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Jesucristo da testimonio de Juan

Bendecido sea el santo nombre del Señor Jesucristo y a él sea toda la honra, gloria, poder, magnificencia por los siglos de los siglos, amén. Que su gracia, paz, amor y sabiduría esté en ustedes amados hermanos, en su espíritu, amén.

En el tema anterior, leímos por el Espíritu que Juan el Bautista, a pesar de haber confirmado la misión de Jesucristo al sumergirlo en las aguas, envió desde la cárcel a algunos discípulos para preguntarle si él era el Cristo esperado o alguien más vendría después de él.

Con la sabiduría y poder que son parte de su esencia, Jesús le manda decir que no hay otro que cumpla las promesas de Jehová a su pueblo más que él. Despide a los discípulos gozosos y llenos de esperanza que sus ojos fueron testigos reales de tal cumplimiento de las profecías.

Idos ellos, ahora nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo da oratoria exquisita y compunge a los detractores y enemigos de Juan. Él, mediante un tejido discursivo fino, exacto y demoledor acusa a los odiadores del Bautista y les explica quién es él (pues en ese momento aún no había sido sacrificado y su legado de sacrificio y obediencia permanecerá hasta el fin del mundo, además de que nadie que dé testimonio de Cristo muere, solo duerme) y lo que han hecho. En esta parte, leeremos lo que está redactado en Mateo 11:7-14:

7 Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8 ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. 9 Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 10 Porque este es de quien está escrito:

He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.

11 De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. 12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. 13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. 14 Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.

Jesús no espera ni tantito para reclamar la impiedad de este pueblo sordo, necio y contumaz. Juan, en verdad ansiaba saber que su misión fuera verdadera y en la cárcel sufrió y padeció lo que todo hombre o mujer poderosos en la obra de testimonio de la iglesia y también como enviado de Jehová, el último y más grande profeta del pueblo de Israel, detrás de Cristo, por supuesto. Jesucristo le envió en su respuesta palabras de consuelo y paz y él posteriormente entregó su espíritu con valor y paz, sabiendo que su parte había terminado.

Confronta a la audiencia de modo sorpresivo y audaz: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre de cubierto de vestiduras delicadas? Rápido cierra todas las puertas de escape a toda justificación, soberbia o desatención y habla lo que la gente buscaba en Juan: a un hombre huraño, casi loco, sin perspectivas de nada, antisocial y recluido en la soledad, alejado del bullicio de la religión judaica y hablando de Dios de modo diferente pero extraño. Otros le veían como alguien importante en su discurso, pero contravenía a su imagen humilde, sin fastuosidad y vanidad. Alguien que “podría ser alguien” si estuviera en el templo, en la ciudad como parte del séquito de “sabios y entendidos” del sanedrín. Como si con conmiseración le oyesen.

Y ambas posturas no las iba a dejar pasar más. Aquí el Señor Jesucristo lo defendió y lo elevó al rango espiritual que le toca, partiendo en este justo momento los tiempos y la eternidad (antes de Cristo y después de Cristo, en el pináculo y línea fronteriza llamada Juan el Bautista). Porque Juan pasó de ser profeta de Jehová a ser profeta y mensajero de Jesucristo en su existencia y la gente no lo notó. Tampoco, lamentablemente muchos lectores de la biblia se percataron que en esa línea de vida cambió la voluntad del Padre.

Cambió porque, así como en los días de Jezabel el pueblo no se dio cuenta de las profecías acerca de estos días (Cristo en la Tierra) tampoco se dieron cuenta de que Elías estuvo entre ellos, luchando contra la nueva Jezabel (la religión judaica).

Jesucristo contesta sus preguntas a su audiencia declarando que tales personas de delicados vestidos están en palacios. Es decir, fuera de toda obra del Señor. Luego les abre la conciencia al referirlos con la misión de un profeta. O sea, Juan, después de todo ¿era un profeta del Señor? Recordemos que por alrededor de 400 años ningún otro hombre fue enviado por Dios al pueblo. Entonces, no estaban familiarizados con el encargo espiritual en un varón. Había muchos palabreros, locos independentistas, reformistas y filósofos callejeros que intentaban ser alguien.

