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La caída de Babilonia vista por los hombres. Parte dos.

Que el Padre de toda misericordia sea con todos ustedes, amados hermanos. Y el Señor Jesucristo, nuestro Señor, Salvador y Maestro sea su consuelo, su paz, su amor y su esperanza, amén.

Nuestro Padre tiene cuentas pendientes contra la Religión, una falsa diosa que le ha arrebatado la alabanza que sólo a Él le corresponde y que ciertamente es celoso y no comparte con nadie. Esta religión tiene muchas caras y la mujer que se cree reina -autoproclamada que es vitoreada por los humanos- es una ramera, pues ha prostituido la fe, la verdad y la esperanza mezclándolas -cual alquimista, bruja y hechicera- con dogmas, blasfemias y filosofías mundanas para dar lugar a cuantos credos sacrílegos podamos imaginar con único propósito de sabotear el plan de Dios de salvar a Su creación humana y no dejar que Jesucristo sea el Señor, Salvador y Maestro de ellos. El principal lazo espiritual del diablo es el enraizado en la península en forma de bota, puesto que de ahí parten las directrices de engaño, estafa, perversión y adulterio espiritual.

Ya vimos en el número anterior cómo Dios la ve, la juzga y la condena. Ahora, pasando al otro lado de la situación cómo los diferentes actores humanos (con pleno uso de sus facultades mentales) sufren, se lamentan y lloran porque su sistema de adoctrinamiento y sometimiento social y moral ha fenecido para no dejar que Dios cumpla la promesa hecha por Isaías de sanar, restaurar, y salvar a quien le crea a Jesucristo como el Hijo de Dios.

Comenzamos con los reyes: sí, la autoridad puesta por Dios pero que se dejó embabucar por esta ramera sediciosa contra el Creador mediante:

  1. Asesinatos de legítimos líderes y “en el nombre de Dios” asegurar tronos y títulos de gobierno

  2. Asociaciones delictuosas con mafiosos traficantes de influencias, mercaderías o personas y estos, al recibir la “bendición y venia” de “la Iglesia” acallar cualquier crítica

  3. Desaparición de personas incómodas al exhibir las atrocidades, mentiras, hipocresías de esta Jezabel por medio de jueces, alguaciles, magistrados, líderes sumisos por dinero, poder, fama y permanencia en estos puestos de poder

  4. Defraudadores de las sociedades al mentir sobre que harán cambios, pero lo único que hacen es torcer el marco legal para encubrir los sucios negocios con el clero omiso y cómplice.

  5. Enemigos de la fe quienes persiguen, torturan y matan a los siervos de Dios y Jesucristo por mandato, orden y exigencia de las cúpulas religiosas enfermas de odio al Hacedor.

  6. Etcétera

Y a esto se refiere la porción del versículo 9:los reyes… que han fornicado con ella,… vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella” y en el siguiente textualmente dice: “parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!” ¿Por qué lloran? Porque saben que Dios les ha quitado el fundamento de sus fechorías, el abogado del diablo que les justificaba, ese manto protector de sus crímenes e injusticias y además, ahora tendrán que someterse al anticristo, falso líder judío que se anunciará como el mesías que había de venir en lugar de Jesucristo y sumo sacerdote que querrá instaurar los sacrificios de animales.

Luego vienen los mercaderes, sí, esos hijos de mamón, los amadores de idolatría porque haciendo tales fetiches participan de esta orgía espiritual que decanta en millones de almas perdidas al ser engañadas y mantenidas en el engaño a través de objetos, piedras preciosas, materiales, alimentos y perfúmenes que se usan en todos los rituales perversos que atentan contra el Santo Nombre del Señor y contra Su Hijo a través de toda la Historia humana en la Tierra.

