Amados: que el amor, la paz y gracia del Señor Jesucristo sea en ustedes, en su espíritu, amén.
Continuando con el excelso contenido de Mateo 6, donde Jesús cubre muchos aspectos básicos de lo que es vivir una vida espiritual agradable a Dios, toca ahora un tema de relevante importancia para los creyentes: la vista como símbolo de prioridad de quien la ejerce en esta temporalidad.
Nos referimos al pasaje hallado en Mateo 6:22-23, el cual expone una pieza clave de información que debe ser convertida en conocimiento sano espiritual para todo quien confiesa e invoca el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
El cuerpo tiene una lámpara, la cual es el sentido de la vista expresada por los ojos. El Señor describe a todos esta ley fundamental: si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; entendiéndose que si la vista, el ojo, nuestra visión la usamos para ver y comprender el aspecto espiritual de las cosas, la voluntad de Dios, los asuntos del reino entonces nuestro cuerpo está lleno de luz, es decir, estamos justificados por nuestro Padre.
Un ejemplo: si recibimos un dinero extra y nos ponemos a ver en cómo sacarle el mejor provecho en beneficio a los hermanos, familia -de alguna forma que sirva conforme a los principios escritos en el Nuevo Testamento- es que ponemos a los pies del Señor este ingreso y no vemos al dinero como algo para ocultar o retener sino como una ofrenda de gracia, amor, fraternidad y misericordia, obramos conforme al Espíritu. Aquí nuestro cuerpo está lleno de luz porque estas obras deslumbran con el fulgor del amor y fe.
Caso contrario, dice: “pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas”. En otras palabras la vista dicta que no hay que dar, compartir, ceder, dejar ir cuando es posible y necesario hacerlo. En el ejemplo anterior, es como tras ver el dinero se cavila en qué se puede gastar para dar placer a la carne y no ver primero a la familia o a los hermanos; así es como la tiniebla existe, porque el amor está apagado, la fe está disminuida y por tanto hay oscuridad para no ver la voluntad de Dios. Ese deseo de no compartir y quedarse con todo es lo que el Señor Jesús señaló aquel día.
Culmina con esta frase lapidaria: “Así que si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?”. ¿A quién dirige este juicio verdadero? A los hipócritas: quienes le oían a ratos maravillados, asombrados; en otros, ofendidos e indignados. A esos quienes se le acercaban para encontrar sabiduría y luego traficar con ella, esos que buscaban justificación en su nombre para actuar conforme a su voluntad impía y no conforme a Dios. A los religiosos ufanados en presumir linajes o estirpes, actos huecos pero que estaban llenos de toda corrupción y maldad. Pero mayormente a esos que buscan refugio, poder, consuelo, llenura, placer o amor total a lo metálico, a lo brilloso de la pedrería, al conjunto numeroso de propiedades, títulos o posesiones que los hacen ser tinieblas.
Y termina diciendo que se puede estar peor. Por tanto, el consejo es que el ojo no debe quedarse abajo, primordialmente en la posesión y amor a lo terrenal o en la obsesión de tener riqueza dado que esto nubla la vista en el camino a la perfección y provoca incluso hasta ceguera que extravía.
Corto pasaje pero muy profundo el mensaje que nuestro Señor habló al pueblo, respecto a dónde estaba su verdadera lealtad. Pero sigue vigente ahora, como advertencia que tanto la carne, el mundo y el diablo seguirán propagando el amor al dinero y riquezas por sobre Dios.
Dejamos el pasaje a su consideración y deseamos que la paz, gracia y sabiduría de nuestro Señor Jesuristo sea en ustedes amados hermanos, amén.
22 La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?
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