Y Jesucristo les dice: Sí, os digo y más que un profeta (cualquier otro enviado con anterioridad) porque este es de quien está escrito (semejante bofetada de realidad a todos, debieron sentir su sangre helar de que vieron y eran ciegos, oyeron y estaban sordos):

He aquí yo envío mi mensajero delate de tu faz,

El cual preparará tu camino delante de ti.

Y aquí enseña, manifestando que ningún otro NACIDO DE MUJER antes que Juan (Malaquías, Jeremías, Isaías, Eliseo, Noé, Abraham, Moisés, Josué, Samuel, Jacob, Ezequiel, David Salomón, Hilcías, Jefté, etc.) tenía mayor encargo que él en el ejercicio espiritual del testimonio de Dios. ¿Pero, Moisés también es menor? ¡Claro! Porque así le plació al Padre en Su Soberana Voluntad. Si Jesucristo lo declara y el Padre lo respalda ¿Quién puede contradecirlo? Y si Cristo lo dijo, no lo dijo por sí mismo, sino que fue enviado por el Padre a decirlo y que quede testimonio que tal acomodo de “jerarquías” es obra del Padre.

Y NO SATISFECHO, declara con otra palabra de poder: el más pequeño en el reino de los cielos, es mayor que Juan. De nuevo, así le ha placido a Dios. Es SU VOLUNTAD que toda honra, gloria poder, majestad y alabanza sea para Su Hijo Amado. Todo el tiempo pasado, pasado es, viejo y con menor valía que lo actual: la iglesia y la fe en el Señor Jesús. Recordemos, además, que el reino de los cielos se refiere al Espíritu Santo viviendo dentro de nosotros.

Luego describe que el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. ¿Por qué dice esto el Señor? Porque quien quiera ser salvo tomará la fe para sí mismo y no pedirá permiso ni al mismo Dios. La acogerá y protegerá como el tesoro mejor guardado y nadie tendrá poder para arrebatarle. Se requiere mucho valor para hacer tal cosa, pero esto precisamente da cuenta de que tal alma necesita tanto a Dios y a Cristo que así procede y al Padre le agrada esto, concediendo en el acto toda promesa ante tal valiente.

Como a manera de clavar el clavo de la verdad que afirma lo anterior dicho por siempre y para siempre, menciona el Señor Jesús que la ley y la profecía antigua llegan hasta Juan y no hay más. ¿Pero por qué si Jesús aún no había muerto? Porque en su vida se estaba cumpliendo la ley, por tanto, él estando en vida no había necesidad ya de cumplir la ley sino de oír y creer en las palabras del Príncipe del pueblo vestido como cualquiera del pueblo.

Y el último martillazo al clavo es este: si queréis recibirlo (es decir, no les impone sino advierte) él es aquel Elías que había de venir. ¿Qué? ¿El mismo Elías de aquellos días? Sí. Pero ¿por qué cuando le preguntaron al mismo Juan, él dijo: “no soy yo”. Porque el testimonio, para que sea verdadero, tiene que venir de alguien más. Uno no puede dar testimonio de sí mismo porque este fue el error que condenó a Lucifer y solo Dios puede hablar de Sí mismo como YO SOY porque de Él sale todo. ¿Y qué hubiera pasado si Juan dijera: “sí, yo soy aquel Elías había de venir”? Necia pregunta, pero habría muerto linchado y lapidado, desprovisto de toda gracia al alabarse a sí mismo antes que a Cristo. Además, a él no le fue revelado tal conocimiento porque su misión era otra, preparar el camino del Señor y luego la sabiduría de Jesucristo contestó aquella lejana pregunta para acallar la grosera tentación en la que el perverso ser religioso quiso meter a Juan. Hasta el día de hoy, en septiembre del 2023, todavía no han querido millones recibir este mensaje.

Que la paz, gracia y sabiduría del Señor Jesús sea en ustedes, amados creyentes, amén.



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