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Familia de Jesucristo

Que la paz, la gracia y la sabiduría de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo, Hijo de Dios, sea en todos ustedes amados lectores y creyentes, en su espíritu, amén.

Nos congratula cerrar el capítulo 12 de Mateo con un pasaje inspirador, maravilloso y que retumba nuestra existencia de gozo porque el Señor Jesús sin empacho alguno nos ama y nos reconoce delante del mundo, de la eternidad y de la Creación que somos familia suya por cuanto tuvimos esa gracia de creer, confesar y seguir la voluntad del Padre de escuchar y aprender del Maestro.

Mateo 12: 46-50 dice:

46 Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. 47 Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. 48 Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? 49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre.

Mucha gente se pone en el papel de María y los hermanos carnales de Jesucristo: se adueñan de su nombre, infructuosamente de su evangelio y procuran robarle su honra y gloria; sin embargo, los rechaza magistralmente. En otras citas leemos que él por el Espíritu Santo dijo: no todo el que me dice “Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos”, por cuanto él sabía que muchos falsos maestros y predicadores se querrán poner como familiares o enviados suyos en los tiempos postreros.

En el aspecto literal, su madre y hermanos querían tratar cualquier asunto con él, de la carne, porque sus hermanos no creían en él y su madre pues atendía otros asuntos. Pero olvidaron que Jesús estaba en su ministerio, cumpliendo la Voluntad del Padre de anunciar Su palabra y por supuesto, no dejaría de hacer eso por atender asuntos mundanos.

Esta cita tiene el propósito de ver la lealtad y fidelidad y obediencia del Señor Jesús hacia el Padre y no dejarse distraer. También, hacer hincapié que solo obedecer la Voluntad del Padre de oír y obedecer a Jesucristo es lo que nos tiene unidos a él como familia, no como esclavos.

En la cita, extiende su mano hacia sus discípulos, es decir quienes creen y trabajan en la mies. No es al mundo, ni al pueblo inconverso ni a los escuchas, sino a los salvos. Ahí los distingue, reconoce y hace como los suyos, porque él no vino a complacer sangre, carne o hueso, sino al Padre en su ministerio.

Y quedó de manifiesto una vez más que Jesucristo no ama al mundo, sino solo a sus escogidos. Preciosos de nuestro Padre: por eso no debemos avergonzarnos de seguir y creer en Jesucristo, nuestro Señor, Salvador y Maestro porque es nuestra familia espiritual y por medio de él tenemos gracia y contacto directo con el Padre celestial. Pensemos siempre en esto y el Señor no se cansará de amarnos y reconocernos como hermano, hermana y madre.

Que el amor, el poder y la fortaleza espiritual sea en ustedes, amados hermanos nuestros, en su espíritu, amén.




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