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ā€œHe aquĆ­ tu rey viene, manso y justo sentado sobre una asnaā€Ā 

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 28 sept 2024
  • 6 Min. de lectura

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro SeƱor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amƩn.

Saludamos con mucho amor fraternal a todos los hermanos quienes nos leen desde diferentes partes del mundo hispanohablante. Gracias al Padre en el nombre del SeƱor JesĆŗs por esta situaciĆ³n, puesto que nos da el consuelo y el valor de seguir adelante en nuestra visiĆ³n y misiĆ³n de compartir conocimientos espirituales para el gozo y provecho de nuestros amados lectores.

A pesar del tĆ­tulo del copista ā€œentrada triunfal en JerusalĆ©nā€ que no nos parece correcta porque al triunfo de nuestro SeƱor no fue entrar a una ciudad entregada al pecado y religiosidad, sino su muerte por crucifixiĆ³n en las afueras de Ć©sta, nos dedicaremos a meditar en el EspĆ­ritu del impacto de esta profecĆ­a cumplida de ZacarĆ­as cuando los filisteos y Tiro y SidĆ³n en aquellos tiempos asolaban al pueblo.

Pero primero leamos el contexto del evangelio en Mateo 21:1-10, que dice:

21 Cuando se acercaron a JerusalĆ©n, y vinieron a BetfagĆ©, al monte de los Olivos, JesĆŗs enviĆ³ dos discĆ­pulos, 2 diciĆ©ndoles: Id a la aldea que estĆ” enfrente de vosotros, y luego hallarĆ©is una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traĆ©dmelos. 3 Y si alguien os dijere algo, decid: El SeƱor los necesita; y luego los enviarĆ”. 4 Todo esto aconteciĆ³ para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:

5 Decid a la hija de Sion:

He aquĆ­, tu Rey viene a ti,

Manso, y sentado sobre una asna,

Sobre un pollino, hijo de animal de carga.

6 Y los discĆ­pulos fueron, e hicieron como JesĆŗs les mandĆ³; 7 y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y Ć©l se sentĆ³ encima. 8 Y la multitud, que era muy numerosa, tendĆ­a sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los Ć”rboles, y las tendĆ­an en el camino. 9 Y la gente que iba delante y la que iba detrĆ”s aclamaba, diciendo: Ā”Hosanna al Hijo de David! Ā”Bendito el que viene en el nombre del SeƱor! Ā”Hosanna en las alturas! 10 Cuando entrĆ³ Ć©l en JerusalĆ©n, toda la ciudad se conmoviĆ³, diciendo: ĀæQuiĆ©n es este? 11 Y la gente decĆ­a: Este es JesĆŗs el profeta, de Nazaret de Galilea.

Saliendo de las aldeas y pueblos y ya en franca direcciĆ³n a la capital de la provincia romana de Judea, el SeƱor JesĆŗs vio que era hora de cumplir la profecĆ­a predicha por el profeta ZacarĆ­as siglos antes de su entrada como Rey en los tĆ©rminos declarados por el Padre en su rol de JehovĆ” de los EjĆ©rcitos hacia su pueblo desesperado.

Repostando en BetfagĆ©, envĆ­a el SeƱor por un asna y su pollino para que fueran el modo de transporte para Ć©l al entrar a JerusalĆ©n. Lo hace de manera simbĆ³lica y en total obediencia al Padre para que el pueblo supiese que Ć©l es eterno y que Dios cumple su palabra. Solo los letrados sabrĆ­an de esta seƱal y quienes fueron inspirados de recordar esta seƱal hicieron lo conducente: preparar el camino del futuro Rey de Sion.

El SeƱor nos dice que ya todo estĆ” escrito y solo falta por cumplirse, puesto que la instrucciĆ³n de tomar los animales y luego retornarlos es obra que Dios ya tenĆ­a predispuesta y JesĆŗs en la carne hizo lo que habĆ­a de realizarse. Los discĆ­pulos enviados obedecen y naturalmente no hubo estorbo, pues como aƱos despuĆ©s dijera nuestro amado hermano y apĆ³stol Pablo por medio del EspĆ­ritu Santo de que ā€œlas buenas obras las cuales Dios preparĆ³ de antemano para que anduviĆ©semos en ellasā€, por tanto, el SeƱor JesĆŗs en su faceta humilde y mansa, pero justa y poderosa, fuese honrado y vitoreado.

La pregunta es: Āæpor quĆ© asĆ­? Porque habrĆ­a de enseƱar al pueblo a tener humildad, a tener fe y a confiar en Dios y no en el hombre. Israel en su conjunto estaba tan Ć”vido de poder y soberbia (aun despuĆ©s de tantas sendos actos disciplinarios de parte de Dios) que olvidĆ³ la sencillez de la oraciĆ³n y el hermoso fruto de la fe y la paciencia que quiso conquistar la tierra en sus tĆ©rminos con los dioses y formas del mundo.

Esto obviamente no agradĆ³ a Dios, Quien dispuso que Su propio Hijo y Heredero fuese el indicado a ser la piedra que fuese la cabeza del Ć”ngulo y quĆ© mejor manera que demostrando que sin violencia, sin guerra y sin armas o ejĆ©rcitos se puede congregar multitudes dispuestas a celebrar. Y aparte, sin un corcel fino, caballo adiestrado para la batalla, sino mĆ”s bien una bestia de carga, apta para el trabajo arduo de renacer en la nueva disposiciĆ³n de Dios para la Humanidad.

