Amados hermanos, la paz, gracia y buena voluntad del Señor Jesús esté en ustedes. Ya hemos llegado casi al final del nuevo pacto, por obra y gracia de nuestro Señor Jesucristo. Estamos gozosos que esta dispensa suya pueda ver la luz para que muchos hermanos lean y crezcan en cuanto a lo espiritual se refiere.
Tenemos ahora una última carta de recomendaciones, con mensajes muy claros, fuertes y por demás imposibles de no leer. El hermano Judas, quien es el autor de esta carta, escribe en un lenguaje imperativo, en forma expositiva y argumentativa porque, tras recorrer ya un tiempo leyendo el nuevo pacto deberíamos haber llegado ya a cierta estatura espiritual.
Se nos habla como a adultos inteligentes, despiertos, dóciles y astutos.
El Espíritu Santo precisa redactar este mensaje así porque de igual manera en aquellos años de confusión y persecución, desde las revueltas judías tiempo después de la ascensión del Señor Jesucristo hasta que por fin se tuvo remanso después de la caída de Jerusalén. Algo similar se ha vivido en distintas épocas en diferentes lugares de este planeta donde este evento se ha dado.
Entonces, nuestro amado hermano Judas tuvo el ministerio de, en pocas palabras, establecer los protocolos necesarios de acción en caso de infestación doctrinal. A pesar de ser tan corta, tiene demasiado contenido para ser cubierto en un solo número, de manera que me es permitido por el Espíritu Santo tomar el tiempo para explicar a detalle la revelación dada a nosotros sin prisas. Sin más se escribe la primera parte.
Como en toda carta, se presenta el hermano como siervo de Jesucristo y además da la filiación que tuvo con Jacobo, otro de los apóstoles. El remitente es a todos los miembros de la iglesia y, como no da destino geográfico o temporal (pues lo redacta en tiempo presente simple) denota que es aplicable aun en estos días, hasta la venida del Señor Jesucristo. Da una característica de sus amados destinatarios: nos declara santificados en Dios Padre -o sea, apartados por Él y para Él- con la característica que por medio de Jesucristo estamos guardados en tal santidad. Luego viene su bendición en presente simple: Misericordia, paz y amor os sean multiplicadas ¡AMÉN!
Debido a lo prioritario del mensaje, le pareció bien al Espíritu fuese redactado por Judas a manera de telegrama -es decir, sin formulismos, mensajes extra o introducciones- para llegar al punto. La fe en el Señor nos es dada una sola vez, la cual es necesaria para cimentar la salvación común a todos los que creemos (dicho de otro modo, todos tenemos el mismo tipo de fe, solo la cantidad varía depende del accionar de cada quién) y somos exhortados a contender ardientemente por ella. ¿En qué sentido se refiere contendáis ardientemente por la fe? A que cuando seamos precisados a dar testimonio personal sobre en qué o quién creemos, digamos con singular soltura: somos de los hijos de Dios por la fe en Jesucristo, sobre todo en los casos cuando alguien quiera exhibirnos, denostar nuestra fe o bien criticar nuestra doctrina. En ningún caso se refiere a salir a buscar pleitos, contiendas, disensiones, debates acalorados sin fin y sin propósito espiritual. Quienes hagan tales cosas mancillan el nombre de nuestro Señor, porque tanto la fe como la sana doctrina no son mercadería ni cosa mundana que tenga que compararse para ser la mejor: es vida espiritual y eterna incomparable.
En el versículo 4 , nos explica el apóstol inspirado por el Espíritu Santo ya desde sus tiempos el mismo proceder de los agentes del mal. Los describe como hombres que entran encubiertamente, cuales lobos con pieles de ovejas. Es sabido cómo muchas congregaciones han caído estrepitosamente por estos seres malvados, quienes solo buscan su propio placer y poder, usando el nombre y la doctrina de nuestro amado Señor Jesucristo como trampolín de ascenso, olvidándose de la genuina salvación de las almas.
Es conveniente subrayar el hecho que ellos desde antes habían sido destinados para esta condenación, puesto que estos nunca fueron salvos. No hay espacio para decir “la salvación se pierde” porque el mismo Espíritu Santo nos especifica que, así como nosotros fuimos predestinados para creer y ser salvos, ellos de manera análoga fueron destinados para no creer y, por tanto, poner a prueba la fe, el amor y la lealtad hacia nuestro Señor Jesucristo, a manera de sinodales. Como no son hijos, sino empleados, recibirán su pago también en la condenación eterna, por cuanto por causa suya habrán de debilitar a algunas congregaciones debido a su rebeldía, soberbia y desapego a nuestro Señor Jesucristo. También se les reconoce como hombres impíos, es decir, ajenos a la piedad (véase nuestros blogs donde hablamos del misterio de la PIEDAD). Estos seres impuros omiten predicar o bien predican afirmaciones opuestas a la Piedad de Dios para el Hombre.
