Que el amor, la gracia, sabiduría y ciencia de lo Alto sea en ustedes, amados hermanos en Cristo, en su espíritu rebose, amén.
Iniciamos el décimo primer capítulo de Mateo, donde termina nuestro Amado Señor Jesucristo de dar instrucciones a sus discípulos y luego de ahí continúa en solitario dando testimonio y predicando en otros lados para redimir el tiempo.
Leamos la primera parte en Mateo 11:1-6:
11 Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. 2 Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, 3 para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? 4 Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. 5 Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; 6 y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.
Menciona el Espíritu que cuando envió a sus apóstoles a predicar el evangelio, Jesucristo fue a predicar donde ellos habían nacido pues ya había dicho que no hay profeta con honra en su propia tierra. En este lapso de tiempo el profeta Juan el Bautista oye esto y envía a dos de sus colaboradores para indagar si el Señor era el Mesías o no.
La respuesta de Jesús es simple: vean, oigan y comuniquen lo que ustedes mismos perciben por sus propios medios. Extiende el mensaje:
Los ciegos ven
Los cojos andan
Los leprosos son limpiados
Los sordos oyen
Los muertos son resucitados
A los pobres les es anunciado el evangelio
Bienaventurado el que no halle tropiezo en Cristo
Estos discípulos se fueron llenos de respuestas y confirmados de que no solo en lo físico, sino en lo espiritual la Promesa se había cumplido, por tanto, Juan podría sentirse gozoso y confirmado en su relevación del testimonio al pueblo. En un contexto espiritual, puede interpretarse como:
Los ojos de los ordenados para la salvación fueron abiertos y los redimidos de entre los descendientes de Jacob serán llamados hijos de Dios cuando confiesen de corazón con el fruto de labios al Hijo de Dios como el Rey de Israel.
Los que no podían andar por estar tullidos de tanto pecado y lastre milenario ahora corren presurosos para oír y se cumpla en ellos la profecía de Isaías de ser sanados y consolados por el Padre.
Aquellos impuros ahora son limpios para el Señor. Nadie está excluido: el pobre, el gentil, el extranjero, el huérfano, el pecador y el menospreciado, todos estos considerados para vida eterna.
Aquellos quienes no prestaban atención a Dios ahora pueden escuchar el mensaje de piedad, misericordia y poder y de esta manera la fe venga a ellos.
Quienes no tenían esperanza alguna y eran contados entre los muertos ahora experimentan la vida que el Hijo del Hombre dará gratuita y completamente a quienes se juzguen dignos de recibirla.
Quienes son echados fuera por las élites religiosas ahora pueden estar en la eternidad en la presencia de la Deidad al confesar el Santo nombre del Señor Jesús. Quienes carecían ahora son portadores de la Verdad y colaboradores del Verdadero.
Cualquier nacido de mujer que no vea en el nombre del Señor Jesús estorbo, molestia, tropiezo, problemas o pérdida de privilegios o status tiene toda la puerta y oportunidad de abrirla.
Después de este mensaje, luego el Señor Jesús habla de Juan al pueblo en cuanto a su verdadera misión y el cumplimiento de otra profecía, pero será tema de otro blog.
Que la paz, gracia y sabiduría del Señor Jesús sea en ustedes, amados creyentes, amén.
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