Hermanos, creyentes y ovejas del SEÑOR Jesucristo: la paz, el amor y la gracia sean en todos ustedes, fraternos familiares espirituales, amén.
Hoy toca hablar de una carta muy corta, pero bastante precisa, llena más que de doctrinas, recomendaciones y sabiduría de lo Alto por parte del Espíritu a mantenerse firmes en la fe. Ya en este punto no hay doctrinas, sino la comprobación de una vida que rinde frutos en Cristo Jesús, Señor y Salvador nuestro.
Es la segunda carta que el apóstol Juan envió a sus hermanos en el exilio, pues ya debía ser anciano, al llamarse a sí mismo anciano y me inclino a pensar ya en la isla de Patmos, cercano a recibir la profecía de parte del propio Señor Jesucristo dentro de poco.
De hecho, hermandad preciosa en Cristo, esta carta es exclusiva ya para quienes seguimos firmes en la Roca de Salvación. Para quienes al día de hoy siguen teniendo su sustento en la arena frágil esta palabra es difícil de entender, retórica o teórica.
Por señora elegida se tiene el pensamiento y revelación que se trata más que a una mujer con hijos, a la iglesia en el futuro con el cúmulo de creyentes a través de las épocas después de él, Juan. Hijos de Dios espirituales en los siete espíritus, hijos de la fe, hermanos de Jesucristo por la sangre derramada y la esposa amada, quien da hijos de fe al Señor Jesús, los que verdaderamente confesamos y procuramos guardar su testimonio lo más y mejor posible en el Espíritu.
Relata el apóstol Juan que él como anciano considera como propios y familiares a quienes han conocido la verdad (Jesucristo) manteniéndose en ella. Refiere en el versículo 4 que algunos de los hijos ya andan en la verdad, es decir, ya sirven al Señor en el ministerio de Jesucristo causándole sumo gozo a Juan pues son los colaboradores que tomarían la estafeta cuando Juan haya partido.
En el mundo pocos quieren irse, muchos quieren quedarse: temen a la jubilación y romper una rutina de años. En la vida espiritual en Jesucristo, Señor y Salvador nuestro, es al revés, todos realmente queremos partir, pero sabemos que debemos esperar a que sea nuestra hora y mientras seguir trabajando hasta que nuestro reemplazo sea forjado por nuestro Padre, por medio de Jesucristo a través del crecimiento en el Espíritu Santo.
Y recuerda a la congregación en toda la tierra esto:
Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos.
En otras palabras, cualquier hermano, cristiano, creyente, aleluya u otro adjetivo con el que quiera identificarse como seguidor de Jesús el Cristo de Dios, debe guardar los mandamientos de Jesucristo, el Rey de Reyes y Señor de Señores. No a los mandamientos mosaicos ni a los mandamientos de hombres. Solamente Jesucristo. Quien diga, pero no ande conforme a los mandamientos de nuestro Señor Jesucristo, el tal es mentiroso y no anda en amor, sino en sus propios caminos: lejos de los del Señor. Sin embargo, no puedo aseverar más que eso, es decir, anda en oscuridad, derrota y pena.
Y el mandamiento principal que comanda el Espíritu Santo, es este:
Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.
De modo que, si andamos en amor, automáticamente obedecemos el mandamiento principal de Jesucristo, el más importante. El amor y el mandamiento son eventos mutuamente incluyentes. Así pues, la religiosidad y la soberbia quedan fuera al 2x1. Y esto es la plenitud de una vida rica en Jesucristo. Son dos acciones: no doctrinas ni ideas o pensamientos.
Quienes niegan que Jesucristo existió (los ateos y ciertas corrientes de religiosos judíos), que Jesucristo no es el Hijo de Dios sino un profeta (judíos y musulmanes), que Jesucristo sigue crucificado (católicos y ciertas facciones ortodoxas) o que Jesucristo no es el Mesías (otras facciones judías) caen en la categoría de engañadores y anticristos, porque se oponen de manera descarada a la Voluntad de Dios: se sepa la Verdad que Jesucristo vino en carne y murió, resucitó y fue alzado a los cielos.
El riesgo de caer en esas mentiras está latente, para quienes no procuran cimentarse en lo espiritual sino en lo terrenal. Muchas congregaciones han caído de la gracia de poder y santidad por comer esa leuda tóxica y anestésica, pululando como entes sin testimonio grato al Padre y contristando al Espíritu, pues no confiesan apropiadamente a Cristo, sino como el mundo quiere y el adversario prefiere, quedándose sin Dios en ellos, siendo solamente fans, fanáticos, aplaudidores vacíos, seguidores por conveniencia y listo.
Pero para quienes estamos procurando la renunciación en amor y en paciencia, fe, amor y esperanza, somos libres de ese riesgo, porque el Espíritu nos alerta y el Padre nos cuida. Por tanto, templos hermosos donde se adora a Dios al tener tanto el Padre como el Hijo morada continua en nosotros.
Cualquiera que no confiese a Jesucristo que vino en carne, debe ser echado fuera de nuestros contornos. Prohibido por el Espíritu está tener comunión y contacto con ellos, aún dejarles entrar e incluso ofrecerles agua, porque así cayó Eva por una sutileza, así caen los ingenuos y los soberbios en las congregaciones y el enemigo actuará como ángel de luz, por esto advertidos estamos todos de esto.
Así mismo, cualquiera que no ande en amor y por tanto tampoco guarde los mandamientos de Jesucristo deberemos tener comunión con ellos, porque la base de toda doctrina de lo Alto precisa amor. Y ahora sabemos que andar en amor es un mandamiento de Jesucristo, entonces juiciosos y celosos centinelas de fe debemos actuar sin cejar.
Se despide el apóstol dando a entender que planea ver tantos hermanos como sea posible para seguir tratando este consejo supremo, entre otros aspectos de su tiempo que el Espíritu no consideró necesario dejar prueba de ellos. Pero sí dice que los hijos de su hermana, la elegida, saludan a la señora. A éstos me inclino a pensar en el Espíritu que son los hermanos auténticos y genuinos salidos del judaísmo. Éstos y nosotros los gentiles, venimos a ser hijos espirituales de Dios y hermanos espirituales de Jesucristo, pues la misma fe nos hace ser el mismo tipo de hijos. Esto y no que seamos meramente parte de la iglesia (rehuyendo al dogma católico de madre iglesia) pues la fe es lo que salva y no decir o pretender estar en la iglesia, como muchos ingenuos creen.
Aquí termina la carta y esta disertación. El fundamento es 2ª Juan 1 en su totalidad. La paz, el amor e inteligencia espiritual del Señor Jesucristo es en ustedes amados hermanos, amén.
1 El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad, 2 a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros: 3 Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor. Permaneced en la doctrina de Cristo 4 Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. 5 Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. 6 Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio. 7 Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo. 8 Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo. 9 Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 10 Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: !!Bienvenido!! 11 Porque el que le dice: !!Bienvenido! participa en sus malas obras. Espero ir a vosotros 12 Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido. 13 Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan. Amén.
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