Amados de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo: a todos los lectores y creyentes dispersos en toda la Tierra, la paz, el amor y la gracia del Señor Jesús sea en su espíritu, amén.
Benditos de Dios: Llegamos al final de la primera carta escrita por Pedro a los hermanos exiliados cuyo origen fue la nación judía, pues ya estaban los creyentes siendo perseguidos por practicar la fe que ahora nosotros también somos partícipes por la gracia del Padre concedida desde antes de la fundación del mundo.
En este último capítulo se lee una exhortación central: vivir en humillación ante nuestro Padre, sabedores que nadie es más que Él y por otro lado, con humildad reconocer Su poderío y amor para salvarnos gracias al Señor Jesús.
Comienza el apóstol Pedro a mostrar su humillación por medio del Espíritu ante sus destinatarios, pues no los comanda seguir una instrucción, sino que en amor solicita de la manera más atenta se sirvan en aplicar un consejo de parte del Señor para su beneficio espiritual si así lo hicieran.
¿Cuál es la instrucción? Apacentar la grey de Dios. Es decir, cuidar de las almas del Padre en lo que estas están aquí y ellos mantengan el encargo. Así como el mismo Jesús le dijo años antes a él: “apacienta mis ovejas”, ahora el apóstol hace este encargo a quienes presiden en las congregaciones de aquel entonces y hasta que la última se forme. La solicitud de amor está escrita en tiempo presente simple, de manera que sigue vigente.
Pedro menciona en el versículo 1 que es testigo presencial de los padecimientos de Cristo, puesto que así demuestra que tiene toda la autoridad para delegar este encargo a los hermanos después de él. Es específico a que quienes ostenten el papel de ancianos no ejerzan este ministerio como autocracia, jefatura dictatorial o tribu patriarcal sumisa, sino voluntariamente, a saber, por gusto, vocación y amor. En segundo lugar, manifiesta que no se haga por ganancia deshonesta, verbigracia, no sacando provecho alevoso abusando de su autoridad espiritual. Finalmente, no como señores -falsos sustitutos de nuestro Señor Jesús- dueños del rebaño, sino como maestros del bien, es decir entrenadores de las buenas obras al interior de las congregaciones.
¿Por qué lo dice el apóstol? Porque el Espíritu Santo es sabio y conoce las intenciones del corazón del hombre natural y así le reveló para dejarlo por escrito. Como no todos llegan a alcanzar la perfección por seguir siendo débiles, nos deja este pasaje como ayo para sostenernos en lo que aspiramos a serlo quienes presidimos una grey del Señor. Entonces algunos envilecidos lo hacen por obligación, otros por medrar y unos más por tener cotos de poder, como puede atestiguarse en algunas congregaciones.
La promesa hecha hacia los ancianos que cumplen cabalmente es sencilla: la recepción de una corona incorruptible de gloria. ¿Qué significa? Ser vitoreados, reconocidos, felicitados por el mismísimo Señor de las ovejas: nuestro Cristo amado. Una honra eterna dada por nuestro Salvador ante toda la Creación, algo similar a la de Pedro, que él como los otros once juzgarán a las tribus de Israel; así los que sean aprobados en esto el Señor Jesucristo les colmará de recompensas de juzgar.
Amonesta además a las juventudes en Cristo no se aparten del maravilloso camino de la sujeción; pues así como Jesús nazareno se sujetó a sus padres José y María en todo asunto cuando estuvo en su infancia, niñez, adolescencia y juventud, del mismo modo los creyentes mozos y doncellas hagan lo propio con sus progenitores. Destaca que tanto ancianos como jóvenes practiquen la sumisión mutua: es decir, procurarse respeto, una actitud suave y dócil con la humildad consabida, porque obedeciendo esto realizan las obras para Dios por amor a Cristo. Como fundamento escritural les recuerda que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. ¿Por qué? Porque así como ensalzó a Su Hijo a lo sumo por serle fiel hasta la muerte, así hará con quienes obedezcamos Su Voluntad; y así como no tuvo piedad al destruir todo lazo con lo judaico en cuanto a comunión directa con este dogma por hacer resistido con soberbia el evangelio de reconciliación a través de Jesucristo, así hará con quienes traten con desdén, prepotencia y engaños a sus pequeñitos.
