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Jesús tentado por el diablo.

Que el amor, la paz, gracia y sabiduría de nuestro Señor Jesucristo sea en ustedes amados creyentes y coesperanzados en nuestra redención en la venida de nuestro Señor Jesús, amén.

Hoy veremos el inicio del capítulo 4 de Mateo, en el pasaje de los versículos 1 al 11. El Señor Jesús, después de ser bautizado y ser lleno del Espíritu Santo, comienza a experimentar nuevamente la cercanía con el Padre, pues toda su niñez, adolescencia y juventud estuvo en el plan de aprender a ser humano en el Egipto espiritual del cual todos somos llamados. Era necesario para que supiera cómo somos, cómo sentimos y cómo nos expresamos cuando todavía el Espíritu no hace su obra renovadora y restauradora en la vida de todo creyente.

Pero le es revelado que debe ir al desierto para ser tentado por el adversario de su Padre. En esta disciplina a probar va y ayuna por espacio de cuarenta días y cuarenta noches, así como en los tiempos de Noé en el arca, así se vio el Señor Jesús reducido a lo mínimo. Ayunó porque debía prepararse para su ministerio eterno: ser el Hijo de Dios coronado Rey de Reyes y Señor de Señores. No podía distraerse con la vida religiosa, mundana y pecadora y por eso fue al desierto: a la recámara oculta y así tener comunión íntima con Dios.

Justo en el último día viene el diablo, sabedor de que Jesús, el Príncipe de Paz, estuvo en un estado humano débil: hambriento y desprovisto de toda estirpe espiritual y poder, pensó era la mejor oportunidad de destruir el plan de Dios de reconciliarse con Su creación tras su transgresión por causa suya.

Comenzó primero atacando el lado físico-biológico: Convertir las piedras en pan. La tentación consistía en transformar lo que Dios ya había creado en algo voluntad del diablo. Por supuesto Jesús no iba a caer, pero el enemigo tomó sus chances de forzar a algo inaudito: transformar la creación a capricho desde su formación atómica. El Señor se negó confesando su palabra de poder: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra inspirada por Dios. ¿Era posible que Jesús transformase las piedras en pan? ¡De ninguna manera! La creación ya se rige por leyes y Jesús no venía a modificar la estructura elemental de las cosas ya creadas por su Padre, como corrigiéndolas. En esto radica la primera tentación: querer transformar lo que Dios ya creó, lo que Jesucristo ya estableció tan solo para satisfacer una necesidad humana. No vino a eso el Espíritu Santo.

Por tanto, amados hermanos, resistan la misma tentación que el diablo propone con argumentos orientados a causar lástima o bien, justificar la aberración de torcer lo que Dios ya tiene establecido. ¡Cuidado con eso! Porque de ahí viene la apostasía.

La respuesta de Jesús es magistral. Si bien el pan físico da fuerza vital al hombre, es Dios quien con Su palabra vivifica al hombre y es de hecho, Jesucristo el pan de vida. Nuestro ayuno acaba cuando nos alimentamos de Cristo y así no hay adversario que nos intente trastabillar.

En segundo lugar, Jesús fue llevado a la santa ciudad poniéndole sobre el pináculo del templo y, recitándole un salmo (porque el diablo escucha y sabe la escritura) le tienta diciéndole que se echara abajo, total como el Hijo de Dios podría ser rescatado. La osadía y desprecio del enemigo a Jesús es evidente. Nadie tiene potestad de tentar a Dios amenazando su propia vida. No se puede comprobar una realidad más de lo que ya se percibe. El diablo trató de confrontar al Padre con el Hijo.

Nuevamente, la respuesta del Señor Jesús fue reveladora: Lucifer le recitó un salmo, pero Jesús replicó con un mandamiento expreso del Padre: no tentar a Dios, el Señor y Dios de toda la Creación, incluído él, el cual también el mismo satán oyó y tembló (pues sabe que su existencia está acotada a que Dios le hará pagar por todo lo que ha hecho).

Y por tercera vez, Jesús es llevado ahora a un monte alto y le ofrece lo que ha sido arrendado a él: la gloria del mundo terrenal. Naturalmente, Jesús no iría a caer en una oferta efímera y en ese tenor lo derrota comentando que solamente Dios es digno de adorar y servir. Esto era lo que él hacía antes de su caída, además le dijo a la serpiente antigua “vete”. Se fue avergonzado y derrotado puesto que si tiempo atras lo hizo y ahora lo repudia, habla de la hipocresía de Lucifer.

Por eso debemos resistir las tentaciones de pervertir el evangelio, atentar contra nuestra propia existencia y practicar la idolatría.

Ponemos el pasaje de Mateo 4:1-11 para la honra, gloria y majestad al Señor Jesucristo. Que su paz, gracia y sabiduría sobreabunde en su espíritu, amén.


4 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. 2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. 3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4 Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. 5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, 6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:

A sus ángeles mandará acerca de ti, y,

En sus manos te sostendrán,

Para que no tropieces con tu pie en piedra.

7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. 8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. 10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. 11 El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.


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