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La juramentación de Herodes 

Que la gracia, la sabiduría, la paz y el amor de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

Iniciamos el mes con el capítulo 14 de Mateo, el cual nos presenta cuatro pasajes muy instructivos en cuanto a doctrina y el quehacer misionero de Jesús. El primero, no obstante, habla del poder que tienen el mundo y el enemigo de Dios para realizar toda clase de actos viles en nombre del poder de la palabra del juramento.

Leamos el pasaje hallado en Mateo 14:1-12:

En aquel tiempo Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús, 2 y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes. 3 Porque Herodes había prendido a Juan, y le había encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; 4 porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. 5 Y Herodes quería matarle, pero temía al pueblo; porque tenían a Juan por profeta. 6 Pero cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes, 7 por lo cual este le prometió con juramento darle todo lo que pidiese. 8 Ella, instruida primero por su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista. 9 Entonces el rey se entristeció; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la diesen, 10 y ordenó decapitar a Juan en la cárcel. 11 Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha; y ella la presentó a su madre. 12 Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús.

Herodes el tetrarca fue un gobernante títere al servicio de Roma como administrador de los asuntos locales en la región a su cargo. En virtud de lo anterior, su misión era agradar a Poncio Pilato y ser un dictador para el pueblo judío, conocido por su constante desagrado a ser provincia romana en lugar de ser reino soberano. El título de Herodes fue dado a cuatro varones, todos impíos al formar parte del sistema de gobierno romano. El que nos ocupa hablar en esta ocasión es quién ordenó ejecutar a Juan el Bautista.

Este hombre tuvo muchos conflictos con Juan por cuanto éste denunció públicamente la relación entre él y la mujer de su hermano, ley flagrantemente incumplida en los estatutos dados por Dios a Moisés y por la constante crítica al pueblo y al gobierno en su grosera forma de pecar contra Dios. Juan vino a allanar el camino al Señor Jesús, pero también tuvo que declarar la verdad sobre las cosas de cómo debía procederse para agradar al Señor: oír a Jesucristo, el Enviado de Dios.

Lo anterior generó la ruptura y franca enemistad entre ambos. La mujer ilícita de Herodes maquinó un plan para eliminar a Juan de manera que el rey no fuese tachado de asesino de justos, pues Juan era tenido por profeta y no podría morir, así como así.

Por un baile de la hija de Herodías fue que él, encantado de su arte declaró con juramento que lo que le pidiese se lo daría y ella solicitó la cabeza de Juan, la cual fue entregada poco tiempo después. El rey sintió temor, pero su juramento no podía ser revocado.

Y esta es la enseñanza. No podemos entregarnos al mundo extasiados en nuestros sentimientos de juramentar y ofrecer lo que el otro desea. Porque siempre el enemigo tomará excesiva ventaja y no es propósito ofrecer lo que no es nuestro, jurar por lo que no tenemos certeza de poder hacer ni prometer por lo que no tenemos poder de cumplir.

Aunque Herodes fue del mundo y Juan tenía que morir así porque ya estaba estipulado desde antes por el Padre, lo cierto es que la prudencia en nosotros tiene que estar. Pues una promesa mal hecha genera dolor, angustia y pena.

El hermano Juan ya estaba en la cárcel esperando su partida y el Señor Jesús en pleno apogeo de ministerio. El Señor Jesús en otro evangelio se expresó en cuanto a este suceso, pero lo veremos en otro tema. Se dice que este Herodes murió poco tiempo después, pero lo importante es no ser cómo él: boca insensata, ligero de palabras y enemigo de Dios.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.

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