Amados hermanos del Señor Jesucristo, les saludamos con sumo gozo porque seguimos aquí como alegres jornaleros trabajando para nuestro buen Señor Jesucristo, fieles a la causa de la evangelización de la verdad revelada y que muchos de nuestros contemporáneos se gocen igual que nosotros y esperamos que también ustedes amados lectores sean revelados e inspirados por el Espíritu Santo a dar testimonio a otros.
Hoy continuamos con el mensaje escrito en Apocalipsis, en el cual el autor Juan, apóstol y amado del Señor Jesucristo le es concedido escribirnos a los postreros lo que se ha de venir próximamente, no para causar alarma sino para motivar prudencia, santidad y esperanza en nosotros.
El remitente son las siete iglesias asentadas sobre el planeta Tierra, es decir, las siete épocas fijadas por el Padre para que la Iglesia de Jesucristo, Señor nuestro se manifestase a los hombres que han de vivir a través de ellas. A los que se salvan para vivir el evangelio de Cristo según la dispensación dada y a los que se pierden para notificación de que tuvieron la oportunidad y ellos voluntariamente la rechazaron.
Los espíritus que las rigen son los estados de gracia y revelación gradual que el Espíritu que se da al espíritu del hombre en los diferentes tiempos. Mientras existan creyentes en estos testimonios este espíritu de iglesia permanece vigente sobre la faz de la Tierra. Es menester que pasen los siete espíritus para que el Señor Jesucristo venga. No puede venir antes de esto, como refiere en Mateo 24 proféticamente:
33 Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.
34 De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
La generación a la que se refiere en el versículo 3 es a nosotros, la iglesia en sus siete tiempos en forma de espíritu.
El autor por el Espíritu nos desea gracia y paz. ¿Por qué? Gracia por cuanto no a todos les será revelado este libro y solo quienes aprueben ser verdaderos heraldos del testimonio del Señor Jesucristo nos será dado por su gracia, no la nuestra. Paz, por cuanto el contenido de este libro podría generar un cúmulo de sentires y perspectivas y debemos ser maestros de nuestra conducta. Como adultos espirituales no podemos caer víctimas de nuestras propias emociones exacerbadas. El Espíritu es inmenso, total y pleno, pero la mansedumbre y la paz logran el perfecto entendimiento y alcance de estas lecciones universitarias, espiritualmente hablando. ¿Por qué no escribe acerca de la fe, el amor y la esperanza? Porque para quienes alcanzan esta veteranía espiritual ya el mismo Señor Jesucristo los ha aprobado y por tanto él mismo enseña estos misterios.
Después se describe a nuestro Salvador tal cual es en su verdadera esencia y forma espiritual:
a) El que es, era y ha de venir: El regalo supremo del Creador, la promesa cumplida eterna nacida de Dios, hecha carne y vuelta a ser el Vencedor del mal: Jesucristo, el Hijo de Dios.
b) El Testigo fiel: Por cuanto solamente él creyó a Dios en todo: como Hijo, como Siervo, como Profeta, como Maestro, como Cordero y como Sacerdote, cumplió en todos los roles encomendados perfectamente. Sólo él, nuestro Señor Jesucristo puede dar perfecto testimonio de quién es Dios. Nosotros somos aprendices suyos en ruta a ser perfeccionados.
c) Primogénito de los muertos: De todos los muertos, solo él ha sido resucitado para eternidad hasta hoy. El primero que experimentó la resurrección prometida para la eternidad a la Humanidad por el Dios Vivo por amor, nos enseña que creyendo en él también seremos los segundos a una sola voz, quienes resucitemos para la vida; también los terceros quienes lo harán para ser condenados. Por eso el Señor Jesucristo es Señor de los vivos y de los muertos, pues él murió, aunque fue resucitado y está ahora sentado a la diestra de Dios Padre, nuestro Padre.
d) Soberano de los reyes de la tierra: Rey de Reyes y Señor de Señores, toda autoridad le fue dada a él por Voluntad expresa del Padre. Así, queda contestada la pregunta planteada a él: ¿con qué autoridad haces todas estas cosas?” La autoridad de ser el Hijo de Dios. Jesucristo es digno de toda alabanza, loa, poder, majestad, larga vida y honra por toda la Creación.
e) El que nos amó y lavó nuestros pecados con su sangre: El cordero del cual se dio testimonio desde Abraham fue provisto por nuestro Dios. Por amor el Señor Jesucristo obedeció en todo al Padre y dejó momentáneamente su divinidad para ser mortal, para ser el objeto sobre el cual recayese toda la inmundicia del pecado y ser el animal de sacrificio elegido por Dios para dar fin a esta separación espiritual con el Hombre. Su sangre llenó el altar y lo hizo elegible para ser el modo perfecto de hallar la expiación única y completa.
f) Nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre: Como Dios es realeza eterna, nosotros, hijos suyos por la gracia salvadora de nuestro Señor Jesús aspiramos a jugar roles de altura: gobierno, orden y justicia primeramente mediante la fe, la obediencia, la paciencia, esperanza y amor. Lo que hoy no es, mañana será. En esta vida somos enseñados y perfeccionados para que en la eternidad sea realidad.
g) Vendrá en las nubes y todo ojo le verá: La promesa que Dios dio al hombre ya fue cumplida y Él no vaciló en hacerla cumplir. Ahora nuestro Señor Jesucristo en sí mismo nos hizo una promesa y de la misma manera que el Padre, la cumplirá: regresar para ahora sí volver a empezar en una vida sin pecado y sin diablo, sin la maldad y sin muerte. Dios nos dio al Hijo y el Hijo nos dará una vida con Dios. Nadie quedará sin verle: los vivos le verán primero y luego los resucitados. Todo ojo le verá resplandecer con el fulgor de su potencia justiciera.
h) Será lamento para todos los linajes de la Tierra: Por haberlo despreciado en su primer testimonio y haberle matado, el género humano que no creyó en él serán reos de juicio por derramar sangre inocente. Si la sangre de Abel clama por justicia, ¿cuánto más la del Hijo del Hombre? El lamento será porque en su segunda venida el espíritu de maldad de esas generaciones sabrá que la hora de pagar se acerca. El llanto será porque no quieren creer ni someterse a Jesucristo, como tampoco ser condenados. Clamor para el inocente sojuzgado; llanto para el perverso infiel.
i) El Alfa y la Omega: El inicio de todo asunto es Jesucristo y el fin de todo asunto es Jesucristo. El alfabeto griego representa el conocimiento, idioma, mentalidad, meditación, sapiencia, experticia, habilidad, ministerio y función de la iglesia gentil. No habla al mundo sino a nosotros sus creyentes. El inicio y el fin de la iglesia es Jesucristo. El inicio y fin de todo conocimiento de Dios es Jesucristo. El inicio y fin de toda doctrina es Jesucristo porque toda la sabiduría verdadera está escondida en Jesucristo. Por tanto, el sello que nos dignifica ante Dios y los hombres es si declaramos que nuestra Alfa y Omega es el Señor Jesucristo en nosotros con toda la fe, en plena confianza y sumo gozo, amén.
j) El Principio y fin: Este título no es para nosotros, sino para el mundo. Nadie ajeno a Dios desea o quiere ser sometido por Jesucristo. Pero escrito está y verdad de Dios que sí lo es: que antes que el mundo fuese él ya era y después del mundo en su existencia él será. Si hubo un principio él estuvo ahí y de haber algún final él estará. En otras palabras, este título corona la capacidad de nuestro Señor Jesucristo de ser eterno e inmortal -cosa que el mundo añora alcanzar- pero al género humano no le alcanzó el haber comido el fruto del bien y del mal para alcanzar trascender la vida. Ahora el fruto de vida eterna es Jesucristo.
k) El Señor Todopoderoso: Este título refiere a que Cristo es el Adán espiritual: Señor de todas las cosas que Dios creó para su administración, honra y alabanza a él. Señor de las almas salvadas, Señor de la vida y la muerte, Señor del pasado, el presente y el futuro, Señor de la salud y de la enfermedad, Señor de creyentes y no creyentes. Todo poder le fue dado por el Padre y así permanecerá, pues ahora solo falta restaurar el ministerio de alabanza al Dios Vivo cuyo Maestro será Jesucristo por siempre y para siempre, nosotros como sus coristas eternos y no habrá más espacio para que la Maldad haga de las suyas como sucedió en un principio.
Por tanto, el solo hecho de leer este maravilloso y profético libro cuyo autor intelectual es el mismísimo Señor Jesucristo nos dota de una gracia, porque lejos de inspirarnos temor o miedo nos causa paz y un amor indescriptible podamos aspirar a ser más sabios en nuestra salvación.
Nuestro Señor Jesús nos dice ahora con toda autoridad quién es y qué nos depara a nosotros y a sus enemigos. Que el líder espiritual eterno puesto por Dios nos comparta de su plan de acción, justicia y redención, nos hace parte de su equipo.
No nos queda más que dar acción de gracias para que esta verdad sea leída, creída y esparcida, para que aspiremos a ser perfectos en la vida espiritual de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, amén. A continuación, ponemos a su disposición un mapa conceptual a manera de síntesis en este tema:
Dejamos lo hallado en Apocalipsis 1: 4-8 para su meditación, gozo y vivencia. La paz, el amor y la gracia del Señor Jesucristo, amén.
4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; 5 y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. 7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. 8 Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
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