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La fiesta de bodas

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

Como si no fuera poco por los taimados escribas y fariseos, todavía un poco más de tiempo resistieron y se quedaron, más que por arrepentimiento, por orgullo y su maldad manifiesta de escucharle alguna palabra ociosa en lugar de oír reprensión justa para redención.

El Señor, de nuevo toma la autoridad para seguir hablando y ahora, en una parábola hallada en Mateo 22:1-14, dice:

22 Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: 2 El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; 3 y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir. 4 Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas. 5 Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; 6 y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. 7 Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. 8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. 9 Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. 10 Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.

11 Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. 12 Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. 13 Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 14 Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.

El Señor Jesús, pasa del pasado al futuro, es decir, en el mundo espiritual de la iglesia y al final de los tiempos. Incluso se refiere a ellos (los religiosos judaicos de la ley) como el primer caso de los convidados en prioridad. Mandó a siervos (los apóstoles y predicadores, no profetas, pues ya está hablando de las bodas del Hijo) y estos fueron eliminados por los falsos promotores de la ley.

El rey -es decir Jehová Dios, el Padre- los destruyó y quemó su ciudad -Jerusalén, 40 años antes de que sucediese- y quedaron fuera de las bodas. Por eso, quien decide hacerse esclavo de la ley se auto incrimina y se auto excluye de la fiesta.

Sin embargo, al no ser hallados suficientes invitados a la fastuosa boda, se abre la invitación a todo linaje fuera del de los hijos de Jacob, los Gentiles.

A través de los años, en cada generación salen millones de convidados, buenos y malos y la condición es que lleguen vestidos para celebrar las bodas, es decir, creer en el Hijo. No importa su origen, credo inicial, raza, formación o estatus, solo importa que deje sus vestiduras y se pongas las dignas (fe, confesión y bautismo en el nombre de Jesucristo) se les deja pasar para que tomen su lugar.

Sin embargo, hay salteadores que buscan inmiscuirse sin cumplir con el compromiso de vestirse de bodas. El rey, en el día del juicio. Ahí los salteadores serán exhibidos, esos hipócritas, mentirosos y falsos serán echados fuera de la ceremonia final de gozo y serán lanzados a recibir su parte con los malvados.

El rey toma en serio su función y deja la herencia a su hijo.

Con esto, demuestra a esos farsantes que lucran de la ley de su Padre que su tiempo ya pasó y no son considerados por Él para el gozo de la salvación, por cuanto unos se fueron a su labranza, su hurto y saqueo de lo que era el tesoro de Dios en la Tierra; y otro a sus negocios, es decir, el pillaje de lo establecido en la ley para su beneficio personal usando el Santo nombre del Señor en vano; más los asesinos que destruyeron a los enviados para invitarlos.

Suena ilógico, pero así de ilógico es el humano soberbio y opuesto a su DIOS. Los fariseos ya no ven lo duro, sino lo tupido y más se llenaron de ira contra Jesucristo, porque nunca les demostró miedo y delante del pueblo los desenmascaró como verdaderos ladrones y usurpadores. Además, les declaró la verdad y en su cara los desechó, les declaró su justo juicio y sentencia y ellos nada pudieron hacer para revertirlo.

Muy por el contrario, buscaban silenciarlo para que no cayese la nación bajo su palabra y mensaje. Buscaron y por eso se habían estado quedando, para que entre todo mensaje saliese algo. Por eso resistieron y ese mismo orgullo confirmó su destino espiritual. A continuación, en la siguiente entrega, veremos cómo procuraban hallar algo, infructuosamente, en su contra.

Por ahora, baste que la autoridad de los tiempos de nuestro Señor Jesucristo les reveló todo y ellos, aun así, le despreciaron.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.


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