Que la gracia, la sabiduría, la paz y el amor de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.
Continuando con lo escrito en el capítulo 13 de Mateo, encontramos otra parábola importante dicha en términos que los discípulos pudiesen discernir rápidamente, en su oficio.
Se trata de la pesca, actividad que algunos de ellos era su sustento material antes de conocer a Jesús y seguirlo y con la sabiduría de lo Alto que le distingue el Señor Jesús expone el propósito de predicar para salvar almas como símil de tomar peces de un cuerpo de agua para supervivencia de la comunidad.
Pues bien, en Mateo 13:47-50 declara:
47 Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; 48 y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. 49 Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, 50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
El Señor Jesús menciona que el reino de los cielos es como una red echada en el mar que recoge todo tipo de peces, los cuales son sacados de este para ser consumidos.
El mar es el mundo y la red es tiempo final. Los pescadores son los ángeles y los peces son los creyentes, donde además el otro tipo de peces no comestibles son los infiltrados y los incrédulos.
Esta red es inmensa porque habrá de colectar a todas las almas nacidas desde Adán hasta el último que nazca. Cuando no haya más que recoger se llega a la orilla y se separa lo bueno en cestas (los salvos por Dios mediante Jesucristo) de lo malo, lo cual echarán fuera.
Aquí el Señor les informa que quienes crean en la voluntad del Padre de oír a Jesucristo serán los recogidos en cestas (salvos) y quienes no crean serán olvidados y aventados fuera, desechados para siempre.
Y concluye que esta labor será de los ángeles, separar a los salvos de los condenados y cada cual, a su destino, donde especifica que el horno de fuego (lago de fuego y azufre) será el fin de estos seres impíos, donde su lloro y crujir de dientes será eterno e irrevocable.
Mientras tanto nosotros, nos alegramos porque a la cesta nos vamos. Ahí estaremos por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, y la red ya está en el mar, solo que sigue ahí porque aún no es tiempo de levantarla todavía.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.
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