Que el amor, la gracia y la paz de lo Alto sea en ustedes, por gracia de nuestro Señor Jesucristo amados hermanos, en su espíritu, amén.
Mateo 8:28-34 habla sobre cómo quienes se ordenan para condenarse no se inmutan de esto, sino que en sus cinco sentidos rechazan toda palabra, poder y testimonio, leamos lo que el Espíritu nos permite atisbar y asimilar:
28 Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? 30 Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos. 31 Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos. 32 Él les dijo: Id. Y ellos salieron, y se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí, todo el hato de cerdos se precipitó en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas. 33 Y los que los apacentaban huyeron, y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados. 34 Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos.
Los discípulos fueron testigos presenciales del milagro en el mar, donde temblaron de miedo por el poder de nuestro Señor Jesucristo y apenas conocían su poder aquí en la Tierra. Después, el Señor Jesús, fue a esa región de Galaad para anunciar el tiempo de su visitación de realizar la ardua labor de predicación, poder y milagros.
Creer en Jesucristo es algo espiritualmente obvio. Dos demonios que poseían a dos almas asolaban y ocasionaban destrozos, sabían quién era y desde la humanidad de esos hombres le confesaron por quien es: el Hijo de Dios, por eso luego dice la escritura más adelante: los demonios creen y tiemblan.
El Señor luego les concede ir a un hato de cerdos para estar en alguien vivo y estos, influenciados por esos espíritus son rotos en su paz, corren a un despeñadero y se arroja al mar muriendo todos. Aquí hay sabiduría de lo Alto. Los cerdos son los instrumentos sobre los cuales el mundo se vale para engañar a muchos. El poder de Jesucristo es total e inmenso y aun así tuvieron temor de confrontarlo estos dos poderosos espíritus que tenía secuestrado un cierto camino.
Estos dos endemoniados son aquellos al servicio del mal en todas sus facetas, pero de que cualquier forma tiene la gracia de ser liberados para condenación de los opositores de la luz y la verdad. Luego, quienes apacentaban a dichos cerdos huyeron y contaron a la localidad esa lo acontecido. La verdad, hay seres humanos no dispuestos a valorar el amor y la misericordia de Dios a través de Jesucristo y le ruegan, como estos pobladores que se retire de ahí. No hay fe, amor ni esperanza para ellos.
En lugar de demostrar gratitud y arrepentimiento por la bondad hecha hacia ellos, fue temor y poco aprecio al Salvador, quienes en su ceguera le pidieron que se retirara de sus contornos, pues el bien les parece mal y les causa daño. Los dos endemoniados fueron los únicos quienes fueron agradecidos, pues nadie suda calenturas ajenas y por tanto, las experiencias son de lo que Dios les ha provisto. Ante tal escenario, el Señor Jesús opta por subirse de nuevo a la barca dando a entender que no en todos lados los siervos del Señor Jesús serán recibidos y nosotros también seremos rechazados sin causa alguna.
El Señor Jesús se ausenta de un alma endemoniada, incrédula o aterrada de él.
Muy sencilla labor de testimonio contra esa generación porque cerraron su boca imprudentemente para confesarle, callaron su alegría y comodidad y tienen el cinismo de aplicarle a Jesucristo su rechazo.
El Señor tampoco se inmutó, pero sabe que quien afrenta al Hijo de Dios nada bueno le acontece aquí y después de esta vida.
Que el amor, la gracia y el poder de nuestro Señor Jesucristo, sea en todos ustedes amados, en su espíritu, amén.
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