El pueblo confiĆ³ en lo fĆ­sico y material y Dios cambiĆ³ todo cuando vino su Enviado: a Ć©l le dio la potestad de reformar toda la ley en unos cuantos pasos mĆ”s sencillos de seguir iniciando por el de creer en Ć©l como el Hijo de Dios. Hizo a su Hijo entrar manso y humilde como modo de demostrar que el amor puede mĆ”s que el odio, la misericordia mĆ”s que la fuerza y la piedad mĆ”s que la estrategia.

Y el pueblo entendiĆ³ que su visitaciĆ³n era cierta y verdadera, pero tambiĆ©n dudĆ³ que Ć©l fuera el seƱalado por la profecĆ­a un poco despuĆ©s porque no concordaba con la descripciĆ³n de un hombre con la belleza de SaĆŗl, la simpatĆ­a de David, la astucia polĆ­tica de SalomĆ³n ni los sirvientes, dinero o ejĆ©rcito de otros reyes recordados.

Una cosa importante para seƱalar es que una cosa es la multitud que estabaĀ predestinada aĀ estar presente en la puerta de la ciudad y fue la que lo vitoreĆ³ y extendiĆ³ ramas de Ć”rboles y palmas en seƱal de tributo y saludĆ”ndolo como el Hijo de David (es decir, descendientes del famoso rey) y el profeta de Dios (aquel de quien hablĆ³ MoisĆ©s en el desierto) y adorando a Dios por tal cumplimiento tan esperado; y otra cosa muy distinta la indiferente poblaciĆ³n de la ciudad quien se cuestionĆ³ la identidad de ese hombre sentado sobre una asna y su pollino al lado. Los que fueron inspirados a adorar al Rey de Israel contestaron a los sorprendidos y escĆ©pticos habitantes de JerusalĆ©n que era JesĆŗs el Profeta, nativo de Nazaret de Galilea.

EstoĀ valiĆ³ la posterior condena de JerusalĆ©n, al no distinguir la identidad de este Hijo de Hombre que entrĆ³ por sus puertas y solo un remanente adorĆ³. Veamos con atenciĆ³n: primero, El Profeta, dijeron, no un profeta cualquiera. AquĆ­ debieron haber oĆ­do correctamente y ver que el artĆ­culo gramatical era definido y no indefinido, y por tanto, entender que era el ser esperado desde hace siglos. Pero no, lo pasaron por alto.

Segundo: su origen de Nazaret y Galilea. Ya estaba predicho que de estas tierras tan histĆ³ricamente impopulares saldrĆ­a el MesĆ­as. Dios no permitiĆ³ que estas tierras destacasen con hĆ©roes, prĆ³ceres o valientes porque era el sitio escogido por Dios para que su Santo Ser naciese y esa fuese la otra seƱal que ellos debieron haber notado y no lo hicieron.

Tercero: No haber oĆ­do los cĆ”nticos de recepciĆ³n. Desde David no se habĆ­an hecho entradas de victoria con ese fervor (pues los reyes poco a poco fueron perdiendo su gracia) y ellos debieron haber sentido alegrĆ­a por ver llegar a alguien comoĀ rey cruzando sus puertas.

Pero no. La ciudad no lo recibiĆ³, solo los escogidos. De hecho, la ciudad estaba entregada a sus deberes religiosos pues se acercaba la Pascua. EntrĆ³ el Rey de dĆ­a y no lo aceptaron. EntrĆ³ su Rey como estaba profetizado y no lo esperaron ni lo recibieron. EntrĆ³ el Rey manso y humilde y lo despreciaron.

Este mismo Rey habrĆ­a de ser muerto por ellos mismos. Este mismo Rey volverĆ”, ya no como un hombre mortal, ni en un asna, sino con la Majestad que le caracteriza y con su corcel de batalla y en un instante conquistarĆ” la tierra que lo vio morir injustamente, harĆ” pagar a los que atentan contra Dios con la muerte y reinarĆ” con vara de hierro de justicia a los que siglos antes de manera imprudente exigieron a Samuel que les diese rey. Rey pidieron y el ReyĀ tendrĆ”n. DesharĆ” la heredad de los impĆ­os y dejarĆ” viva la simiente de los elegidos y asĆ­ restaurarĆ” todas las cosas.

ColectarĆ” la vida de sus enemigos, los que atentaron contra Ć©l y contra el Dios vivo y los echarĆ” a su destino: la muerte segunda.

Pero hoy en dĆ­a, el Rey de Reyes y SeƱor de SeƱores, el Verbo de Dios debe ser predicado y creĆ­do mientrasĀ haya tiempo, entretanto siga paciente, justo y misericordioso para quien crea en Ć©l. Su nombre, proezas y milagros sean anunciados como noticia exclusiva todos los dĆ­as que nos quedan y asĆ­ que se cumplan las profecĆ­as que faltan.

Bendito sea el nombre de nuestro SeƱor Jesucristo, el Hijo de Dios Todopoderoso, por los siglos de los siglos, amƩn.

Que el amor, la gracia y paz del SeƱor JesĆŗs sea en todos ustedes, amados hermanos, amĆ©n.

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