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Jesús en el templo, dos profecías: promesa y juicio

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

El anterior pasaje nos dotó de mucha alegría, gozo y esperanza porque la profecía dada a los antiguos se cumplió en la etapa moderna donde nuestro Señor llegó como rey humilde y ahora, en este número tomará otro rol importante.

Pero primero leamos el contexto del evangelio en Mateo 21:12-17, que dice:

12 Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; 13 y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. 14 Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó. 15 Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, 16 y le dijeron: ¿Oyes lo que estos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis:

De la boca de los niños y de los que maman

Perfeccionaste la alabanza?

17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó allí.

Jesús toma la autoridad que Dios le dio de hablar en Su nombre y tras entrar como rey a la ciudad, ahora toma el rol de Rey que Juzga y limpia la casa de Dios, hecha como cueva de ladrones, término fuerte. Está la redacción del pasaje histórico y literal que aquí presentamos y el análisis a la luz del Espíritu detrás del mismo, sobre el cual será el análisis.

En el versículo 12 da el contexto sobre el cual Jesús da la promesa al mundo y dicta sentencia sobre Israel en el aspecto religioso. La compra-venta de animales para el rito de sacrificio en la búsqueda de perdón y purificación por parte de Dios se vio en un acto reprobable de corrupción y abominación pues lo que debía ser un ejercicio de tributo del corazón terminó siendo ganancia deshonesta y balanza fraudulenta.

Dios en Su ley prohíbe estrictamente la medida falsa para obtener cuantiosas cantidades a costa de mentira y engaño y a esta generación no le importó manchar la pureza de la ordenanza. Ya no era cumplir la ley, sino enriquecerse a costa de ella, perdiendo con ello el propósito original del mandamiento. Por eso el Señor Jesús derriba las mesas, por tal atrevimiento de desprecio a la palabra de su Padre y la consecuente desobediencia. Y el Señor, en su molestia declara que la casa de oración de Dios es una promesa dada a Isaías para abrir el abanico de opciones de personas agraciadas para ser objeto de su alabanza.

La Casa de Oración es un concepto profundo que escapó del edificio terrenal construido por hombres que se volvió a su vez un objeto idolátrico. Resulta que la Casa de Oración es el espacio asignado donde Dios tiene Su estancia, residencia y comunión con quienes le invocan. Repito, es el espacio, no lo que contiene a ese espacio. Luego el templo era tanto solo un objeto de uso, no para ser adorado. Lo que engrandecía al templo no fue su construcción material, su decorado, su función y su apariencia visual, sino Quien lo ocupaba en Su Espíritu. El dueño, Quien habitó.

Una casa no vale si está abandonada. Vale si está ocupada por alguien y éste la cuida, mantiene y sostiene. Por tanto, los judíos pecaron gravemente al restar importancia a Dios y adorar las piedras que le dieron figura.

Y Jesús, al decir “Mi casa, casa de oración será llamada” decretó la inauguración del mensaje dado a Isaías sobre la aceptación de gentiles y extranjeros dentro del ministerio de cuidar los intereses de Dios en este mundo. Es decir, quien realiza la profecía no es Jehová, sino Jesucristo y en realidad, el Padre así lo determinó que él hiciera el anuncio en Su Templo, para que la sede de la Casa de Oración se trasladase a la Iglesia, es decir, la congregación de Jesucristo y el edificio quedaba sin efecto de ser habitación de la Deidad.

Lo anuncia al pueblo: el cambio de disposición de efecto inmediato y sin apelaciones o amparos válidos en su contra. Nosotros, los que respiramos y vivimos somos la Casa de Oración donde ahora el Padre reside y halla nueva y mejor morada siempre y cuando seamos constituidos hijos espirituales de Dios, tras confesar que Jesucristo es el Hijo de Dios quien resucitó de entre los muertos. Dios no habita en personas que niegan a Jesucristo, no lo creen y combaten su evangelio en franca rebeldía.

Esta promesa es bella, eterna, amorosa y por demás, bien sustentada.

Pero ahora viene la sentencia de juicio. Jesús expuso en aquella declaratoria el motivo de razones y circunstancias sobre las cuales también en el pasado Jehová Dios habló por medio de Jeremías al pecador y rebelde pueblo. No solamente lo dijo contra los cambistas, sino contra el sacerdocio y demás religiosos y quienes lucraban en estos actos pecaminosos.

Lo de cueva de ladrones se refiere a desechar el templo, desechar esa práctica y esa ley dejarla de usar, pues ahora quien sería sacrificado no requería que se siga cumpliendo nunca más, tan solo esa vez. Jesucristo es el Cordero inmolado para dar cumplimiento de una vez por todas a todos quienes aceptemos este sacrificio. El templo entonces será abandonado, dejado como casa desierta y la pérdida de su función principal para siempre.

En segunda instancia, se da la misericordia de nuestro amado Señor Jesús para cuantos ciegos y cojos fueron a él y fueron sanados. Además, jóvenes alababan a Cristo por estas obras de amor y fe lo cual enardeció a los sacerdotes y escribas denunciándolo a él para que los acallase.

Sin embargo, como clavo que asegura el cambio de voluntad de Dios es lo que Jesús les dijo: “Sí, ¿nunca leísteis: de la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?”, en clara alusión que el sujeto de adoración no sería más el Dios de Israel, sino el Hijo de Dios: a esto se refiere por perfeccionar la alabanza. No que se deje de adorar a nuestro Padre, sino para que tenga validez cualquier invocación a Él tiene que estar acompañada de una alabanza a Jesucristo.

Y los niños son quienes nacen de nuevo en la fe de que Jesucristo es el Hijo de Dios. los que maman son los pequeñitos de Dios recién convertidos en cuerpo de la iglesia.

Tras esto, sin esperar respuesta, se fue y salió del templo y la ciudad, porque no le recibieron como convenía. Así que tanto la ciudad como el templo tuvieron el cese de su función y utilidad en la Voluntad de Dios, hasta que Jesucristo regrese y someta a la ciudad sin necesidad de que haya un templo. De cualquier forma, la verdadera ciudad es la que está en la eternidad donde se describe en Apocalipsis.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.


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