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Genealogía de Jesucristo. Parte 4.

Que el amor, gracia y paz del Señor Jesucristo sea en ustedes, amados hermanos en la fe.

Concluimos esta serie de temas leyendo lo que está escrito en Mateo 1:12-17, en la cual vemos cómo a través de los diferentes tiempos el modo y forma de evangelización de nuestro Señor Jesucristo tiene también un sustento histórico y no es obra de casualidad. Debido al mal testimonio de todo el pueblo de Israel y por ende fue echado de la tierra prometida a través de la deportación a Babilonia ahora se tiene el tiempo de la santidad, la fe y la esperanza. Los profetas todavía siguieron dando su testimonio durante cierto tiempo, lastimosamente con el pasar de los años fue decayendo la confianza en Dios y aunque regresaron nuevamente, llegaron como esclavos y no como libres, como cuando el mismo Señor los sacó de Egipto.

Como esclavos me refiero a que ya tenían un plan de gobierno ajeno a Dios, querían regresar a los tiempos davidicos, quisieron acoplar otros pensamientos paganos, dejaron de escuchar a los profetas, la ley comenzó a ser manipulada por el cada vez más fuerte clero y los remanentes eran quienes todavía creían en la venida de la esperanza. Aquí ya se hablaba de la venida del Mesías, ya se profetizaba de su llegada y su poder. Cómo él cambiaría la pena de estar alejados de Dios en la gracia de estar nuevamente en contacto con Él. Esta esclavitud a sus propios deseos egoístas terminó por declarar la antipatía de Dios a este pueblo y los entregó a su propia vanidad. Fracasaron en sus intentos de rememorar viejas glorias y por el contrario fueron siendo dominados en lo militar por otras naciones, hasta que el poder fáctico del imperio romano terminó por sepultar toda idea de esta soberbia irrealidad.

En este marco donde Israel ya más subajado lo máximo posible es como viene y se gesta el tiempo bueno del Señor. Viene el Enviado de Dios de la forma más humilde, en el seno de un hogar sencillo: un carpintero y su joven esposa.

José en sueños, recibe la instrucción de recibir a María, quien ya había sido fertilizada por medio del Espíritu Santo. Cabe destacar que, aunque José no engendró físicamente a Jesús, sí le aceptó (lo que en esencia es el misterio de la salvación: aceptar a Jesucristo como parte nuestra) y le cuidó como su hijo, obedeciendo a Dios. Con esto, José fue salvo, porque creyó en la palabra de Dios y con esto el pueblo de Israel tuvo la puerta abierta a ser salvado.

Entonces, el tiempo de espera, paciencia, santidad y sufrimiento había terminado para dar entrada al poderoso y bello tiempo de la gracia. Hacía más de 400 años que la ley perdió su eficacia y solo la fe era lo que sostenía de un hilo a esos antiguos con la realidad en el tiempo del nacimiento de Cristo.

Ahora sí, la palabra estaba próxima a cumplirse en la generación más necesitada de Dios y aquí es el cambio de era. Antes de Cristo no había más que creer y obedecer al Creador y después de Cristo es la edad de la iglesia y luego la de los santos.

En el próximo número leeremos sobre el nacimiento del Hijo del Hombre.

Que el amor, paz, gracia y sabiduría del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.


12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel. 13 Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor. 14 Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud. 15 Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; 16 y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. 17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce.

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