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La restauración de las cosas: El milenio.

Que la paz, amor y la gracia del Señor Jesús sea en todos ustedes amados creyentes en la fe. Bendiciones y salud.

Iniciamos ahora el desenlace de esta guerra y batalla espiritual entre Dios y el mal. Apocalipsis 20 abre su revelación sobre cómo el Cordero de Dios, Hijo del Altísimo y Rey de reyes y Señor de señores -nuestro Maestro y Salvador Jesucristo- viene a cumplir las profecías respecto que se enseñoreará sobre todo dominio que el Padre ha permitido exista.

En los primeros seis versículos se tiene que de inicio un ángel poderoso a quien se le da la llave del abismo (un lugar especial para el adversario de Dios dentro del lugar de los muertos, ese que mencionaba Abraham que divide al lugar de consuelo del de tormento) y con una gran cadena sujeta al dragón, la serpiente antigua, el diablo y satanás atándolo y aventándolo a este lugar, sellándolo para que no engañase más a las naciones por espacio de mil años.

Es importante destacar que el Espíritu revela los diferentes nombres con los cuales se le conoce ahora a Lucifer:

Dragón: es la forma que toma para asombrar a las multitudes crédulas de que es un ser con poderes divinos como Dios, pues como habremos de recordar desde el principio de las civilizaciones más antiguas se han documentado menciones de reptiles, dinosaurios, seres grandes que arrojan fuego, voladores o acuáticos los cuales son considerados deidades en lugar de Dios.

Este ardid fue puesto porque necios adoradores del mal invocaron demonios quienes introduciéndose en sus mentes debilitadas por sustancias psicotrópicas deliraron viendo “visiones” y de ahí el enemigo prepara las mentes inconversas para su última presentación y ocasionar el apocalipsis de la Humanidad.

Serpiente antigua: para engañar a Eva fue preciso disfrazarse y seleccionó a una serpiente para atraerla al árbol de la ciencia. Desde siempre toma formas para engañar y confundir a las mentes perversas predispuestas. Se le relaciona con el dragón el cual es una forma “evolucionada” de la serpiente. Dios maldijo a la serpiente a ser rastrera y esta falsa imagen de dragón volador es para hacer creer a los hombres de que tal maldición ha desaparecido.

Diablo: o acusador o tentador. Esta forma se utiliza para acusarnos ante Dios, antes de que fuese expulsado para siempre de la corte celestial al no tener ya cabida. Esta misma forma usó para tentar a Jesús en el desierto. Tanto odió a Cristo que le citó tres versículos y pasajes para tratar de confundir al Señor, sabiendo que había perdido toda esencia divina y fuera solo carne y Espíritu. Se disfrazó como ángel de luz para hacerlo caer, sin embago, el Señor lo venció al refutar con poder sus argumentos y dejándolo se fue. Hablaré más al respecto más adelante.

Satanás: o engañador. Utiliza esta forma para crear falsas doctrinas, disfrazarse de ser piadoso y bueno, siervo del Señor y penetra en las mentes que no creen en Jesucristo o bien en personas débiles, exacerbando sus sentimientos maliciosos para causar daño.

Esta forma es la que el Señor reprendió cuando Pedro le reconvino de su sacrificio en la cruz. Cuando alguien nos trate de engañar con sutilezas dogmáticas, es cómo detectamos a ese ser funesto espiritual. Por eso también dice la escritura que las “sinagogas de satanás” son centros de reunión donde la mentira, el engaño, el embuste y el fraude crean cultivos religiosos peligrosos.

En el versículo 3 se señala que fue atado para no engañar más a las naciones por mil años y es aquí donde Dios, el Padre, hace pagar al diablo la osadía de haber tentado a Su Hijo en el desierto. ¡Qué descaro de que, después de recibir la concesión sobre los reinos del mundo por parte de Dios venga ahora a intentar traficar con esto con el propio Hijo! Así es la maldad de este ser.

Aquí es donde el Padre aplica Su venganza sobre el diablo, sobajándolo y silenciándolo para que vea cómo Él le retira en un instante tal concesión y viene ahora el Cristo a tomar posesión de lo que hace unos instantes él todavía tenía control y diluya la frase “todo esto te daré si postrado me adorares” eternamente.

En el cuarto versículo, menciona datos importantes sobre este asunto espiritual. Existen tronos donde los que el Señor Jesucristo imponga y corone reinarán con él por estos mil años. El apóstol vio las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y la palabra de Dios, además, a quienes no recibieron la marca de la bestia ni la adoraron, es decir, en este momento ocurre la primera resurrección. Todos los muertos en Cristo resucitarán primero, escrito está.

De modo que, quienes hayan sido designados como dignos de reinar así lo harán. Menciona el versículo sexto que quien resucite en la primera resurrección es bienaventurado y aparte es santo, para que de esta manera tenga potestad de tener parte y suerte en coexistir con el Señor, siendo además sacerdotes de Dios y de Cristo.

¡Amén! Las bendiciones no cesan y ahora vemos con gozo el fruto de nuestro arduo trabajo al final de nuestra jornada. Por esto mismo, hermanos, no podemos caer en ver las cosas de abajo que perecen, sino las de arriba que permanecen.

¡Mil años! ¡Imagínense, hermanos! Un milenio en que las naciones tendrán como cabeza al mismísimo Hijo de Dios, reinando sobre ellos. Los resucitados y vencedores junto con la población experimentando esta gloriosa condición.

Anexamos lo escrito en Apocalipsis 20:1-6 para su lectura y comprensión.

Es más que preciso evitar caer en doctrinas extrañas, es más que urgente cimentarnos más en nuestro Señor Jesucristo y es imperioso terminar nuestro jornal (anunciar el evangelio a toda criatura durante nuestra existencia). Pero no se refiere a que todos seamos evangelistas, sino que desde nuestra humilde existencia demos testimonio y eso también es predicar con hechos de Cristo.

Que el amor, la gracia y el poder del Señor Jesús sobreabunde en su corazón amados lectores, amén.


20 Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. 2 Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; 3 y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo. 4 Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. 5 Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. 6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.



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