Cortándoles la fuente de su riqueza mal habida, sufrirán más que con las plagas, pues como dijo el Señor Jesucristo: “porque donde esté vuestro tesoro, ahí estará vuestro corazón”. Esta es la causa de la condenación de muchos, que también explica Juan 3:17 y 18, porque si corazón estuvo en el glamour de la celebración libidinosa, en la exacerbación sensual de deleitar al ojo, en la vanidad pervertidora de amar al lujo y la riqueza y en la excretable obsesión por hacer el mal en ser contumaces de mirar abajo voluntariamente y ser de oído sordo al anuncio de la vida eterna por nuestro amado Señor Jesucristo. Así son los religiosos y sus mercaderes, los proveedores de muerte espiritual, padeciendo desconsuelo total porque su artimaña de mentiras fue desbaratada en solo una hora de un día, el día del Juicio del Señor contra la ramera, diosa de ellos.

El ángel que arroja la piedra enorme como de molino al mar hace la analogía del peso de podredumbre, maldad y asquerosidad que esta mujer espiritual es para con Dios. Le ha sido quitado el poder de alegrar a hombres y mujeres en cuestiones de casamientos, le ha sido retirado el poder de deleitar oídos ignorantes con melodías suculentas como canto de sirenas y sobre todo, el poder de sustentar a los mercaderes, hombrezuelos sin dignidad alguna con los cuales la sangre de todos los santos y enviados de Dios ha sido derramada cruel e injustamente. Esa sangre ha revertido en su sentencia pues de ser su vino con el cual ella se emborrachaba de placer, viene a ser la hiel que la amarga y ve morir a ella y todos sus secuaces.

Más esta victoria no es en lo absoluto la principal, pues aunque el Cordero derrotó a los mismos reyes que matarán a filo de espada a esta reina espuria y ramera por despecho y encomienda del Altísimo Dios, viene la batalla grande, la que todos y cada uno de estos seres desdichados verán su perdición y se dará luego el inicio de nuestra eternidad ¡Por fin! ¡Bendito sea el Santo Nombre de nuestro Padre por habernos elegido como dignos hijos Suyos desde antes de la fundación del mismo mundo! ¡Alabado sea el Todopoderoso nombre que es sobre todo nombre: Jesucristo, el Hijo de Dios, Salvador, Maestro y Señor nuestro! Sin su sangre derramada, nuestro linaje fuera también exterminado con gran ira, más somos hechos salvos por amor de Su Majestad, nuestro Dios.

Dejamos lo escrito en Apocalipsis 18:9-24. Que el amor, el gozo y la esperanza de nuestro Señor Jesucristo rebose en ustedes amados hermanos, amén.

9 Y los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio, 10 parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio! 11 Y los mercaderes de la tierra lloran y hacen lamentación sobre ella, porque ninguno compra más sus mercaderías; 12 mercadería de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino fino, de púrpura, de seda, de escarlata, de toda madera olorosa, de todo objeto de marfil, de todo objeto de madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol; 13 y canela, especias aromáticas, incienso, mirra, olíbano, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias, ovejas, caballos y carros, y esclavos, almas de hombres. 14 Los frutos codiciados por tu alma se apartaron de ti, y todas las cosas exquisitas y espléndidas te han faltado, y nunca más las hallarás. 15 Los mercaderes de estas cosas, que se han enriquecido a costa de ella, se pararán lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentando, 16 y diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata, y estaba adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas! 17 Porque en una hora han sido consumidas tantas riquezas. Y todo piloto, y todos los que viajan en naves, y marineros, y todos los que trabajan en el mar, se pararon lejos; 18 y viendo el humo de su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad? 19 Y echaron polvo sobre sus cabezas, y dieron voces, llorando y lamentando, diciendo: ¡Ay, ay de la gran ciudad, en la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas; pues en una hora ha sido desolada! 20 Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios os ha hecho justicia en ella. 21 Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó en el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada. 22 Y voz de arpistas, de músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en ti; y ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti, ni ruido de molino se oirá más en ti. 23 Luz de lámpara no alumbrará más en ti, ni voz de esposo y de esposa se oirá más en ti; porque tus mercaderes eran los grandes de la tierra; pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones. 24 Y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra.

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