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Foto del escritorCuerpo Editorial

Jesús explica la parábola del trigo y la cizaña a sus discípulos.

Que la gracia, la sabiduría, la paz y el amor de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

Sería insensato querer ampliar todavía más lo que más claro no pudo decir el propio Señor Jesús cuando en su sabiduría reveló los pormenores de esta parábola a los discípulos, sus amigos y familia espiritual en la intimidad de la comunión entre hermanos.

Me refiero a Mateo 13:36-43, cuyo contenido ponemos para su gozo de ser instruido, querido lector directamente por el Hijo de Dios, nuestro Señor.

36 Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. 38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. 39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. 40 De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. 41 Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, 42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. 43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

Hay elementos clave en esta disertación. De aquí en adelante ya no habló más al pueblo, es decir, su rol de profeta y Mesías terminaba y ahora tomaba el rol de Maestro y Apóstol en la reservada y discreta reunión con sus amados seguidores. Esto después de que Cristo entrase en la casa (el corazón de cada creyente) y así nosotros solicitamos luz e instrucción al propio Señor quien gustoso nos revelará asuntos como el que en esta cita ya mencionamos en un anterior blog (504) por el Espíritu.

Y un punto que no podemos pasar de vista es cómo habla en tiempo presente (así lo hace cuando años después se revela a Juan para redactar el Apocalipsis) dando a entender que su palabra es vigente siempre. No tiene caducidad y nadie puede contradecirlo. Lo que cierra en su explicación para abrir otro tema -que veremos en la siguiente entrega- es la frase: “el que tiene oídos para oír, oiga”. Lo que Jesucristo pide a nosotros es obedecer este verbo: oír. Todo el aprendizaje viene por el oír y no por la vista. Cuando seamos maestros en esto, podremos seguir confiados en el Camino, mientras, a ser expertos oidores de nuestro Salvador.

Que el amor, el gozo, la gracia y la paz del Señor Jesús esté en su espíritu, amados hermanos, amén.

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