Por consiguiente, la solicitud es justamente el título de este tema, porque el término humillar no significa perder la dignidad y la autoestima, sino perder la vida por Jesucristo al renunciarnos voluntariamente a cualquier capricho, deseo desenfrenado o tentación de sentarnos en un trono que no nos corresponde, pues el trono de toda congregación le pertenece solo a Jesucristo nuestro Señor y Salvador. Expresa el Espíritu la ansiedad, porque es la probable debilidad de querer tener todo bajo control y termine siendo inquisidor y suplantador de Cristo por no guardarse en la humildad y humillación. No olvidemos que la premisa de ser grande en el reino de los cielos es servir a todos.
Vuelve a recordar la recompensa: si en la Tierra nos humillamos, Él nos exaltará a su tiempo.
Y el famoso versículo 8 que dice:
8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;
Y su complemento el noveno verso que dice:
9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
¿A qué se refieren? A la actuación de las congregaciones, consecuencia del desempeño de sus ancianos. A los ancianos está dirigida esta advertencia, no a los creyentes, porque no olvidemos que el encargo lo tienen del Señor Jesús en trazo escrito del Espíritu y con el testimonio del apóstol Pedro. Si el cuerpo de ancianos no es sobrio y no vela, la congregación la cual lideran será engullida por el diablo, cuya consecuencia es el de recibir el deleznable título de sinagoga de satanás. Ahora se entiende por qué tenemos congregaciones donde se predica a todo y a todos menos a Jesucristo, porque ya el enemigo destruyó el quehacer espiritual y esto se les cobrará a los malos ancianos. Y el versículo 9 sostiene que, resistiendo estos embates con la fe, se verá que este padecer (porque siendo claros, mantener un hato de ovejas de Cristo no es tarea sencilla) es el gaje del oficio.
Ahora bien, estos eventos donde sea complicado tener a todos bajo la sana doctrina; evitar la infiltración de falsos hermanos; echar fuera a todo gentil y publicano o mujercillas indecorosas; negar el acceso a los apóstatas, falsos obreros, falsos apóstoles y falsos evangelistas, no serán para siempre ni duraderos, sino pruebas para que los ancianos aprendan a lidiar con estos problemas y enseñen a las siguientes generaciones de ancianos a cómo deben ser celosos de las ovejas de Cristo.
El Padre no deja solo a nadie de Sus hijos: tras estas pruebas ocasionales Él perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá a todos los aprobados hasta que hayan cumplido con su testimonio. Termina el mensaje exhortatorio con una bendición espiritual hacia nuestro Padre, pues sin Él esta encomienda sería imposible.
Los últimos versículos son explicaciones, últimos consejos y el deseo que todos debemos de tener: solicitar la paz de Cristo de modo sincero para poder seguir adelante en nuestro derrotero.
Con esto culminamos esta primera carta. En el siguiente tema comenzaremos la segunda carta que el apóstol Pedro tuvo a bien escribir, según la revelación del Espíritu en su tiempo a los hermanos de su tiempo con copia a nosotros. Mientras tanto, a continuación, se deja a su lectura lo encontrado en 1ª Pedro 5 en su totalidad.
La paz, el amor, la gracia y la humildad del Señor Jesús crezca, se perfeccione y sea en su espíritu, amados hermanos en Cristo amén.
5 Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: 2 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; 3 no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. 4 Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.
5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque:
Dios resiste a los soberbios,
Y da gracia a los humildes.
6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; 7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; 9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. 10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. 11 A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. 12 Por conducto de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis. 13 La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan. 14 Saludaos unos a otros con ósculo de amor. Paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén.
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