Por si lo anterior fuera poco convierten en libertinaje la gracia de Dios, en la manera de soltar la rienda al pecado, a la mundanización de las congregaciones, la paganización de ciertos mandamientos, la judaización del evangelio y enfocar toda vista hacia las cosas de la carne y la tierra en detrimento de las cosas de lo Alto y lo que es del Espíritu. ¿Ejemplos? Celebración de bodas con un marcado estilo religioso; apartarse de la lectura del nuevo pacto por dar lugar a largos periodos de conciertos musicales llamados “alabanza y adoración”; entrada y salida de cuantos personajes mediáticos se les ocurra en forma de pastores, evangelistas, profetas, apóstoles con dudable reputación espiritual y sí mucha cartelera propagandística; la monetización de la fe; el alejamiento del amor y la nula propagación de la esperanza para crear eventos dramáticos y emocionales solo por mencionar algunos. Quienes enseñan estas cosas como voluntad u ordenanza de Dios caen en esta categoría.
¿En qué radica su pecado que los condena? En dos premisas:
a) Niegan a Dios el único soberano, es decir, no le confiesan como el Único y sabio Dios, sino que crean fetiches de adoración como el templo, el pastor, la iglesia, el pecado, la biblia, la cruz, el diezmo, la alabanza, los personajes antiguos como David, Moisés, Pablo, etcétera o bien personajes actuales, a los cuales los adoran como “servidores” de Dios, cuando la alabanza no sube hasta los cielos, sino que ellos la reciben y la usurpan. En consecuencia, se crean prosélitos quienes usan el nombre de Dios en vano porque adoran y creen que las cosas de la Tierra o el dicho de un hombre mortal es “palabra de Dios” más que el mismo Dios, a quien no conocen por no estar cimentados en Jesucristo. ¿Dura es esta palabra? ¡Sí, pero es necesaria la medicina amarga para extirpar toda leuda incrustada!
b) Y niegan a nuestro Señor Jesucristo, al referirse de manera despectiva como Jeeeeesús, el nazareno, el hijo de David, el Señor. Son férreos opositores a que la doctrina del Señor Jesucristo sea predicada y prefieren cubrir otros temas como Israel, Job, proverbios, salmos, Crónicas o peor aún, se salen de la escritura para ver teologías pecaminosas. Aman ser la primera voz de toda disertación, muy escrupulosos de ver quiénes entran y salen de sus cotos de poder y cualquiera que no pueda ser engañado lo echan fuera con falsas acusaciones de herejías, pecados y calumnias. Por estos no vale la pena orar, dado que pervierten el evangelio al minimizar el Señorío de Jesucristo, omiten enseñar a la grey a cómo orar, a cómo ser piadosos. Si usan el evangelio o las palabras de Cristo es para simular que le aman y siguen. Pero su corazón está gangrenoso. ¿Qué vida puede salir de ahí si sus palabras son de perdición?
Por tanto, amados hermanos, el propósito particular de estos cuatro versículos es que defiendan su fe genuina a toda costa, porque regalo de lo Alto es y no tiene reparación ni sustitución aquí en la Tierra. No olviden que el diablo viene a robar, matar y destruir y usa a estos vasos de deshonra para lograr tal efecto en quienes en torpeza o soberbia no se preparan y velan a tiempo.
¿Robar qué? La fe que salva
¿Matar qué? El amor que perfecciona.
¿Destruir qué? La esperanza que da energía.
Nadie en este planeta tiene la potestad de agregar o quitar palabras, letras, comas o incluso acentos a la revelación escrita. Solamente el Espíritu Santo da el conocimiento de Jesucristo; solamente Jesucristo nos enseña al Padre y solamente el Padre salva por medio de Jesucristo.
Quien tergiverse la sana doctrina atenta y niega al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo es ajeno a ese ser de maldad. Nunca nieguen creer en el Señor Jesucristo, nunca sean renuentes a leer el nuevo pacto, no sean tardos para oír y menos para obedecer al Señor Jesucristo.
Apelamos a su buena conciencia, a su fe, a su amor en el Señor Jesús que defender su fe les hará guerreros valientes en estos últimos tiempos y, quien así haga, recompensa grande recibirá de nuestro Salvador.
Se deja como fundamento escrito la carta de Judas en sus primeros cuatro versículos. El amor, la inteligencia y la sabiduría de lo Alto, para estar en comunión perfecta con nuestro Señor Jesucristo sean en ustedes en su espíritu hermanos, amén.
1 Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo: 2 Misericordia y paz y amor os sean multiplicados. 3 Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. 4 Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.
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