Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.
El clima de amor, misericordia y alabanza al Padre por los milagros y sanaciones habían de terminar porque después de ser saciados, fueron enviados a sus lugares de origen y fueran más testimonio a los suyos del poder y presencia del Mesías, el Hijo de Dios venido a esta Tierra.
También el Señor debía continuar con su ministerio evangelizador y ser contraste para los falsos servidores de Dios, su antítesis y piedra de tropiezo para que cayeran en vergüenza y fueran convencidos de que su servicio a Dios era nulo y falsas su adoración e investidura.
Subió a la barca y llegó a la región de Magdala, donde fue visitado una vez más por los molestos fariseos, empeñados en salir justificados y enseñorearse sobre Cristo. No quedaron contentos en ser exhibidos y ahora en otra treta buscaron sacarlo de sus casillas para poder hallar alguna evidencia en contra suya y le exigieron señal del cielo, para ver si era verdad o no que era alguien mandado por Jehová.
Leamos con atención el pasaje en cuestión, Mateo 16:1-4. Dice así:
Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo. 2 Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. 3 Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis! 4 La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.
El Señor no concede esta exigencia, sino que, de nueva cuenta, los expone ante los discípulos en sus dotes adivinatorias y de ser solamente expertos en artificios, cosas naturales para planificar su maldad usando como analogía la meteorología. En aquellos años, el calendario se basaba exclusivamente en los ciclos de siembra y siega dejando la primavera para el primer viento cálido y deshielo, el verano para la siembra y lluvias, el otoño para la siega y molienda y el invierno para el refugio y ausencia de actividades agrícolas.
El Señor les habla del cielo físico como modo en que estos rufianes de la fe interpretaban y torcían las leyes de Dios para sus malas acciones, así que de noche era propicia a ellos por ser las tinieblas en las que ellos ocultaban su inmundicia; en la mañana planeaban torcer más la escritura, al tener su mente nublada por su avaricia y las nubes -su ego- en máxima expresión. Este cielo es la cabeza de ellos, su mente llena de humo pecaminoso y soberbia descomunales y todavía ellos, conscientes de lo poderoso y apegado a la ley de Dios que era Jesús (pues la cumplía en vida), demandaban señal como si fuesen gentiles o indoctos. ¡Haberse visto semejante osadía majadera! Pedir señal del cielo ¡A LA SEÑAL EN CARNE ENVIADA DEL CIELO!
Por eso Jesús, en esta ocasión no solo fue escueto al hablar con ellos, sino solo los describió y ahora él se alejó, pues esta afrenta terrible de haberlo invisibilizado al pedir otra señal en detrimento hacia él no podía quedarse así. Ya luego el Padre se encargaría de ellos.
Por eso dice: ¡Hipócritas, sabéis distinguir el aspecto del cielo, mas las señales de los tiempos no podéis! Pues ellos solo veían lo que querían ver y jamás podrían ver lo que Dios tenía preparado para el pueblo en esa época: la llegada del Mesías, por su renuencia a arrepentirse y a ceder el espacio al Rey de Israel. No pueden ver los tiempos de Dios porque sirven al diablo, y el diablo no tiene acceso a los tiempos y planes de Dios. Solo quienes confesamos al Señor Jesús y damos testimonio de él podemos.
Y los amartilla tenazmente con este dicho: “la generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no les será dada, sino la señal del profeta Jonás”. ¡WOW! ¡Qué poderío tan irresistible! Y antes de que pudiesen replicar algo, los dejó, absortos y viendo estrellas. No esperó respuesta porque no pudieron levantarse de esta réplica. En la anterior confrontación los dejó irse caminando ofendidos; ahora, se quedaron quietos, perplejos y desorientados.
Por el Espíritu vayamos por partes en todo lo que mencionó el Señor en tan pocas palabras, para su gozo y para nuestro deleite espiritual:
Generación mala: Todo aquel que rechazaba al Señor Jesús de corazón y labios entró en esta categoría, opuesta totalmente a la Voluntad, Profecía y Plan de Dios para ese tiempo. Servidores del diablo, de sí mismos y del mundo y no de Dios.
Generación adúltera: No solamente eran rebeldes, eran perversos, pues torcían la letra en reglas humanas. Nulificaban la fe, la justicia, misericordia y amor que la ley tenía para sustituirlos por apegos a tradiciones, injusticia, crueldad, frialdad, interés, odio, avaricia y soberbia. Adulterar es acostarse con alguien quien no es la pareja, teniéndola y engañándole y fingir que se ama cuando se tiene otro querer. Así ellos, teniendo el amor de Dios en primera instancia lo abandonan y profesan fe y amor a tradiciones, dioses y concupiscencias. En su cara los desnuda como malhechores pecadores e inmundos.
Demanda de señal: En el antiguo pacto era común solicitar señal para comprobar si el enviado era de Jehová o algún falso profeta. Pero esto era por la maldad de los hombres y porque conforme pasó el tiempo, también la profecía fue profanada con propagadores de mentiras pagados por políticos o religiosos malvados. Al final y como se da testimonio en los evangelios, antes de Jesús ya había falsos mesías, libertadores y conspiradores que emulaban ser la profecía cumplida.
La señal del profeta Jonás: Un desobediente, impropio, rebelde, reacio y contestón profeta que eligió Dios para que predicase a Nínive, ciudad ubicada en Babilonia y en extremo famosa por ser ciudad de paso entre varias civilizaciones y por tanto, tan llena de pecado y costumbres diabólicas. Los remitió a este rollo para que volvieran a leerlo y en su propio mirar y entender vieran lo que les deparaba el destino.
Por esto se alejó el Señor Jesús, porque parte o suerte con ellos nada tiene y la misma ley y los profetas juzgarían a esta camarilla de hienas espirituales acosando al León de Judá.
Amados hermanos. Nadie tiene que menospreciar nuestro origen, cuna, idioma o profesión. Pero mucho menos tienen qué pedir cuentas de nuestra fe, exigir pruebas soezmente sobre nuestro pensar y creer en Jesucristo como el Hijo de Dios o en la forma en cómo cumplimos y damos prioridad al nuevo pacto por sobre otra literatura. En el Espíritu podemos dar certera respuesta, pero cuando sea el momento, para que la carne no interrumpa.
Una cosa es pedir credenciales espirituales sobre la palabra, cerciorarnos de que tal persona sea de Dios, pero otra es invalidar y cuestionar la fe en Jesucristo como el Hijo de Dios.
Siendo astutos como serpientes, pero mansos como ovejas no descuidar el tesoro de cuidar el mensaje de reconciliación y no permitir que perversos mancillen el santo nombre del Señor en el momento propicio.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.
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