestro amado Señor Jesús. Tiene un nombre misterioso que solo el mismo Jesucristo sabe. Nadie, ni Juan fueron revelados porque es señal que solo él tiene.
Por si fuera poco, lleva evidencia de por qué desciende del cielo para pelear y vengar; lleva consigo una ropa teñida en sangre, para que nadie exhiba abuso o prepotencia. ¡No! Esa sangre es la suya y la de todos los santos. Aquí es donde se revela el misterio grande: Jesucristo es el VERBO DE DIOS, escrito en el evangelio de Juan, pero que ahora se entiende por qué. Porque Jesús representó al Padre cuando visitó al pueblo de Israel, convivió entre ellos, habló con ellos y trató de convencerlos de que se arrepintieran (ellos, los judíos) de su mal camino. Por eso también en Juan dice: el Padre y yo uno somos. Ahora en estos tiempos es la representación de Dios como el Vengador y Justiciero, la Palabra y Voluntad hechas esencia visible al ojo humano para, de una vez por todas, cortar de tajo esta ignominia sobre la Creación.
Detrás de él viene el ejército de ángeles tras de él dispuestos a la batalla montados sobre caballos blancos, como él monta y además vestidos de ropajes finísimos, puros y blancos en representación de la pureza de Dios. Nunca antes se había visto esto con tal lujo de detalle, ni en los tiempos antiguos. Toda la nitidez y pulcritud de la Majestad del Yo Soy se manifiesta en esta exhibición de realeza y poderío.
A continuación, se describe que de la boca del Hijo de Dios sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones para regirlas con vara de hierro. Es decir, su evangelio será la ley a imperar y no habrá excepciones. Ninguna nación en ese mundo futuro pero cada vez más próximo estará exenta de estar bajo su dominio y su Rey ejercerá de manera puntual su reinado sobre todas ellas.
Al decir que él es quien pisa el lagar del vino del furor y la ira del Dios Todopoderoso significa que Jesucristo es la causa, motivo, razón, circunstancia y fundamento sobre los cuales Dios siente furor -emoción muy exaltada- e ira -enojo inaudito e implacable- contra sus enemigos. Pisar el lagar es exprimir todo fruto de maldad que ellos cosecharon a lo largo de la historia, pues en ellos se magnifica (en toda la extensión de la palabra) la maldad. Se hace pues, el vino sobre el cual se llenan las copas de la ira de Dios que les dará a beber y así ellos ahora tomen esa misma copa que Jesús bebió antes de ser sacrificado. Por eso Jesucristo oró de esa manera en el monte antes de ser entregado, porque tras beberla, el Espíritu le llevó a menguar y ser manso y obediente, preparándolo para recibir toda vejación que ya sabemos sufrió. En consecuencia es ahora Cristo quien les prepara el vino y Dios quien los hace beberlo ¡Amén!
Finalmente, el Espíritu nos muestra que otro título de poder que tiene el Obispo de nuestras almas es REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. Toda autoridad dada por Dios a los hombres se sujeta a Su Hijo desde su resurrección al tercer día. En este día venidero lo hará cumplir y manifestar de forma vívida, no ya en fe. Será rey por sobre todo reinado existente y será Señor sobre cualquier dominio vigente. Nadie podrá exigirle que abdique o que le restaure privilegio, poder o autoridad sobre ciudades, villas, pueblos, metrópolis o regiones: sólo él es la autoridad y él es la Ley y así lo hace para avergonzar a toda alma adúltera y también derrotar una vez más al otrora ángel de luz, traidor máximo de Dios.
Hasta aquí dejamos la descripción de este poderoso mensaje. Así, hermanos si les preguntan ¿quién es Jesús? Ya saben qué contestar. No hay nadie más poderoso que nuestro amado Señor. Lo que se ha descrito y explicado por el Espíritu Santo está en Apocalipsis 19:11-16.
Que el gozo, el amor, la paz, esperanza y gracia en Cristo Jesús esté en ustedes, amados hermanos en la fe, amén.
11 Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. 12 Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. 13 Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. 14 Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. 15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. 16 Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.
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