Que la paz, el amor, gracia, gozo y entendimiento del Señor Jesús esté en ustedes fervientes hermanos, creyentes y lectores en su espíritu, amén. Enviamos a ustedes estos mensajes en atención al mandato que nos fue dado desde hace ya siete años. En cuanto al Señor, hoy se cumpliría en nosotros por gracia suya un año de ministerio (si cada blog fuera una predicación diaria, estaríamos llegando apenas al último día del principio y la próxima semana sería el primer día del segundo año); también sería casi una semana de haber iniciado el camino de evangelistas (porque apenas comenzó a transcurrir en este año (el séptimo, el último día de la primera semana) tras lo cual ahora comprendemos cómo es que el Señor mide los tiempos y el tiempo. Locura para los indoctos, gozo para los entendidos, misterio por ser desvelado para quienes tienen hambre y sed de nuestro Señor Jesucristo, amén.
Iniciamos abril 2021 con una carta preciosa, magnífica, cuyo valor monetario espiritual de conocimiento y doctrina es altísimo y no cualquiera puede dimensionarlo, aunque a nosotros, por misericordia, gracia y amor de nuestro Padre ha concedido y nuestro Señor Jesucristo ha permitido que el Espíritu Santo nos de luz al respecto. Agradecemos fervientemente este privilegio. Esta carta es la primera de tres que tuvo a bien escribir el apóstol Juan a sus contemporáneos y futuros hermanos por inspiración del Espíritu Santo, en los finales de su vida y antes de escribir la profecía de nuestro Señor Jesucristo, el Apocalipsis.
El apóstol Juan fue el amado de nuestro Señor Jesucristo, a quien no le permitió conocer la muerte sino hasta después que él viniera a revelarle la profecía de los últimos tiempos, quien tuvo la encomienda secular de ver por María y quien fue testigo ocular de su muerte, tras lo cual nosotros tenemos prueba fidedigna de lo que él vio, además de lo ocurrido en el monte cuando se transfiguró junto a los apóstoles Jacobo y Pedro.
Las cartas de Juan son el examen de conciencia después del arduo día de trabajo espiritual, cuando uno en el Espíritu se detiene a meditar el propósito con el cual nos motivamos a realizar nuestras actividades: ese examen de conciencia hermoso donde nos damos cuenta que el amor lo es todo para lograr la perfección y una completa comunión con la Deidad a través del Señor Jesús. Asimismo, nos resana el corazón, limpia la conciencia, alimenta la esperanza y da más combustible a la fe saber todo lo relacionado a la función verdadera del ministerio del Señor Jesús. Al leer el fundamento escritural en 1ª Juan 1:1-4, puede notarse que no hay salutación o introducción.
¿Para qué se necesita? Pues si llegados a esta escritura se cumple lo dicho por Jesús en Juan 10:27-30:
27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
30 Yo y el Padre uno somos.
Donde ¡Ya somos conocidos por ellos y nos reconocen como suyos y somos parte de su unidad hermosa! ¡Aleluya! Todavía no comenzamos, somos tan familiares al Padre por el amor de nuestro amado Salvador, Maestro y Señor Jesucristo que los formalismos quedan fuera y prontamente nos comunica el Espíritu lo que hay en el corazón del Padre. Es decir, no existe condenación o perdición alguna, sino que por el contrario somos miembros de la familia espiritual de Dios.
En el primer versículo, el apóstol inspirado por el Espíritu -y además como amigo testigo presencial de los hechos siendo contemporáneo del Cristo de Dios- confirma la existencia del Señor Jesús, además de presentarlo ahora como el Verbo de Vida.
En el versículo segundo continúa, diciendo que en la forma y figura de Cristo – primero de modo momentáneo como carne (para cumplir la profecía de él en su muerte)- es como alcanzamos la vida. El evangelio (todas las palabras escritas que fueron dichas por el Señor Jesús) es el reflejo de tener la posibilidad -al oír y creer para tomar parte de la vida eterna que descendió de los cielos por amor profundo del Padre por nosotros.
He aquí un misterio. Cuando en el principio de los tiempos, Dios creó al varón y luego a su compañera, ambos fueron privilegiados del espíritu de vida que Él tiene y les dio esa porción suficiente para ser y estar y dar vida a esa masa llamada carne, llamándole hombre en el proceso. Por eso somos sus amados.
Ahora con Jesucristo, se nos brinda un segundo hálito de Vida. El Padre, con el poder que tiene Jesucristo, nos acepta cuando el Señor Jesús nos levanta de entre los muertos en el mundo para darnos vida en abundancia. Oír y creer en Jesucristo es el equivalente a ser creados de nuevo por el poder de la palabra de Cristo, nuestro Verbo de Vida, por eso sin él, nada somos. Con él, por él y para él somos todos alguien.
De modo que, amados hermanos, necesario es que hablemos de Cristo, nosotros como portadores de la Vida en boca de la predicación sana y pura y un testimonio intachable en cuanto a la vida espiritual en Cristo. Hay que llevar este hálito de vida bajado del cielo para traer a la vida espiritual a tantas almas encerradas en cuerpos muertos por el pecado, la maldad y la ignorancia de que aún es el momento de despertar del letargo y pasar de muerte a vida en esta Tierra.
El apóstol Juan invita a que seamos parte de ese mensaje vivificador entre nosotros primero, para ser fortalecidos y luego esparcirlo en nuestra comunidad y entorno para que otros accedan a ese beneficio. Amados, la comunión entre los hermanos para otorgarnos mutuamente un amor de esencia divina es lo mejor que nos puede pasar. Y promesa hay si lo hacemos: nuestro gozo sea cumplido. ¡Bendito sea nuestro Padre Celestial! Porque con este plan restaura todo el daño causado antes. ¡Glorificado sea nuestro Señor Jesucristo! Porque él es la vida hecha carne y ahora espíritu vencedor de la muerte. Por la mera existencia de nuestro amado Pastor y Señor, es que pudimos oír y luego creer para ser salvos. En su nombre somos vivificados. ¡Amén! Por su palabra y la obediencia a ella nuestra vida se convierte en salud, desarrollo y crecimiento espirituales. ¡Gracias Señor Jesús, por ser nuestro hálito para tener vida!
Dejamos como evidencia lo contenido en 1ª Juan 1:1-4.
La paz del Señor Jesucristo es en ustedes amados creyentes en su espíritu, amén.
1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. 4 Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.
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