Que la gracia, la sabiduría, la paz y el amor de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos.
Iniciamos por gracia de lo Alto la lectura y meditación del capítulo 13 de Mateo, el cual contiene mucho conocimiento práctico de la vida espiritual que agrada a Dios. En la primera porción viene una parábola que tiene mucho conocimiento de lo que es la realidad espiritual del hombre que está confrontado a escuchar la palabra de vida y tiene cuatro opciones a elegir, según lo dispuesto por el libre albedrío. Nos referimos a la parábola del sembrador, la cual explica por el Señor Jesús lo que acontece con las almas cuando la palabra de vida llega a sus oídos.
Dice Mateo 13: 1-9:
13 Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. 2 Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. 3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. 4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. 5 Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; 6 pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. 8 Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. 9 El que tiene oídos para oír, oiga.
El Señor Jesús sale de su casa y va hacia el mar, a pescar hombres para el Padre. Como la multitud creció, decidió subir a la barca y de ahí a dar el mensaje. Desde los cielos el Señor Jesús habla y comisiona a sus siervos, según su complacencia y su autoridad.
Luego, los enviados por él van y avientan la palabra de Cristo a la Tierra, mediante las predicaciones al mundo, del cual salen cuatro tipos de escuchas:
Los que la palabra cae en el camino. Estos oyentes no son salvos. Son aquellos en quienes se ejerce el testimonio de anunciar la palabra; no obstante, endurecen tanto su corazón que la palabra no haya cabida y desaparece, quedando expuestos a la condenación por no creer si antes de que les sea retirado el hálito de vida no enmiendan su decisión.
Los que la palabra cae en pedregales: la piedra es parte de la Tierra, mas no es materia que de vida. Representa al corazón del oidor que se alegra en el momento, pero el sol, que es el enemigo, la quema porque engaña a este corazón con falsas religiones y como no se cree y se afirma se seca su eficacia y por tanto no da fruto.
Los que la palabra cae en espinos: Estos oidores son aquellos quienes reciben la palabra y tratan de retenerla; empero, sus tradiciones, costumbres y prioridades hacen que la palabra no rinda para dar fruto por cuanto no dan espacio en su interior. Deambulan de aquí para allá y de allá para acá en aras de seguir su voluntad y no la del Señor.
Los que la palabra cae en tierra: Estos son los que oyen, creen, confiesan, reciben y atesoran la palabra. Aquellos quienes procuran seguir el camino, obedecen y hacen la voluntad del Padre. Hay hermanos que dan fruto a ciento -los siervos y vencedores-, los de sesenta, aquellos que buscan la renunciación y santidad, y los de treinta, aquellos que comienzan a andar en este hermoso camino de la obediencia.
Como podemos ver, amados hermanos, el Señor Jesús es Maestro, porque enseña sabiduría eterna con las palabras precisas, con los argumentos irrefutables mediante analogías sencillas. Qué gozo tan más grande, que seamos elegidos a llevar fruto y que el Señor coma de nosotros si llegase a tener hambre, pues de eso se agrada Dios, quien nos labra y alimenta, procura y da todo lo que necesario para nuestra salud espiritual.
Que el amor, el gozo, la gracia y la paz del Señor Jesús esté en su espíritu, amados hermanos, amén.
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